“Bruno, soy yo, Dario. Necesito que vengas urgente a mi casa. Tengo un asunto muy serio para conversar y no puede ser por teléfono”.
“¿Qué pasó ahora?”
“No puedo adelantarte nada, ya te dije. Deja de hacer lo que estés haciendo y ven corriendo hasta aquí”.
“Todo bien, ya voy”, dijo Bruno, percibiendo el tono grave de la voz de Dario.
Cuando llegó a la casa de Dario, apenas entró, rápidamente le dijo: “Beth está embarazada. Ella acaba de salir de aquí. Ella está desesperada, y yo también”.
“¿Qué quiere haga, que lleve a Beth a una clínica de aborto clandestina? O entonces llamo a Uriel de vuelta para que ellos estén juntos y después ella le diga que el hijo es de él. Listo, resolví la cuestión”, dijo riendo.
“La cosa es seria, no te rías. La verdad es que fue eso lo que pensé también. Sin embargo, no cantaba con una cosa: El marido de ella es estéril. De manera que ella quiere tener ese hijo y yo también”.
“Realmente ahora se complicó todo. ¿Qué pretende hacer, puedo saber?”
“Uriel vive participando de rodeos, ¿cierto?
“Sí. Ahora mismo está en Palmas. Y no faltan los rodeos en este país. Pero encuentro difícil que logremos dejar a Uriel lejos de casa por más tiempo. No se olvide que ya prorrogué una vez el plazo para que él vuelva. El tipo no es tonto, puede desconfiar si lo mandan a otro rodeo”.
“Pensé en otra solución”, dijo Dario, bajando los ojos.
“¿Qué solución es esa, Dario?”
“Una que sea definitiva”.
“¿Usted está loco? ¿Quiere mandarlo a matar? Eso no va a resultar. Puede arruinar su vida y de paso la mía, los dos sabemos eso muy bien”. “Pensé en algo más simple. Un accidente, por ejemplo. Consigue al buey Bandido para que él lo monte”.
“El buey Bandido se murió hace tiempo”.
Consigue otro entonces, de preferencia el más valiente. Accidentes siempre acontecen. ¿El jefe del equipo es de confianza? Si lo es, converse con él. Déle las instrucciones. Vea bien, porque no quiero problemas para Beth ni mucho menos para el hijo que ella está esperando. Y si la manera más segura es que el peón sufra un accidente, que lo sufra. Infelizmente a veces es necesario que algunos mueran para que otros vivan. Y no pongas esa cara de espanto, tú sabes muy bien cómo funciona el mundo”, agregó perentorio.
Ese mismo día Bruno empezó a planear meticulosamente la muerte del peón Uriel. Pensó primero en un accidente automovilístico durante el trayecto entre el hotel y la arena, pero como podría tener consecuencias imprevisibles, terminó desistiendo. Dos días después de idear el macabro plan fue hasta Brasília y luego se subió a un vuelo hasta Palmas. Llegando allá buscó a Joabe, jefe del equipo de rodeo. Contó el drama por el que pasaba Dario y de cómo él debía actuar para que Uriel, al caer del toro, fuese pisoteado hasta la muerte dentro de la arena ante la presencia de la multitud, de modo que no hubiese duda de que se trataba de un accidente. No era la primera vez que Joabe atendía un capricho del patrón. Y así aconteció.
Aquella misma noche él mismo llamó a Dario, quien aguardaba ansioso su telefonema en casa.
“Tengo una triste noticia”, dijo él. “Avísele a Beth que Uriel, su marido, sufrió un grave accidente durante el rodeo. El toro que montó lo pisoteó dentro de la misma arena. Hicimos todo lo posible para salvarle la vida, pero él no sobrevivió. El cuerpo va mañana hacia Paratiba, sólo estamos esperando los peritajes policiales”. Y colgó.
Durante un mes Beth lloró la muerte de su marido. Cuando pasaron dos meses, dejó su casita y se fue morar en compañía de Dario, quien la recibió como su mujer.
(CONTINÚA…)