¡Sea simplemente usted!

Publicado por Tarzan Leão 3 de noviembre de 2009

Seja simplesmente você!

Comencemos este texto con una provocación: la voz del pueblo no es la voz de Dios. Esta frase, para quien viene acompañando mis textos, no es nueva. Esa es una cuestión a la cual siempre voy a recurrir, sin importar cual sea el tema, la desmitificación del pueblo como fuente irrefutable de saber y de certezas. El pueblo a veces me aterroriza. Listo, ya lo dije. Le tengo miedo a la multitud idiotizada. Al estadio lleno, repleto de hinchas uniformados. Un instante y toda la alegría se puede transformar en desorden, quiebra-quiebra. Casi siempre desconfío de las grandes mayorías, de las unanimidades. Muchas veces fui incitado a decir “no” cuando todos decían “sí”, por el simple hecho de colocarme en contra. Eso mismo. Ahora me desnudo.

Mientras muchos animan, gritan slogans, visten la camiseta de su equipo favorito, asumo delante de todos: detesto el fútbol. No encuentro ninguna razón para que 22 jugadores –¿es ese el número?- corran desesperados durante 90 minutos atrás de una pelota. Cuando serví al ejército en 1984, di una lucha enorme para ser eximido de los partidos de fútbol los lunes, miércoles y viernes. Finalmente lo logré. No por mérito, sino por absoluto desmérito. Nadie me quería en su equipo. El equipo que me tenía, contaba con un jugador menos. Mientras todos corrían excitados atrás de la pelota, yo me quedaba parado en la cancha, pensando en la vida, filosofando. Hasta que fui excluido. Años después, joven fraile, los martes y jueves era obligado a jugar, o fútbol o voleibol. ¡Qué tormento! Aquello era peor que cumplir el voto de castidad. Peor que usar silicio. E imploraba: hago cualquier cosa, fray, limpio los baños, encero el claustro del convento – se enceraba con parafina, manualmente – todos los días, ayuno tres veces por semana, rezo el rosario diariamente, pero por el amor de Santo Domingo, no me fuerce a jugar fútbol.

Tengo consciencia que muchos aman la música sertaneja: Vitor y Leo, Bruno y Marrone, Leonardo, Zezé Di Camargo y Luciano. Yo sé. Pero lamento informar que también no soporto la música sertaneja. Y, cuando tenga la guitarra empuñada, no me pidan que cante nada de esos sujetos. Mi estómago se retuerce solo de oír esas melodías horribles, llorosas, esas canciones…

Bueno, no importa. En la música también nado contra la corriente. Usted que ahora me lee, ¿conoce a Valdemar Gavião? ¿Y Giovanna Farias? ¿Ceumar?¨¨ ¿Victor Jara? ¿Billie Holiday? ¿Escuchó “Quintal das memorias” (el CD acústico de Didi) de principio a fin? ¿No? Ah, por eso es que usted escucha esa música horrible que tocan en la radio. Solo puede ser eso. Pagode, axé music, forró universitario: todo eso es harina del mismo saco. ¡La quintaesencia de la basura! Buen gusto es Cartola, Teresa Cristina, Gonzagão, Maciel Melo, Clã Brasil, Roberto Diamanso y tantos otros que están fuera de los medios –entiéndase por medios lo que está en el gusto popular, lo que le gusta al pueblo.

¿Y en la literatura? En la literatura se refleja el mismo triste escenario. Las personas se deleitan con Paulo Coelho, Zíbia Gasparetto, Augusto Cury, Dan Brown, Lya Luft y tantos otros “best sellers” comercializados en quioscos de periódicos y en las principales librerías del país. No acostumbro a leer esos autores. Y cuando lo hago, es para posicionarme en contra. Es para cuestionar y criticar. Prefiero los clásicos. Prefiero Machado de Assis, Dostoiévski, Ismail Kadaré, Faulkner, Saramago, Nilton Bonder, Girard, Antonio Torres, Hélder Macedo, Graciliano… Pero esos escritores no están en los grandes medios, dirán algunos. Si eso también lo sé. Lo que acontece es que, como dije antes, voy por otro camino. Un poco más pedregoso, es verdad. En él no hay flores, no hay fuentes cristalinas, cielo azul, lagos encantados, cosas del tipo “Sonría, Jesús te ama”. Frecuento el camino de las profundidades, mucho más abajo que el petróleo, donde las cosas son lo que realmente son. Sin fantasías. Sin maquillajes.

Definitivamente no es porque al pueblo le gusta algo que aquello se torna bueno. La Alemania de Hitler está ahí para corroborar nuestro argumento. Además, ya fue dicho en otra crónica que, siempre que mucha gente está de acuerdo sobre un mismo asunto, pueden tener certeza de que hay algo de equivocado. Aunque no supiese el por qué, siempre desconfié de las mayorías. De las unanimidades. Inconscientemente, claro. Siempre sentí simpatía por el paria, por el extranjero, por el diferente, por aquello que era considerado fuera de orden. Descendiente de marrano (son llamados “marranos” los judíos convertidos al cristianismo “en la marra”, o sea, a la fuerza, de ahí el uso del término), y acostumbrado desde siempre a ser extranjero, perseguido, diferente, las minorías, los excluidos, ejercen una fuerza inmensa en mi imaginario. Y René Girard me dio el soporte teórico para comprender ese posicionamiento.

Seja simplesmente você!

Huya de la mediocridad. Tenga coraje de decir “no” cuando todos dicen “sí”. Es necesario actuar con coraje y oír Elomar – o quien quiera que sea siempre que esté fuera de moda –  alto y en un buen equipo, aunque los vecinos lo miren extrañamente. Es necesario tener el coraje para leer Dostoiévski, Dante, Shakespeare, Patativa do Assaré. Es necesario osar y decir: “no, eso no me gusta”, aunque a todos le guste. Seamos nosotros mismos. Sin mimetismos vanos. Experimente cambiar. Escuche otras canciones, lea otros libros, vista otras ropas, tome otra bebida, apoye a otro equipo o haga como yo, no apoye a ninguno. Sea osado. Discorde de la mayoría. No sea pueblo, ¡sea simplemente usted!

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