La primera vez que leí el Pequeño Tratado de las Grandes Virtudes, lo que me llamó la atención en aquel libro de André Comte-Sponville fue ver la Pulidez como la primera virtud. Con varias lecturas, pasé a admirar la Pulidez y a esforzarme mucho para cultivar esa virtud tan valiosa.
Con esta introducción, pretendo abordar otra virtud que no consta específicamente dentro de ese tratado, pero que pasó a ser muy importante para mi día a día. Especialmente en las relaciones humanas y en las relaciones amorosas.
Yo la conocí a través de una persona admirable llena de cualidades, una persona humana sublime, muy por sobre de los simples mortales. Hablo de la Elegancia. Esa persona escribió que cuando una pareja en crisis busca una terapia, la primera pregunta que debe ser hecha es: “¿quién perdió la elegancia primero?”
Me detuve para pensar y me gustó mucho la pregunta. No se puede vivir en pareja sin Elegancia. Aparentemente el término es bien amplio y las definiciones son muchas. Algunas palabras son así mismo. Comportan varias definiciones. Sin embargo, todas las personas saben muy bien su verdadero sentido.
Hombre y mujer necesitan actuar con Elegancia el uno con el otro. Y hombres o mujeres con personas del mismo género. Esa actitud va de un extremo a otro. Puede ser un simple recato, el cuidado con las vestimentas, el cuidado con el decoro, la delicadeza con las palabras, gestos y comportamientos. Incluso cuando se pretende agradar es necesario saber hacerlo elegantemente. La elegancia va mucho más allá de los que las camadas más altas de la sociedad entienden.
Hasta los años sesenta las relaciones entre marido y mujer eran mucho más rígidas. Por un lado, ese rigor en las relaciones limitaba el placer y la calidad de vida, por otro, exigía un comportamiento formal que rozaba las posturas elegantes. Las parejas ya habían evolucionado de la fase en que la esposa trataba al esposo como “señor” y caminaba a pasos agigantados para la emancipación de la mujer. Los movimientos feministas gritaron por la libertad total de la mujer. La familia permanecía más estable y las relaciones eran más sólidas.
Muchas personas confundieron el movimiento de cambio de ese tiempo y creyeron en el libertinaje y en la permisividad excesiva como propuesta general. Solamente una pequeña camada pensante comprendió el camino a seguir. Y en las décadas siguientes llegamos al hecho del ex presidente Collor agredir nuestras miradas con un gesto grosero y de bajo nivel. Yo, que hasta entonces desconocía el significado de ese gesto, hoy lo veo exhibido por todos lados por muchachos y muchachas. Los medios de comunicación, con el ejemplo del presentador de TV, Faustão, vulgarizó el sexo, la sexualidad, la sensualidad y la sensibilidad. Y para coronar, el ex presidente y el presentador, representan la política y los medios, nada elegantes.
El hecho es que la Elegancia debe surgir del corazón. Tenemos que desarrollar la inteligencia y el tacto para ofrecer lo mejor que hay en nuestro interior, especialmente para la persona amada. Una persona verdaderamente elegante es una persona libre y liberal, que practica la libertad en su sentido más profundo y filosófico.
La Elegancia, como todas las grandes virtudes, es una actitud que se fundamenta en otras virtudes, que aplicamos en las relaciones, especialmente entre marido y mujer. Es ese cuidado, esa finura que, si son empleados en la atención entre los cónyuges y entre las personas en general, prolongan la simpatía, el amor y la amistad.
La separación de un matrimonio transcurre en el grado de agravamiento de la pérdida de la Elegancia. Llega a un punto en que la situación se torna insoportable. Mantener un nivel saludable de Elegancia exige un esfuerzo mayor que lo normal y un tipo de cultura de esta virtud admirable que sólo se aprende en la práctica. Claramente el amor tiene un papel decisivo en la manutención de la Elegancia.
Preventivamente debemos buscar la terapia para descubrir lo que todavía podemos hacer para salvar una relación que presente síntomas de crisis. Es bueno prestar atención en todos los momentos y gestos, dentro y fuera de casa, para percibir las señales – claras o sutiles – que la vida nos ofrece cuando se debilita nuestra Elegancia.
Es con la Elegancia que las personas son seducidas. Y las personas seductoras y seducidas con elegancia tornan el mundo un lugar mucho mejor para vivir.
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