Folía de Reyes

Publicado por Sebastião Verly 5 de enero de 2023

Folía de Reyes es un festejo de origen portugués ligado a las conmemoraciones del culto católico de Navidad, traído a Brasil en los comienzos de la formación de la identidad cultural brasilera y que aún hoy se mantiene vivo en las manifestaciones folklóricas de muchas regiones del país. Las variaciones son muchas, diferentes incluso dentro de una misma localidad. Es una de las fiestas más animadas, donde se mezclan folklore, cultura y religión, teniendo su inicio el día 24 de diciembre, víspera de navidad, prosiguiendo hasta el día 2 de febrero, aunque en la mayoría de las regiones se acaba el día 6 de enero, el día de Reyes, consagrado a los Tres Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar.

Folía de Reyes es tanto el nombre de la fiesta como el nombre del conjunto de personas que compone el cortejo. La Folía de Reyes se compone por músicos tocando instrumentos, en su mayoría de confección casera y artesanal, como tambores (cajas), reco-reco, flauta, rabeca (especie de violín rústico), cavaquinho, pandero, chocalho, triángulo, aparte de la tradicional viola caipira y del acordeón, conocida en ciertas regiones de Brasil como sanfona o gaita. Los personajes que componen la folía suman en general doce personas, todas vistiendo ropas bastante coloridas, siendo que entre ellas están el mestre y el contra-mestre, dueños de conocimientos sobre dicha manifestación y líderes de los foliones; además del payaso, los propios foliones y de los tres reyes magos.

Los foliones, generalmente hombres simples y de origen rural o interiorano, son los participantes de esta fiesta, dando ejemplo grandioso a través de su canturía de fe. Los foliones cumplen la promesa de salir con la Folía por siete años consecutivos. Dice la leyenda que quien no cumpla esos siete años será castigado y generalmente muere en el fin del período que debería cumplir. Aparte de los músicos instrumentistas y cantores, el grupo muchas veces contempla leyendas y tradiciones regionales o locales, con figuras folklóricas debidamente caracterizadas.

Todos se organizan bajo el liderazgo del Capitán de la Folía, título que también varía de acuerdo con la región, y siguen con reverencia los pasos de la bandera, cumpliendo los rituales tradicionales de una incuestionable belleza y riqueza cultural. Hay una organización de las voces en tonos y contra-tonos durante la canturía, lo que lleva a la formación de un coro muy agradable a los oídos, aunque muchas veces se constituye por sonidos ininteligibles. Los pedidos para ser recibidos, para recibir la limosna y la despedida son hechos en las músicas tocadas al frente de la casa.

La coordinación tiene nombres diferentes en diferentes regiones. En algunas, el Mestre, tiene el papel especial de iniciar el canto, que es hecho en forma de versos de improviso, pidiendo y agradeciendo las donaciones de la casa visitada. Los otros componentes entonces repiten los versos, cada cual en su voz, en la cadencia definida por el Mestre, acompañados por los instrumentos que portan. Las canciones son siempre sobre temas religiosos, a excepción de aquellas tocadas en las tradicionales paradas para comer, almorzar o para el descanso de los foliones, donde a veces se dan animadas fiestas con canturías y danzas típicas regionales, como catira, moda de viola o cateretê.

En mi infancia llegué a presenciar algunas presentaciones de un tosco lundu incluido en las danzas mostradas en las casas que los recibían. Al son de los instrumentos musicales, los foliones efectúan largas caminatas llevando la “bandera”, un estandarte hecho de madera, paño y hasta de cartón ornamentado con motivos religiosos, al cual tributan especial respeto. La bandera va al frente, ganando espacio en la música popular. El propósito de la folía no es el de llevar regalos, como típicamente se le atribuye a los Tres Reyes Magos, sino el de recibirlos (comida, bebida y limosnas) con finalidades filantrópicas por parte del dueño de casa, excepto obviamente por las abundantes mesas llenas de comidas y por las bebidas que son ofrecidas a los foliones, siendo devoradas ahí mismo.

En nuestra casa y la de algunos vecinos, servíamos una merienda para las personas y dábamos algunas monedas para ayudar. Pero lo realmente interesante ocurría un día después que la folía de reyes pasaba, cuando intentábamos repetir a nuestro modo aquella manifestación coreográfica y religiosa. Conseguíamos algunas pinturas y pintábamos toscas mascaras que hacíamos con las tapas de las cajas de zapato. Juntábamos algunas varas o palos de escoba a los cuales pegábamos algunas tapitas de botella aplastadas. Danzábamos desordenadamente y practicábamos un cateretê de una tremenda mala calidad. Imitábamos también unos golpes de bastones que se asemejaban más al maculele. Durante dos o tres días de nuestras vacaciones nos convertíamos en foliones, o mejor dicho, en fulía, con u.

Respecto a la música, nos prendíamos a una simplificación que decía más o menos así:

«Olé de casa, olé de fuera, oiga quien en esta casa mora.

Santos Reyes pide limosna pero no es por necesidad.

Santos Reyes pide limosna para ver quién da de buen corazón.»

Estoy con unas ganas locas de llevar a mi hijo a Bocaiúva para que conozca una auténtica fiesta, que cuando es original, tiene una rara belleza, siendo una de las alegrías de mi infancia. Pero tengo miedo de que con la intervención de los poderes públicos, sumados a los intelectuales y promotores de eventos, esta fiesta se haya tornado demasiado llena de artificios con el objetivo de promover presentaciones para turistas.

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