En su interior el ser humano aspira a la felicidad. ¿Dónde estará? ¿En las estanterías de los supermercados como promete la publicidad? Sinceramente creo que no, pero percibo que muchas personas andan por la vida sin cuestionar mucho.
¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Qué estamos haciendo en este planeta?
La mayoría de los niños son metidos entre cuatro paredes en escuelas con estructuras educacionales atrasadas y arcaicas entregadas al abandono o a la lógica de la “educación privada”. La educación se transforma entonces en una inversión financiera. ¿Dónde quedan los valores de bondad, justicia, solidaridad, libertad, amistad o alegría? Parece que están extinción, resistiendo en la memoria de los ancianos, en pueblos que mantienen tradiciones consideradas primitivas que unos pocos intentan preservar en medio de la acelerada vida moderna. La necesidad de conocimientos de una ecología profunda es hoy inevitable. Espiritualidad y ciencia intentan aproximarse para hacer un llamado urgente: Gaia, la madre tierra que también es un ser vivo, no soporta más esta sociedad materialista.
El miedo es lo que separa a las personas, bloquea al amor y genera desconfianza. Así las personas se separan del prójimo, del hermano, del vecino y del forastero por una u otra razón. ¿Por qué estar separados?
Si nos unimos las causas serán comunes. ¡Cantaremos y bailaremos juntos! Sabremos cuidar de los ecosistemas. Respetaremos a los árboles y a los animales, practicaremos una agricultura limpia y multiplicaremos las semillas. Cuidaremos las nacientes de los ríos y los océanos como el ejemplo de los indígenas bolivianos que en muchas comunidades limpian los canales de agua en rituales sagrados. Los gestos de gentileza valdrán más que todo. Seremos más felices, más unidos y conscientes de nuestra pequeñez ante el universo.
Comparto estas palabras como luces de esperanza para que la solidaridad se practique en nuestra vida diaria. Que rompamos los viejos y rígidos conceptos que nos impiden ver más allá. Que desaprendamos para seguir aprendiendo. Agradecer a cada respiración el aire que nos permite estar vivos y hacernos responsables para que las próximas generaciones disfruten y vuelvan a sentirse en armonía con la naturaleza de la cual somos parte. Que las partes se equilibren, ya que son interdependientes.
El poeta Thiago de Mello recita el poema «Pequeño ABC de Festcine para salvar la selva amazónica». Ver: