Sá Rita Doida, un personaje popular

Publicado por Edmeia Faria 23 de enero de 2013

 

De las personas populares de mi infancia hubo una que quedó grabado con más fuerza en la memoria. No sé por qué, esas personas me impresionaron profundamente.

En los días de fiesta todas ellas se encontraban en la puerta de la iglesia. Y mis ojos los identificaban una a una en medio de la multitud. Mi hermano, dos años más viejo que yo, me decía: “Mira el hombre sin pierna”. El Bitu andaba en un carrito hecho de madera, parecido a los carritos que mi padre hacía para que los niños jugaran y cargaran leña. Bitu había sido aficionado a los fuegos artificiales. Quien quisiese ver al más feliz de los mortales sólo tenía colocar un fuego artificial en sus manos. Lo soltaba y se quedaba viéndolo subir, deslumbrado, como un niño con su papagayo. La Butina se quedaba flirteando con los hombres. De vez en cuando se enamoraba de uno y se quedaba hablando cosas sin nexo (?) ¡Sólo Dios sabe! – ¡Yo no podía comprender! Pero quien quedó cantando bien al fondo de mi memoria, fue la Sá Rita Doida. Ella acompañaba las procesiones, ya sea de frente, de espaldas al santo, cantando “Insistir con quien no quiere es una i-dio-tez”, mientras los fieles cantaban el “Bendito, alabado sea…”. Creo que nunca nadie le dio importancia a la cantilena de Sá Rita Doida, que en su demencia parece haberse olvidado de los otros cantos, otros cánticos, otros cuentos, otras palabras. En el mundo de Sá Rita Doida, sólo existía una frase, que ella repetía invariable e incansablemente: “Insistir con quien no quiere es una i-dio-tez”,

Con unos cinco o seis años, esa figura y esa frase me impresionaron fuertemente, aunque yo no dimensionase el alcance de ellas. Hoy, mujer experimentada, ni necesitaba de otras insistencias. La insistencia del profesor, en este momento crítico, ella tan solamente, me daría la exacta dimensión y profundidad de esa frase pronunciada por una mujer fuera de razón. La insistencia para mantener la identidad que, de a poco, como Sá Rita Doida, se va perdiendo. La insistencia para despertar en el alumno el interés, la motivación, mientras todo lo demás lo desmotiva. La insistencia por la mejoría del nivel de enseñanza, de educación global. Nos reunimos, reivindicamos reciclaje, autonomía, respeto, condiciones mínimas de trabajo y salario justo. Las autoridades no quieren oír. Reclamamos disciplina en la escuela. No la disciplina que conduce a la sumisión, sino la disciplina que conduce a la libertad, a la autonomía, a la autosuficiencia, a la auto-dirección. Disciplina que admite la mayor franqueza, la discusión más fervorosa del educando, sin embargo, observando lealtad y confianza en relación a la autoridad del profesor, sin la cual no hay aprendizaje, no hay educación. Nos quejamos de las clases numerosas, de las salas llenas, donde falta espacio, donde falta aire, donde falta luz. No quieren oír.

Al final de la clase, el cansancio extremo del esfuerzo inútil. Al final del semestre, la presión del gráfico, el cobro de la escuela. Al final del año, el cobro de los padres. Al final del curso, el cobro de la sociedad, la crítica, la vergüenza, la humillación.

Ah, Sá Rita Doida de mi infancia, yo no sé qué insistencia la habría llevado a la alienación. Pero si estuviese aquí, juro que no iba a quedarse sola en los días de fiesta, con su cantilena: “Insistir con quien no quiere es una i-dio-tez”. Otras voces se unieron a la suya, formando un fuerte coro. Y entonces, tal vez, hasta dejaría de ser la loca Sá Rita Doida, porque ya habría quien comprendiese la lucidez de sus palabras.

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