Dicen que el mejor invento del diablo fue el limón, obtenido cuando él intentaba copiar la naranja, recién inventada por Dios. Dicen que esta última fue la segunda mejor invención de Dios. La primera, es claro, fue la mujer.
¡MUJER! ¡Palabra mágica que cambia los asuntos más serios en las conversaciones! Cuerpo misterioso. Rostro limpio, o con cremas y lápiz labial, busto, brazos, manos, dedos y uñas pintadas o al natural, cintura, caderas, muslos, rodillita. Extraño a Nara Leão, piernas y pies, los pies lindos de Clarissa. Más alta o más bajita, bien flaca o gordita, la mujer bonita presume.
De curvas más generosas o leves, o un poco más llena, fofa, siempre hay lugar. Todo natural o con un poco de ayuda, si quiere. Ropa, poco importa. Mira al espejo y se ve. Observada en la calle, es presumida. “Qué bonito es un cuerpo de mujer”. Allá en Pompéu, había un viejo hacendado, Tuniquinho Garcia, que acuñó la frase: “No existe mujer fea, cada cual tiene su gracia”. Dicen que él mismo tenía unas diez.
Toda mujer merece muchos elogios e incluso algunos más picantes como respuesta a las provocaciones que naturalmente su cuerpo expresa en su pasaje. Brillo, cariño, glamour, todo ayuda.
Joven, adulta, en la mejor edad… excéntrica, bien común, tierna, lujuriosa, sensual o recatada, tímida o astuta… india, negra, blanca, amarilla, rubiecita, mulata, morena, o con mezcla de colores y etnias, la mujer es simplemente bella y deseada aquí, allí, sea donde sea.
¿Quiere una cosa mejor que el beso suave en el rostro, en la punta de la nariz o un sello de amistad más íntima? Y la maravillosa sensación de un abrazo tierno y al mismo tiempo, cuando los cuerpos se tocan, y dejan la imaginación a mil… Delicadamente, el toque suave en el rostro, sintiendo la piel suave y tersa.
La mujer más bonita y más feliz es la que se mira en el espejo, se siente más bonita y se siente bien, siendo así como ella es. Son tantos los detalles de la belleza de la mujer que sería necesario un tratado de miles de páginas para contar y dar ejemplos de belleza y dulzura.
Oiga la voz femenina, con timbres soprano, siempre original, sin igual, ¡qué delicadeza! La sonrisa es lo más encantador. Hay que combinar en el rostro los cabellos tratados o al natural, rubios castaños, negros, rizados, voluminosos, lisos o acaracolados, cuadro que el mejor pintor jamás reproducirá. La belleza es esencial, sin embargo cada mujer tiene su belleza original. Sólo suya. De nadie más. Todo el mundo siempre admira la belleza que llega cuando la mujer está presente. Trae cariño, ternura, afecto, belleza, amistad y amor.
Puede ser bien cuidada, un poco más sofisticada, o “salvaje”, siempre trae el encanto y la hermosura dentro y fuera de las telas y cámaras, de las cámaras y cuartos, sin límites.
“Cada mujer es una mujer linda. Ella tiene que encontrar en sí misma la belleza propia, cuidar del cuerpo de dentro hacia fuera para tener una vida saludable, tener una vida longeva bonita”, dice Luiza Brunet.
Y amar bastante… Amar bastante y siempre…
La mujer cuando ama, llega al clímax y se electriza, es el momento sublime, el momento en que salimos de esta vida y llegamos al verdadero paraíso. Estamos ante esa perla rosada en forma y estructura, tan fina, delicada e íntima. No oso decir su nombre. Conjunto epitelial magnífico, vestíbulo hecho a la perfección, refinado, ícono sexual casi divino, éste que nos lleva al placer inefable. Explosión de sentidos, imágenes que quedan, paladar supremo, perfume original, toques inolvidables, ¡sensación maravillosa! Son momentos de placeres indescriptibles. El recuerdo y el sabor permanecen por horas, días, meses, años, décadas… Hay que recordar también las respuestas en gritos y susurros que nunca oímos… Como decía el poeta argentino Jorge Luis Borges, la vida es hecha de instantes.
¡Sólo la mujer nos ofrece esos instantes paradisíacos!