La organización de los más pobres como antídoto a la violencia

Publicado por Jésus Lima 10 de junio de 2021

La solución del problema de la violencia en Brasil pasa necesariamente por la organización política de la sociedad, especialmente de la población más pobre, que necesita participar más de las decisiones, de la búsqueda de soluciones para los problemas que le afligen, principalmente la falta de seguridad. Si los más pobres participan efectivamente de la distribución de los recursos públicos, el problema de la violencia urbana tendrá una mejora sustancial. Pues, si es por causa de la pobreza que la violencia se expande, paradojalmente, es por medio de la organización de los más pobres que ese problema será resuelto. Es el suero antídoto presente en el veneno de la serpiente.

¿Cómo los pobres pueden participar? El estado necesita ser militante e incentivar la organización de los más necesitados, pues todo pasa por la política y somos animales políticos, como anunció Aristóteles. Y fue ese el trabajo desarrollado por la prefectura de Betim, Minas Gerais, donde fui prefecto entre los años 1997 y 2000. La población desarticulada fue convocada a organizarse por cuadras y a incrementar las decisiones del poder público.

Los habitantes comenzaron a reunirse con sus vecinos de las cuadras donde vivían. Un equipo de la prefectura fue estructurado para convocar a la población a participar de las reuniones en cada cuadra. La prefectura consiguió hacer que la población se reuniese por cuadras en el 85% de la ciudad. Esas reuniones acontecían en los lugares donde las personas encontraban más conveniente: un galpón, un garaje, debajo de un poste, en la calle, un sitio eriazo, etc.

Después de electo, el representante de los vecinos recibía un carné que era el documento de acceso facilitado a los secretarios municipales, administradores regionales y también al jefe ejecutivo. Inclusive, trimestralmente el prefecto se reunía con los representantes para discutir los problemas de la ciudad. Ese proyecto fue denominado CEIA, Centro de Encuentro e Integración de Acciones.

Ese trabajo involucró principalmente a las mujeres más pobres, habitantes de villas, favelas y barrios. Fue como si ellas hubiesen conquistado una nueva ciudadanía, pues pasaron a tener voz en las cuadras donde vivían. Ellas eran reconocidas por los vecinos como si fuesen las prefectas de las cuadras: cuidaban de la basura puesta fuera del horario y de lugar; cuidaban de los niños que estaban en el Programa Bolsa Escuela; vigilaban la cuadra en caso de que personas extrañas circularan la región, pero, sobre todo, convocaban a sus vecinos para participar de las reuniones del Presupuesto Participativo y de los consejos sectoriales de políticas públicas.

El problema que tuvo una gran mejoría con esa estrategia de incrementar la organización popular fue el aumento de la seguridad pública. Por parte del poder público estatal, policías militares fueron puestos a disposición de  la prefectura para ayudar en la realización de ese trabajo y, por parte de la sociedad civil, un grupo de representantes de las cuadras fue formado solamente para participar de las discusiones de la seguridad pública de la ciudad. Verdaderamente comenzó a haber una asociación efectiva de confianza entre los agentes policiales escogidos para acompañar el trabajo y a los habitantes de los barrios. Hoy, la población no confía en la policía y tampoco la autoridad policial confía en la sociedad.

Así, los pobres fueron inducidos a organizarse y, de a poco, ellos fueron ampliando su espacio de ciudadanía, auxiliando en las decisiones y en la distribución de los recursos públicos. La autoestima de esas personas aumentó y ellas comenzaron a ver la importancia de su organización y participación. Lo más importante es que hubo una mejoría en el conjunto de las políticas públicas y no solo en el asunto de la seguridad, pues el todo es mayor que la suma de las partes, decía el filósofo alemán Hegel. Y fue eso lo que comenzó a florecer en Betim, el espacio público pasó a ser cuidado por los propios habitantes. En el momento que un extraño era visto andando por las calles, inmediatamente la policía ya estaba cerca. Cuando un camión de basura se atrasaba, en el mismo instante, el reclamo llegaba a las autoridades competentes. Y así, comenzaba a construirse una nueva polis, una ciudad de confianza y de paz.

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