Mi primer contacto consciente con el Dr. José Afonso da Silva fue al llegar a una librería donde vi el libro “Buritizal”, la historia de Miguelão Capaégua. Solo de hojearlo me encanté con la obra y quise saber quién era aquél agradable autor.
Mi gran sorpresa fue cuando supe que se trataba del pompeano Zico do Nereu, pero la sorpresa se tornó aún mayor cuando me dijeron que el mismo era, de hecho, el conocido jurista y constitucionalista Dr. José Afonso da Silva, hombre de confianza del ex senador y después gobernador de São Paulo, Mário Covas. De 1995 a 1999 fue Secretario de Seguridad Pública del Estado de São Paulo innovando al incrementar la hegemonía de la Justicia en ese órgano. Antes, en la Constituyente de 1988, como jefe de gabinete del entonces senador, que fue nada menos que el relator de la Asamblea Constituyente, fue José Afonso quien tuvo la responsabilidad real de hilvanar nuestra actual constitución.
Ya que la poca autoestima es una tontera, como mineiro de Pompéu quiero decir que tanto la constitución de 1937, la famosa “polaca”, como los Actos Institucionales de números 1 y 2, y los más fundamentales trechos de la Constitución de 1967, tuvieron la participación de otro pompeano, el ex ministro Francisco Luís da Silva Campos, el Chico Ciencia, como era llamado de forma cordial por los grandes medios, o Doctor Chiquinho, como era conocido en Pompéu. Explico, a pesar de haber nacido en Dores do Indaiá, se tornó pompeano por opción propia, pues fue allá, donde él fue pionero en la crianza de ganado zebu, en su Hacienda do Indostão, y hoy da su nombre al distrito de Silva Campos, antiguo Buritizal, de donde vino el Dr. José Afonso, si ustedes me permiten la intimidad, Zico do Nereu. Solo que el Doctor Chiquinho dejó su marca, liberal con los ricos y autoritario con los pobres, fuertemente concentrador de poderes en la Unión Federal en detrimento de estados y municipios. Zico surgió, dicen los videntes, para pagar el carma de Pompéu y Buritizal con Brasil, prestando su espíritu antiliberal y democrático, aparte de ser fuertemente federalista y descentralizador de poderes y recursos.
Para escribir esa brillante obra, no me refiero aquí a la Constitución del 88, sino a “Buritizal”, alguien lo vio durante algunos días allá en Pompéu en el almacén de Marlene, hija de un primo suyo ya fallecido, recolectando y validando informaciones sobre la historia de la ciudad y los cuentos del distrito. Mis sobrinos me informaron de eso por teléfono, diciendo que se trataba de Zico do Nereu.
Zico era, según Astrogildo y Mirtes, mis sobrinos e informantes, un muchacho intrépido que, a finales de la década de 1940, vivía allí por las bandas de Buritizal, hoy distrito de Silva Campos, en el municipio de Pompéu. El padre tenía allá bienes suficientes para mantener a la familia y dar condiciones para que los hijos salieran del campo para vencer en la metrópolis.
Viviendo en el campo, dicen que solo se alfabetizó a los quince años de edad, fue para São Paulo con la cara y el coraje junto a sus hermanos, y ciertamente trabajó duramente para llegar al tope del Derecho Constitucional en Brasil. Fue labrador, minero artesanal, sastre y oficial de justicia antes de licenciarse en derecho. José Afonso da Silva consiguió graduarse en Derecho en la Universidad de São Paulo em 1957 y libre docencia en derecho constitucional en la misma universidad en 1969. Graduado en Derecho, nuestro notable pompeano decidió que, aparte de actuar como abogado, debería especializarse en Derecho Constitucional y también dedicarse a ministrar conocimientos como profesor. Fue Profesor Titular de la Facultad de Derecho de la USP, Universidad de São Paulo, de 1975 a 1995. Tiene diversos libros y artículos publicados sobre el tema y es bastante conocido en las facultades de derecho. En los pasillos de las facultades es común entre los estudiantes la expresión: ¿me prestas tu José Afonso?”.
Como profesor, se elevó cada día más y pasó a ser respetado como el mayor nombre de Derecho Constitucional en Brasil. Un gran profesor, dueño de la Cátedra de Derecho Constitucional, el niño humilde que saliera de los alrededores del Buritizal ganó respeto y admiración. Sus trabajos sobre el difícil tema que es el Derecho Constitucional son los más complejos, los más completos y obligatorios para quien desee usar el título de abogado. Son obras como COMENTARIO CONTEXTUAL A LA CONSTITUCIÓN, tal vez la más amplia sobre el asunto.
Con libros a su disposición, leyó todo lo que pudo leer, estudió todo sobre las aristas del Derecho y de las Leyes. Hizo amistades, enseñaba con dedicación y se perfeccionaba día a día. Volvía a su tierra generalmente para la fiesta de julio, aún cuando era secretario de estado y principal asesor del relator de la Asamblea Constituyente. Aunque parezca secundario, me dijeron de oír decir, que Zico era un joven considerado bonito, un muchacho bello. La belleza que las personas ven en nosotros es directamente relacionada a nuestra autoimagen, a nuestra felicidad y a nuestro brillo interior. La belleza ideal y el patrón de belleza están en nuestra autoimagen, que influye en la mente de quien nos ve.
Nuestro jurista se tornó un hombre realizado.
Llegaba el tiempo de rever su tierra con una Nueva Mirada. Fue por eso que mucha gente vio a Zico do Nereu, en el fin de la pasada década, después de haber enfrentado sus mayores desafíos en la vida pública, conversando por las calles de Pompéu, especialmente en Buritizal, digo Silva Campos, recolectando y refinando sus datos con los más viejos y conociendo lo que saben de la tierra los más jóvenes. Quien leyó Guimarães Rosa, sabe que fue así que también él escribió parte de las mejores obras de nuestra literatura.
El Dr. José Afonso da Silva es una persona que venció barreras inmensas por el mérito y por la pura fuerza de voluntad, lo que muestra el milagro que la aplicación en los estudios puede hacer por una persona. Por todo lo que fue, aún puede ser dicho con orgullo de este coterráneo de Minas Gerais y de Pompéu, que es una persona realmente notable por todo lo que hizo, no solo en el derecho constitucional, sino también por el gran hombre que es.