Finalmente, el día miércoles 31 de enero del 2007, conocí Itacambira con sus aguas, o como le gusta decir a una historiadora de allá, las aguas que bautizaron a la guerrera Diadorim. Un amigo que frecuenta Itacambira hace más de treinta años me dice que cuando conoció el lugar se hechizó. Se encantó con el lugar que le recordó Xangrilá, del filme Horizonte Perdido, por la pureza de sus aguas y la inocencia del pueblo. Allá todo el mundo es bueno hasta que pruebe lo contrario, hasta los malos que llegan por allá recuperan el crédito inicial para recomenzar, decía él, recordando Augusto Matraga, personaje principal del último cuento de Sagarana, de Guimarães Rosa.
La visita a la Chapada (llanura) era más esperada por ser un lugar aislado y preservado. La camioneta “de tracción” era fundamental pues el camino estaba bastante deteriorado con las lluvias. Solo quedó disponible el día jueves casi a las once de la mañana. Como ya se había hecho un poco tarde, postergamos la ida a la Chapada para el día siguiente, viernes. Ese día iríamos a la iglesia matriz tricentenaria, al mirador a sacar fotos y a visitar la cascada Encantado que es más próxima de la ciudad y es la más usada por los domingueros locales.
Doña Coló, dueña de la pensión, que aún no conocía la Chapada, se animó a ir con nosotros. Ella tiene mucha disposición y jovialidad a sus sesenta años, que había cumplido el día 2 de Enero. Separó galletas y roscas para nuestra merienda.
¡Paisaje muy lindo! Salimos de la carretera de tierra que une Itacambira a Montes Claros y tomamos el camino de la Chapada. ¡Y ahí comenzaron las emociones!
Doña Coló y yo fuimos en el asiento de enfrente con nuestro guía y conductor del vehículo, Edivaldo, y los otros compañeros de viaje fueron atrás en la carrocería abierta, con el rostro al viento. La camioneta con tracción en las cuatro ruedas me impresionó y me sentí segura con el conductor. Atravesamos CADA agujero, pozas de agua y el resto del camino que fue destruido por las lluvias y por el abandono. “Misericordia” era lo que decía doña Coló frente a cada desafío del trayecto, cuando el trecho estaba en peor estado. Pero ella hablaba con humor y alegría, sin miedo.
¡Uf! Finalmente llegamos donde la camioneta debía parar para continuar a pie. En el lugar había escombros de un ranchito de paredes de troncos finos y cubierto con tejado de asbesto, construido por mineros artesanales que buscaban cristales. Aún estaba ahí un fogón de piedra, y, aparte de la minúscula cocina, en otro rincón había un espacio para dormir, con dos estructuras de esteras levantadas para colocar una lona que servía como sábana sobre hierba seca para suavizar la dureza de los troncos finos de madera.
En el área de la Chapada no es permitida la caza ni la minería, por iniciativa de los propietarios. La idea es preservar. Al contrario de las áreas devastadas, de algunas plantaciones de eucaliptos y de la destrucción de la flora y fauna que vimos a lo largo de la estrada, en la chapada la vegetación de sabana del cerrado, aunque rala, y a pesar de un incendio devastador ocurrido en 1997, aún está razonablemente preservada y muchos animales silvestres dejan por ahí sus rastros. Hay mocós, pacas, armadillos gigantes que dejan inmensos agujeros, osos hormigueros, lobos-guará y hasta jaguares.
Hay un movimiento para la construcción de un parque ecológico ya en negociación con el Estado, y la ONG Itacambira Verde, que tiene la página web www.itacambiraverde.com.br, promueve campañas educativas a través de charlas en las escuelas y de la colocación de carteles en los accesos principales a la ciudad y a la Chapada. Además de preservar el medioambiente, Itacambira Verde muestra que esta es fundamental para la generación de trabajo y renta para la población local, aún más hoy en el 2009, cuando el asfalto está llegando a la ciudad, facilitando el acceso de turistas que vienen principalmente de Montes Claros y Bocaiúva, pero también de Belo Horizonte.
Sentimos que es necesario apuntar hacia un nuevo patrón de actividades económicas sustentables que substituyan a las predatorias tradicionales (minería, caza, producción de carbón vegetal), y permitan la participación y una mejora efectiva de la generación de trabajo, renta y calidad de vida.
Las riquezas naturales del lugar, las cascadas, vegetación y la biodiversidad necesitan ser reconocidas y valorizadas por la comunidad local.
Una vez descrito el escenario, volveremos luego a nuestro relato.