Lucius Annaeus Seneca, más conocido como Seneca, filósofo, nació en el año 4 a.C. en Córdoba y murió el año 65 d.C en Roma
No es que él quiera proseguir, en verdad él no sabe estar parado.
Buenos vientos soplan para los que conocen el puerto de llegada.
Nuestra mente sólo está bien si está en paz consigo misma.
“Unus quisque mavult credere, quam judicare”, cualquiera prefiere creer que juzgar por sí mismo. Raros son aquellos que deciden después de una madura reflexión; la gran mayoría anda al sabor de las olas y lejos de conducirse, se dejan llevar por ellas.
Ciertamente nada es peor que acomodarnos al clamor de la mayoría, convencidos que lo mejor es aquello a lo que todos se someten, considerar buenos los numerosos ejemplos y no vivir racionalmente, sino por imitación.
Nadie erra por sí solo, solamente repite los errores de los otros.
Busquemos las cosas buenas, no en la apariencia, sino por ser bellas en su interior, sólidas y duraderas. Debemos descubrirlas. No están lejos, serán encontradas; sólo se necesita saber cuándo las encontramos. Sin embargo, pasamos como ciegos a su lado, tropezando en lo que deseamos…
Aléjate de la compañía de los perniciosos, o ellos harán nacer uno en ti.
Conversa con aquellos que puedan hacerte mejor de lo que eres.
Dios dotó al hombre con una boca y dos oídos para que escuche el doble de lo que habla.
El tiempo cura lo que la razón no logra curar.
Cuando no podemos corregir alguna cosa, lo mejor que se puede hacer es saber soportarla.
Quien pide con timidez da espacio a la negativa.
La primera víctima de la falta de templanza es la propia libertad.
La naturaleza nos unió en una inmensa familia, y debemos vivir nuestras vidas unidos, ayudándonos los unos a los otros.
De qué sirve saber lo que es una recta si no se sabe lo que es rectitud.
El peligro no nos es externo, ningún muro nos separa del enemigo. Al contrario, los peligros mortales están dentro de nosotros.
Liviana, una carga hace del otro debedor; pesada, hace de él un enemigo feroz.
La parte más importante del progreso es el deseo de progresar.
Morimos como mortales que somos, y vivimos como si fuésemos inmortales.
El beneficio que se hace a todos, no se le hace a nadie.
La utilidad mide la necesidad: ¿y cómo evalúas lo superfluo?
Se dedica a esperar el futuro sólo quien no sabe vivir el presente.
Es necesario decir la verdad sólo a quien está dispuesto a oírla.
Quien acoge un beneficio con gratitud paga la primera cuota de su deuda.
El único secreto que las mujeres saben guardar es aquello que ignoran.
La agitación continua en una vida tumultuosa no es actividad saludable, sino inquietación.
Aquél que ejecuta de buen agrado las órdenes escapa al lado penoso de la sumisión: hacer lo que nos repugna.
Del mal no puede nacer el bien, así como un higo no nace de un olivo: el fruto corresponde a la semilla.
Vive con los hombres como si Dios te estuviera viendo; habla con Dios como si los hombres te estuvieran oyendo.
Cree en su fidelidad: harás que sea fiel.
Es muy común acontecer justamente de quien vivió mucho haber vivido poco.
Si me apetece reír de un loco, no necesito ir a buscarlo muy lejos; me río de mí mismo.
Las cosas nos son elogiadas porque son deseables, sino deseadas porque son elogiadas.
Compórtate con tu inferior como te gustaría que tu superior se comportara contigo.
Siempre perdona a los otros, a ti nunca.
Muchas veces una pequeña oferta produce grandes efectos.
Cuando no podemos corregir alguna cosa, lo mejor es saber soportarla.
Donde hay grandes alturas hay grandes precipicios.
Quien decide un caso sin oír a la otra parte no puede ser considerado justo, aunque decida con justicia.