Las Bodas del Tío Bené – Parte 4

Publicado por Tarzan Leão 22 de noviembre de 2010
As bodas do tio Bené – parte 4

As bodas do tio Bené – parte 4

Dos meses después de llevar a Elisangela para su casa, un solo comprimido de Viagra ya no surtía ningún efecto en Benedito. Fue cuando él decidió aumentar la dosis, aunque él sabía que era cardiópata. La primera vez que tomó dos comprimidos, los efectos colaterales ya le avisaron que alguna cosa podría resultar mal.

Dolor de cabeza, rubor facial y de ojos, congestión nasal, baja de presión arterial, mareos y disturbios visuales llegaron antes de la erección. Aún así, hizo como si no le pasaba nada, terminó excitándose e hizo el amor sin que su joven esposa percibiese su estado, aunque sí le extrañó su eyaculación precoz.

Sin embargo, antes de comenzar a usar Viagra, le consultó a su médico sobre los beneficios y peligros a los que se expondría. El Dr. Evaristo fue taxativo:

“No lo tome. El Viagra tiene muchos riesgos para quien es hipertenso. En algunos casos puede llevar incluso hasta la muerte”.

“Pero, entonces, ¿qué hago? No estoy logrando sustentar ni siquiera una erección. Si continúo así, mi mujer rápidamente va a buscar otros hombres. Siempre pensé que cambiando de mujer resolvería mis problemas de erección. Parece que estoy peor. No veo otra solución que no sea la de comenzar a tomar Viagra”, contraargumentó.

“Si quiere tomar, tome. Pero yo no asumo ninguna responsabilidad. Es más: eso que usted va a hacer es una locura”, concluyó decisivo.
Aun contrariando a su médico, benedito pasó a una farmacia y compró una caja de Viagra. La primera noche funcionó estupendamente, incluso se admiró de su virilidad cuando Elisangela dijo: “¡basta! Así me vas a matar, Dito”.

Tres días después, Elisangela lo buscó, pero para su decepción, el Viagra ya no funcionó como la primera vez. Entonces él decidió tomar dos comprimidos con un intervalo de una hora entre uno y otro. Para su alegría sintió un estremecimiento en el cuerpo, seguido de una breve excitación. Si no fuese porque eyaculó tan rápido esa noche, él se hubiera sentido como un muchachito.

“¿Qué está pasando?”, preguntó Elisangela asustada con la rapidez de Benedito y completó: “¿ya no te gusto más?”
“Claro que sí, mi princesita. Lo que pasa es que he tenido muchos problemas últimamente. Cuando me preocupo no sirvo para nada”, se defendió.

“¿Ya fuiste a ver un médico?”

“No necesito de ningún médico, estoy bien”.

Preocupada, Elisangela comenzó a considerar el consejo que Kátia le dio de buscar a Rafael, su ex novio. “Al final”, reflexionó, “yo no soy de fierro. Y Tarde o temprano, él va a parar de funcionar totalmente”.

Cuando Benedito llegó a la conclusión de que dos comprimidos de Viagra no le producían ningún efecto, tomó una decisión radical: iba a tomar todos los que fuesen necesarios para pasar una noche entera con Elisangela en la cama, aunque fuese la última noche de su vida.

Días después, antes de ir al cuarto, Benedito fue hasta el armario donde guardaban los remedios y tragó de una sola vez cinco pastillas de Viagra, que le bajaron por la garganta empujados por 300 ml. de energético. Media hora después, acostado en la cama, esperando a su mujer que se estaba duchando, todo a su alrededor se obnubiló, de modo que cuando Elisangela salió del baño, era demasiado tarde.

Cuando llegó el médico, Benedito continuaba acostado en la cama con los ojos entreabiertos, un hilo de sangre se le escapaba por la boca y un detalle que a todos les llamó la atención: el falo erecto como jamás estuvo en vida.

Después de constatar el pulso y masajear el pecho, el Dr. Evaristo dijo: “lo lamento mucho, pero él está muerto”, y apuntando los genitales del difunto, comentó: “necesito hacer una incisión para bajar eso”.

“¡No! Eso no lo permitiré jamás”, protestó Elisangela, que en seguida se agarró llorando al miembro que ya no le servía para nada más.

(FIN)

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