Un paseo por los romances de Saramago
Tranquilamente ateo, confiesa Saramago innumerables veces. Que él sea ateo, se puede creer, pero que sea tranquilo no. Hay un conflicto no resuelto entre él y Dios, El Dios que él “persigue” es el Dios que fue heredado del viejo testamento y adoptado por los cristianos. Un Dios menos severo y más oculto en las relaciones humanas. Los seguidores de Jesús se esparcieron en el mundo occidental. Muchos olvidaron por los caminos lo esencial de la doctrina de Cristo. Se instalaron en Roma. Se fueron organizando y sistematizando con la ayuda de algunos teólogos y filósofos, como Santo Tomás de Aquino, por ejemplo.
Durante veinte siglos la iglesia católica acumuló errores, la infalibilidad papal propició que hubiese papas y Papas, creadores de dogmas, responsables por los desvíos célebres, como las cruzadas y el Santo Oficio. Esa cara vulnerable del catolicismo es la que José Saramago alcanza y, por extensión, al Dios de los católicos. Los ridiculiza con una ironía implacable, que es uno de sus grandes trunfos.
“El Evangelio según Jesucristo” (1991) es un libro polémico. Chocó de frente con el Vaticano y con el catolicismo conservador de los portugueses. Provocó cambios. El subsecretario de cultura del gobierno portugués vetó la candidatura de este libro al Premio Literario Europeo. Muy dolido, dejó Portugal, “Lisboa, el Tejo y todo”, yendo a vivir a la Isla de Lanzarote, en las Canarias, territorio español donde no corre ni un hilo de agua dulce.
Por causa o no de estos acontecimientos, Saramago ha venido cambiando la temática de los romances posteriores al Evangelio. Los primeros romances tienen a Portugal, su historia, sus hombres, paisajes, espacio, en fin, enalteciendo o a veces criticando a la gente lusitana.
“Manual de Pintura y Caligrafía” (1977), poco divulgado y conocido, es casi una autobiografía. Su importancia para los estudiosos de Saramago es irrefutable. Así lo reconoce la maestra Maria Alzira Seixo: “el Manual es el crisol de elaboración de todas las tendencias de pre-ficción de Saramago y de ahí su gran importancia y originalidad en la consideración evolutiva de su obra”.
“Levantado del suelo” (1980) es una saga de varias generaciones de la misma familia alentejana: Mau Tempo. Hace un cuadro social, político y cultural, con todos los pormenores, denunciando la opresión, las torturas de la dictadura salazarista y la connivencia de la iglesia católica. El padre Argamedes es un ejemplar perfecto: “Vuestro reino no es de este mundo, padeced para ganaros el cielo”.
La construcción del Convento de Mafra es el tema principal del romance “Memorial del Convento” (1982). Don João V, rey de Portugal del siglo XVIII, hizo la promesa de construir una basílica si tenía un hijo heredero del trono. Pero los que pagaron esa promesa fueron los trabajadores más pobres y miserables. Saramago va a buscarlos en la historia para inmortalizarlos. Le da un destaque especial a las luchas y tormentos que enfrentaron, organiza una lista con los probables nombres de ellos, como una lápida tardía.
“El Año de la Muerte de Ricardo Reis” (1984) comienza con la llegada a Lisboa de Ricardo Reis, que se tornó personaje de Saramago siendo en realidad uno de los heterônimos usados por el poeta Fernando Pessoa. Ricardo Reis regresa de Brasil. Una vez más, Lisboa es el lugar en el cual se desarrolla el romance. Los paseos de Ricardo Reis, casi siempre bajo la lluvia (al autor le gusta exponer sus personajes bajo la lluvia), por las calles, avenidas, parques y barrios, trazan una guía turística. Ricardo sabe que Fernando Pessoa ya murió. Los encuentros de los dos poetas ocurren frecuentemente, como si ambos estuviesen vivos. La intertextualidad de los versos de ambos y las citas de Camões dan a los textos una densidad poética muy grande.
“La Balsa de Piedra” (1986) – la Península Ibérica se desprende de los Pirineos como un barco que va hacia fuera del Atlántico. Los motivos de esta ruptura simbólica imaginada por Saramago, son una protesta contra el aislamiento, el sentimiento de inferioridad frente a los otros países europeos y la discordancia de la entrada de Portugal en la Unión Europea. La Balsa de Piedra es unos de los más lindos romances escritos por José Saramago.
“La historia del Cerco de Lisboa” (1989) acontece en los siglos pasados y en el presente simultáneamente. Así nos encontramos en el año 1147, cuando aparece el rey Don Afonso Henriques con sus caballeros, esperando el momento correcto de atacar a los moros situados en el Morro do Castelo. La historia transcurre con personajes históricos e imaginarios. El protagonista es el revisor Raimundo. Él modifica una frase de un libro de historia, colocando un “No” en la frase que decía que “los cruzados ayudaron a los portugueses a expulsar a los moros”. Este procedimiento le trajo mucha contrariedad. “El gesto contrario de escribir “No” tiene efectos en la vida del revisor y no en el texto del historiador traicionado (…). Y la gran alteración obtenida por Saramago está en la forma de leer y reflexionar sobre la Historia Creída” (Leyla Perrone Moisés).
Tal vez el dolor sea el factor de mudanza temática y de volver indefinidos los espacios de sus historias. En estos romances anteriores, Portugal era el lugar preferido. Esto puede indicar la universalidad que le viene dando a sus obras más recientes. Los romances publicados después del “Evangelio Según Jesucristo” (1991) son referencias a temas universales: “Todos los nombres” (1997), “Ensayo sobre la ceguera” (1995), “Ensayo sobre la lucidez” (2004), “El hombre duplicado” (2002), “La Caverna” (2000), “Las Intermitencias de la Muerte” (2005) – todos tratan asuntos relacionados con la existencia, la búsqueda de identidad, la muerte, la ceguera humana, Dios, el individualismo, la globalización, cambios sociales, en fin, problemas de carácter universal.
“El Viaje del Elefante”, lanzado el año 2008, en la Casa de las Américas, en Madrid, trajo de vuelta al Saramago de El Memorial del Convento o de la Historia del Cerco de Lisboa. Más despojado, sin trucos imaginarios. Nada barroco. Menos retórico. Mantiene los mismos recursos formales, preservando la agudeza del humor, la ironía y las críticas contra la iglesia católica, sus padres, santos y dogmas.
La historia ocurre en el reinado de Don João III en 1551. El rey, en un íntimo coloquio con la reina Catarina de Austria, decide seguir la sugerencia de la mujer: ofrecer un elefante como regalo de matrimonio al archiduque Maximiliano II de Austria. El paquidermo vivía en Lisboa hace dos años. Vino de Goa y lo cuidaba un hombre de la India llamado Subhro. El elefante, de nombre Salomón, pertenecía al rey. Después del deslumbramiento inicial del pueblo por el animal, Salomón cayó en el olvido y la soledad, hasta que la reina se acordó de él. El archiduque aceptó el regalo y lo esperaba en España. En Lisboa comienza el viaje cuyo recorrido incluye España, Francia, Italia y Austria (Viena). Van en caravana con todas las provisiones indispensables. En Valladolid el archiduque se asoció al grupo. Salomón soportó las intemperies climáticas y de otros tipos. Representó bien su papel, con una gallardía que convirtió en liviandad su peso de cuatro toneladas. Hubo hasta quien lo llamó tierno y fofito. Saramago le da un baño de lenguaje poético.
La magia, lo maravilloso de los textos, el empleo recurrente de determinados nombres se volvieron emblemáticos: la piedra, las manos, la tierra, la lluvia, el olivo, el río, el perro, el viaje, los ojos, la sombra, el cielo.
Contamos, aproximadamente, más de setecientas veces la palabra cielo. Hay dos referencias: al cielo común, el firmamento que nos cubre y al cielo como morada de Dios. El autor habla de los dos, pero el cielo de los católicos es tratado con mucha ironía. “El cielo estaba nublado por igual, como un gorro de lana sucia, al señor no le debía ser fácil percibir desde lo alto lo que andan haciendo sus ovejas”.
Donde termina nuestra visión del cielo comienza el infinito. Sin llevar el asunto a la filosofía, sentimos que el cielo en el texto de José Saramago permite que existan varias connotaciones: espiritualidad, esteticismo, trascendencia, misticismo. ¿Quién sabe si en esos dominios de la emoción el escritor encuentra lo sagrado?
Aunque diga que no hay nada inquietante en su espíritu, Saramago trata el tema de la relación del hombre con Dios.
La hostilidad no es con el problema de la existencia de Dios. La animosidad de Saramago es con el Dios que el catecismo católico nos enseñó, llenándonos de culpa y de miedo, cuyo rostro inhumano se refleja en determinadas personas, épocas y lugares. Esta agresividad se manifiesta como uno de los componentes de su humanismo. “Para ser ateo como soy yo, es necesario un alto grado de religiosidad”. Religiosidad que incluye al ser humano. A pesar de su pesimismo por la humanidad contemporánea, no descarta al hombre del centro de su atención. “Sin el hombre la vida para”.