Estoy aquí controlando la vanidad para escribir sobre esa persona humana tan especial: la mujer. Me sentí como un Affonso Romano de Sant´Anna o un Luiz Fernando Veríssimo, o quién sabe, una Marina Colasanti, cuando varias personas del trabajo, de las relaciones de internet, parientes y amigos me estimularon a escribir una crónica para homenajear a la mujer.
Más que una crónica convencional, quise seguir las ideas de mi hermano y consejero, Verlim. Quiero “reproducir lo que se espera de un homenaje: el reconocimiento. Prestarle el sentido que la torna significativa; mostrar el mérito de la elección; ejemplificar la extensión y diversidad; presentar modelos y concluir con claridad y racionalidad. Mi sentimiento es que la importancia más edificante es el énfasis en la feminidad encontrando el apogeo en un ejemplo incontestable”.
Inicialmente pensé en cuál mujer o en cuáles mujeres inspirarme.
Vino la primera imagen de mujer, mi madre, honrada batalladora que tanto esfuerzo hizo para la felicidad de sus hijos; en segundo lugar, en mi ex mujer que me dio y ayudó a educar al mejor hijo del mundo y, por último, recordé a mi última novia que me trajo de vuelta al mundo del coraje, del pensar, de la vida íntegra y de la protesta, antes de partir hacia la eternidad.
Rememorando a las heroínas de todos los tiempos, traje a la imaginación los momentos sagrados de mi vida, donde aparecieron las colegas revolucionarias con quienes compartí la resistencia al régimen militar, que siempre simbolizo con la hija de mi colega y amigo Valdemar, Maria Auxiliadora Lara Barcelos. Y ahora, agrego como destaque, a la también revolucionaria Presidenta Dilma Roussef. Esas mujeres, vivas o muertas, merecen siempre un homenaje por parte de todos nosotros.
Busco en la memoria, son tantas las mujeres que marcaron mi vida. Me acordé de mi primera profesora que era revolucionaria en los métodos y en la vida personal; de otras maestras que le siguieron y con quien mucho aprendí; de las mujeres que amé (y amo) demasiado en toda mi vida, cuyo símbolo es mi mejor amiga, aunque esté distante, siempre dentro de mi corazón, con quien partiré en breve a conocer el interior de Minas; revivo la relación con las amigas internautas – decenas- que tanto apoyo me proporcionan en los buenos y malos momentos. Aplausos y solidaridad.
Pensé en las compañeras de escuela, de farras y de trabajo.
En el medio profesional, me acordé de las jefas femeninas. (Casi) sólo alegría. De las colegas de repartición, me acuerdo de cada una con detalles: un día de la semana pasada oí a una colega llorar mientras hablaba por teléfono cuando le contaba a la coordinadora de la escuela el apego de su hijito cuando por la noche no quería dormir para quedarse más tiempo abrazado a su madre, reclamando que casi no la ve, ya que muchas veces trabaja hasta los sábados. Lágrimas.
Y de la misma forma, reencontré la fuerza de la hija de mi sobrina, separada del marido, joven abogada de mediano porte, físicamente frágil, que luego de ser aprobada en un concurso público dejó a su hijo de poco más de un año en Fortaleza para ostentar un revólver 45 en la cintura y mantener el orden como delegada de policía en una pequeña ciudad en el interior del estado de Ceará. Más lágrimas.
¡Cómo es doloroso el vivir de esas madres que trabajan afuera cumpliendo jornadas múltiples!
Ah, mi indignación contra las injusticias va aumentando y me hace recordar a las mujeres pobres que viven en la miseria y hacen cualquier cosa por alimentar a sus hijos, perdiéndolos muchas veces por descuido público, mío y suyo; rescato la humana acción de las prostitutas, esos ángeles benéficos que endulzan provisoriamente la vida de tantas personas solitarias; de las trabajadoras en todos los sectores, asediadas y, peor aún, humilladas en el trabajo con preconceptos y discriminación. Discriminadas son también las mujeres negras, que pocos se acordarán de saludarlas el próximo 21 de marzo, cuando juntemos nuestras voces en el Día Internacional del Combate a la Discriminación Racial.
En medio de las reflexiones, me acordé que la colega de mi ex jefa nos sugirió que este año homenajeáramos en esta fecha a las mujeres Agentes Comunitarias de la Limpieza Urbana que hacen todos los servicios de limpieza – desmalezar, barrer, recolección, desobstruir alcantarillas- en las villas y favelas de Belo Horizonte. Muchas veces embarazadas, o después de una paliza de los compañeros, suben y bajan los callejones transportando pesados sacos de inmundicias, o usan el azadón o refriegan escobas en terrenos inhóspitos de lunes a sábado. Son más que dignas de este homenaje. Como también merecen alabanzas esas otras funcionarias jóvenes y ancianas, mujeres que deambulan por las calles y plazas de la ciudad, barriendo y juntando la basura para ser recolectada. Me acuerdo también de las recolectoras de materiales reciclables y las separadoras de materiales de la recolección selectiva de la municipalidad, que en los galpones de reciclaje conviven con el abandono de las elites – sí, porque la recolección selectiva sólo es hecha para la clase poderosa – que pone junto al material reciclable todo tipo de porquerías, inclusive jeringas desechables con aguja y todo.
Por lo tanto, por mi propia decisión, este año las mujeres que se ocupan de la limpieza urbana, simbolizan a las trabajadoras de todo el mundo y de todas las actividades. Sé que hay muchas más mujeres en otras actividades tan o más pesadas e insalubres por todo el planeta. Pero esta fue mi opción como una forma posible de contestar. Siéntanse homenajeadas todas las mujeres que batallan (sólo homenajeo a las que trabajan o sufren) por todos los países, desde las grandes metrópolis como New York, Londres, Paris, Tokio, São Paulo, Belo Horizonte y hasta las desconocidas mujeres de la distante Tuvinskaya, de la ciudad cearense Jijoca de Jericoacoara y de los poblados mineiros de Buritizal, Aterrado y Queima Fogo.
Cumplida la obligación inicial, pido permiso para cumplir una promesa. Yo había jurado que en la primera oportunidad para hablar del tema presentaría las disculpas de todos nosotros a nuestra querida Vera, que trabaja en la portería del edificio donde funciona la sede de la Superintendencia de la Limpieza Urbana, SLU, que es una autarquía de la Municipalidad de Belo Horizonte.
Mujer querida por todos, dedicada y delicada, dispuesta y siempre atenta a todos lo que pasan por ella, dirigiendo saludos en la entrada y en la salida y algún mensaje especial en los fines de semana o cuando salíamos de vacaciones.
Sin embargo, un bruto secretario municipal, queriendo entrar al recinto sin identificarse, en presencia de todos los que pasaban por ahí, trató mal a la Verita, con amenazas groseras, con el dedo en alto casi tocándole la nariz, el secretario que gritaba que poseía ese cargo ignoraba que la mujer en cuestión es funcionaria de la empresa propietaria del edificio y no del servicio público. A gritos torpes y toscos, dijo que se vengaría y prometió que la despediría. Vera, una mujer íntegra, ética, decente y consciente, se mantuvo firme, serena y tranquila en su decisión.
Reflexionen bien en la pertinencia de este relato en el Día Internacional de la Mujer, como desagravio y pedido de disculpas a esa bondadosa mujer. Piensen bien cuántas veces vemos la arrogancia actuando contra las mujeres. ¿O ustedes piensan que si fuese un portero de género masculino el secretario habría hecho una escena de esas?
Un recuerdo más a mis colegas del género masculino: sólo el día 19 de noviembre (en Minas Gerais es el día 15 de julio), es dedicado al Hombre, aprobado por la ONU. Los otros 364 o 365 son para que constantemente admiremos, respetemos y amemos a esas mujeres, personas honradas, respetables y admirables, seres divinos, únicos, tan amables y amorosos en su plenitud.
Termino con las palabras del hermano querido que determina: “concluir con claridad y racionalidad”: “Cualquiera que sea el motivo de la aproximación, mime a la mujer por la ocasión de este día 8 de marzo: una flor, un beso, un abrazo, una sonrisa, un gesto de cariño, una delicadeza espontánea o la emoción de una lágrima. Dé un sentido superior a esta fecha conmemorativa, destacándola entre tantas otras que fueron desvirtuadas por el sentido mercadológico”.