Es imposible hablar del Mercado Central de Belo Horizonte sin extenderse un poco en la conversación. Además, para recordar realmente, tenemos que ir para atrás en el tiempo. Cuando yo aún vivía en el interior, por allá por los años 1950 a 1969, los comerciantes del mercado iban personalmente o mandaban a sus ayudantes al interior a comprar frutas, legumbres, aves, especialmente gallinas y animales para ser vendidos en la capital mineira. La compra era hecha de casa en casa y los compradores llevaban dos o tres jóvenes para ayudar a cosechar las frutas o para agarrar las aves y animales.
Nosotros que estábamos acostumbrados a esperar que los racimos de plátano amarillaran en la mata, que los aguacates se pusieran violeta para caer, las naranjas sólo en junio, bien maduritas, quedábamos estupefactos cuando veíamos como cosechaban todo “verde”, o sea, mucho antes de que se granaran o estuvieran listos para la cosecha. Yo, personalmente, comentaba con mis amigos cómo comía mal el pueblo de la ciudad grande.
Cuando me mudé a Belo Horizonte conocí el Mercado Central. Creo que fui por primera vez para recibir un pago para mi hermano que vendía productos para un coterráneo. Quedé impresionado con la confusión. Barracas de madera cubiertas de hojalata o con zinc, cajas de madera quebradas por todos lados tomaban el espacio que hoy ocupa el Mercado, aparte de la cuadra de enfrente llamada Triángulo. En las inmediaciones descargaban los camiones que venían del interior y muchos comercializaban los productos en medio de la calle. El ambiente de los alrededores era inmundo y hediondo. Había un matadero de aves y animales llamado Caldeira justo al frente y funcionaba todo el día sin ninguna higiene y en la mayor suciedad. Eso sin hablar de los restos de col, repollo y los excrementos de los equinos que tiraban las carrozas.
Alrededor de 1964, el Triángulo fue vendido en un remate en una operación de gran polémica. Y el mercado se quedó sólo en el espacio en que se mantiene hasta hoy. Pasando la propiedad a los comerciantes, luego recibió una considerable mejoría.
Con la reforma daba gusto ir al Mercado Central, aunque fuese más para ver la variedad de productos y la diversidad del comercio. Frutos del bioma Cerrado, como el pequi, araticum y las frutas de patios como la jabuticaba son comercializadas en la parte externa y raramente en el interior. Son más de 400 tiendas que venden casi de todo: géneros de primera necesidad – hasta hace poco era el único lugar en que se podía comprar frijoles enxofre, roxinho y haba verde; hortofrutícolas en su amplia variedad; raíces y yerbas medicinales raras, mandioca, cará y papas de varias especies; frutas poco o muy conocidas; pimientas desde las más ardientes hasta la pimienta “dulce”, apropiada para mermelada; los más diversos dulces; carnes, tanto las fresquitas como las carnes de charqui, jabá y carne de sol; longanizas de todos los tipos, frescas y ahumadas; pescado fresco y salado; quesos de todos los tipos y formas; cachazas de campo envejecidas en barril de roble, con bálsamo y de alambique; artesanías hechas en todas las regiones del estado y los más variados artículos religiosos y esotéricos. Todavía hay un polémico comercio de aves, pájaros y mamíferos que causan la mayor discordia sobre el local. Realmente no se puede dimensionar todo lo que se puede comprar en el Mercado. ¡Es una locura!
El otro día sentí ganas de comer el mangarito que sólo saboreé en mi infancia. Fui al Mercado Central y al encontrar el puesto donde vendían esa especie de cará pequeño, ya no quedaba más del producto, pues en ese día el propio dueño lo había cocinado para su deleite. Gentilmente me ofreció algunos para que degustara en ese momento. Al menos pude satisfacer mi deseo. Otra vez, hace algunos años, mi hijo que aún estaba en el jardín infantil me pidió una cañita de pescar para llevarla a sus próximas clases. El día siguiente era feriado. Recurrí al Mercado Central y ahí estuvo mi salvación, ya que funciona los domingos y feriados hasta el medio día.
En los últimos tiempos, fui un frecuentador asiduo del lugar ya que a mi añorada novia le encantaba todo lo que ahí encontraba. Compró hasta semillas de sucupira para que yo tomara como remedio. Ella paseaba conmigo en medio de tanta gente y era conocida de la Terezinha, la ascensorista, y por muchos dueños y empleados de tiendas, especialmente las de queso, que eran su pasión. En las últimas elecciones, tanto la ascensorista como una propietaria de un puesto se candidatearon como concejales para la Cámara Municipal. La Terezinha tuvo una votación sorprendente, a pesar de no haber sido electa.
La frecuencia al Mercado Central trasciende al simple centro comercial. Hace algunos años leí en las columnas sociales que también frecuentaba el lugar un amigo de infancia, el estimado comendador Tamir de Souza Halabi. También la prensa registraba las constantes visitas del ex jugador del Atlético Mineiro, famoso en la década de los 60, Mário Lima, mi ex colega de ejército. “Si se considera la arquitectura, el edificio cumplió 80 años en el 2009 y conserva pocas cosas del trazado original, pero por sí solo es uno de esos lugares que se presenta como un verdadero shopping cultural”, escribe un comentarista.
El Mercado Central mezcla tradición y memoria con aspectos de la vida moderna, tornándose mucho más que una gran feria o centro de abastecimiento: es un espacio relajado de convivencia social y de cultura. Mucha gente va allá para pasear o llevar a los hijos a conocer cosas diferentes. El lugar es una miscelánea de arte, gastronomía, olores y sabores, en un frenético movimiento del día a día mineiro. En las entradas se ofrecen los famosos trozos de piña de masa amarilla en palito con una dulzura singular. La sandía también puede ser encontrada en pedazos o en tajadas. Eso incluso generó bromas con los bajos precios de los salones de barbero, diciendo que los clientes, aparte de cortar el cabello, además tenían derecho a un pedazo de esas frutas.
Por un lado pasó a formar parte obligatoria de los paseos turísticos de Belo Horizonte debido a la gran diversidad de productos regionales y nacionales. Pero el otro lado de la moneda necesita ser registrado. Por oportunismo abrieron una tienda de Ricardo Eletro, una red especializada en electrodomésticos, que ciertamente va a robar espacio, amenazando la verdadera idiosincrasia del lugar. También las tiendas que venden suplementos alimenticios, llenos de anabolizantes y otras drogas para “moldear” los músculos no paran de invadir este espacio. El otro reclamo de todas las personas que lo frecuentan es por los altos precios que ahí se encuentran. La explicación no es difícil y la solución, tal vez, tampoco lo sea tanto.
“Decidido a cautivar a los niños, los comerciantes del Mercado Central crearon el proyecto ´Consumidor del Futuro´: escuelas y otras entidades de la Región Metropolitana de Belo Horizonte son invitadas a traer a sus alumnos y funcionarios al mercado para conocer la historia de este centro comercial y cultural que forma parte de la historia de Minas Gerais. En esas visitas, los participantes oyen charlas de alumnos en práctica de la Universidad Estácio de Sá, ven un video que muestra el mercado desde su fundación en 1929 y pasean acompañados por guardias y guiados por estudiantes de la carrera de Turismo”, informa el sitio web del Mercado Central.
En el año 2009 se realizó con éxito la 1ª Edición del Festival Gastronómico y el Mercado Central anuncia para Septiembre del 2010 la 2ª. Cuando a mediados de los años 60 el Mercado Central, entonces llamado Mercado Municipal, mostró síntomas de saturación, la prefectura proyectó el llamado “Mercado Nuevo” en la Avenida Olegário Maciel, en la misma región. Ofreció terrenos de alto valor, donde quedaban las oficinas y el garaje del DBO, Departamento de Tranvías y Buses de la Prefectura.
Entonces, ahí los condominios del “Mercado Viejo”, como pasó a ser llamado, reaccionaron, crearon una estructura de concreto para substituir las viejas estructuras de madera y crearon una estratégica área de estacionamiento de vehículos en la cobertura, y el viejo mercado pasó a ocupar un lugar destacado dentro de los puntos turísticos de la ciudad.
Recientemente, la revitalización de la Avenida Augusto de Lima, donde quedan las entradas principales, dio un nuevo aliento al personal que trabaja allí. Desde hace algún tiempo los comerciantes son bien orientados por los modernos métodos de gestión y los dirigentes marcan presencia en la ciudad como en la Pascua del Mercado Central, realizada anualmente desde hace muchas décadas el 13 de mayo, en el día de Nossa Senhora de Fátima. Políticos se suben al carro de la victoria en el éxito del Mercado Central. Los eventos de la ciudad utilizan aquel símbolo para lograr una mayor atracción.
Leyendas no faltan. En el sitio web del Mercado Central pueden encontrarse muchas historias, mereciendo destaque una que da origen al jiló con hígado, ya que hoy quien entra al Mercado Central los sábados y domingos es asediado por una multitud de vendedores que gritan con la cerveza “estúpidamente helada” en la mano, ofreciendo dicho plato especial.
Para finalizar, volviendo al “fracasado” Mercado Nuevo, recordamos que la falta de estacionamiento pasó a ser el punto débil de ese centro comercial, además del deficiente proyecto arquitectónico que lo concibió oscuro y sin ventilación. Esa desvalorización hizo que la mayoría de los espacios fuese usada para depósitos o actividades de bajo valor agregado y de discutible utilidad. Hace algunos años, en esta primera década del siglo XXI, hubo un principio de incendio en ese lugar y la Cámara Municipal fue procesada. Los medios dieron una buena cobertura, pero dada la complejidad del asunto, todo se desinfló rápidamente.
¿Quién sabe si nuestro alcalde Márcio Lacerda se anima a bancar un proyecto de revitalización del Mercado Nuevo? Aquí queda nuestra sugerencia.