Hoy en día las grandes ciudades a pesar de ofrecer diversidades en lo que respecta a servicios, información, oficios, culinaria, entre otras cosas, también es escenario de embotellamientos, ruidos, contaminación del aire, temperaturas elevadas, inundaciones, inseguridad, degradación ambiental, contaminación visual, en fin, un caos que genera una enfermedad muy común en nuestros tiempos: estrés.
Según Lana Cavalcanti, la ciudad es una aglomeración de personas y de objetos. Observando este concepto y la realidad, parece que Belo Horizonte, así como otras metrópolis, se está organizando más en función de los objetos que de las personas. Es justamente lo que caracteriza a la visión “empresarial”. Las personas son tratadas como robots o piezas para hacer mover los engranajes de este sistema, mientras los valores y necesidades humanas quedan en un tercer, décimo o e en ningún plano. Surgen las Promiscuidades Público Privadas que logran reunir en una sola iniciativa la ganancia de poder de los políticos junto a la financiera de los “empresarios”.
Menos mal que este sistema es tan visiblemente decrépito que las personas activas e inteligentes buscan brechas para defender los derechos del ser humano. Al final, las ciudades deberían ser construidas, planeadas y administradas enfocadas en el bienestar de las personas. Deberían girar en torno de servicios como salud, educación, ocio, cultura, transporte, etc. Pero el motriz “empresarial” atropella todo, muchas veces por la propia trampa del sistema: los lucros cada vez más concentrados, la ganancia, la falta de compromiso con lo colectivo.
Cuando este compromiso está presente, acontece la organización y movilización de la sociedad que muchas veces logra presionar y hacer que el poder público corresponda a su función.
La ciudad de Belo Horizonte fue fundada como capital del estado de Minas Gerais en 1897, en función de la decadencia del ciclo del oro y el nuevo enfoque minero en el cuadrilátero de hierro. Más de cien años después, la extracción de hierro que generó la formación de la ciudad, es lo que más degrada los recursos naturales de nuestro entorno, amenazando descaradamente nuestros manantiales bajo el cinismo y la vista gruesa de los políticos, que se convierten en meros instrumentos de las mafias mineras que los financian. La riqueza en los cursos de agua, un agradable y ameno clima, y la localización fueron factores que tornaron al antiguo poblado de Curral del Rei atractivo para tan noble elección. Después del avance de la industrialización, la población de la ciudad se duplicó, llegando a tener un millón de habitantes en la década de los sesenta. En esta época fue instituida la Región Metropolitana.
Ese proceso industrial descontrolado retiró a poblaciones del campo y generó conglomerados de personas, las grandes ciudades. La estructura de esos centros llevan a la pérdida de la identidad de las personas, y en el caso de Latinoamérica, perpetúa una nueva etapa del proceso colonizador. Pero no nos desanimemos, el ser humano tiene una increíble capacidad de rebelión, a pesar de que muchas veces prefiere ser parte del rebaño. Muchos de nosotros nacemos en ciudades y no por eso perdemos nuestra identidad y vocación solidaria. Aún existen asociaciones de barrios y movimientos sociales que lograron a través de luchas y reivindicaciones mantener áreas verdes preservadas.
En el año 1992, gracias a la movilización de las comunidades de los barrios Planalto, Itapoã y alrededores, fue creado el Parque Lagoa do Nado en una antigua hacienda donde “emprendedores” pretendían construir un conjunto de casas, destruyendo esa área, tan rara en el municipio. Existe una rara área verde próxima al parque donde hay como siempre amenaza de verticalización. Por eso fue creado el movimiento Preserve a Mata do Planalto para defenderla. A través de la organización comunitaria y de acciones en el Ministerio Público, el emprendimiento está embargado. Según el señor Antonio Matoso, morador del barrio Planalto y miembro de la Asociación de Moradores, la lucha ya tiene dos años y es bien difícil, ya que la municipalidad y el propio secretario de medio ambiente están defendiendo claramente los intereses empresariales, desconociendo el aspecto ambiental. Para él la verticalización que está aconteciendo en la región de la Pampulha es algo absurdo.
Para la arquitecta Dorinha Alvarenga una acción que de hecho podría garantizar que Belo Horizonte fuese un lugar mejor para vivir sería el planeamiento urbano y ambiental de mediano y largo plazo. Dice que las leyes deberían ser modificadas para atender mejor las demandas sociales. “Los intereses de emprendedores y de la propiedad privada, a mi modo de ver comprometen mucho la calidad de vida de la población”.
Si las ciudades no fueran reorganizadas y repensadas desde el destino de residuos, tratamiento de aguas, medios de transporte, la preservación de áreas verdes, las relaciones entre las personas y una adecuación a los ciclos de la naturaleza, ellas están condenadas a caminar hacia un caos irreversible. Dejo la pregunta para el/la lector(a): ¿Será posible que exista una ciudad sustentable?