Política
Yo me niego a creer que un político, aun siendo el más dulce político, tenga algún sentido moral.
Hoy, el sujeto prefiere que le insulten a la madre a ser llamado reaccionario.
Soy reaccionario. Mi reacción es contra todo lo que no sirve. En muchos casos, la rabia contra el subdesarrollo es profesional. Unos mueren de hambre, otros viven de ella, con generosa abundancia. Antiguamente el silencio era de los imbéciles; hoy son los mejores los que enmudecen. El grito, el énfasis, el gesto, el puño cerrado, están con los idiotas de ambos sexos.
¡Cómo es marxista nuestra burguesía! Y no sólo la alta burguesía. Por todas partes sólo encontramos, sólo tropezamos con marxistas. Un turista que pase por aquí tendría que anotar en su cuadernillo: “Brasil tiene 100 millones de marxistas”.
D. Helder Câmara sólo mira el cielo para saber si lleva o no su paraguas.
El padre de marcha es hoy una orden tan definida, tan caracterizada como la de los benedictinos, los franciscanos, los dominicos o cualquier otra.
El cine es una manera fácil de ser intelectual sin leer y sin pensar. Pero no sólo el cine da un carnet de intelectual profundo. También el socialismo. Sí, el socialismo es otra manera bastante fácil de ser intelectual sin ligar dos ideas.
La mayor desgracia de la democracia es que ella aflora la fuerza numérica de los idiotas, que son la mayoría de la humanidad.
¡Ah, nuestros libertarios! Bien los conozco, bien los conozco. ¡Quieren la propia libertad! La de los otros no. Que se dañe la libertad ajena. Gritan contra todos los regímenes de fuerza, pero cada cual tiene en el bolsillo su dictadura.
El hombre sólo es feliz por lo superfluo. En el comunismo sólo se tiene lo esencial. ¡Qué cosa abominable y ridícula!
La libertad es más importante que el pan.
No hay nada más cretino y más cretinizante que la pasión política. Es la única pasión sin grandeza, la única que es capaz de imbecilizar al hombre.
Si los hechos son contra mí, peor para los hechos.
Toda unanimidad es burra.
Quien piensa con la unanimidad no necesita pensar.
Fútbol
El fútbol es pasional porque es jugado por el pobre ser humano.
Cada brasileño, vivo o muerto ya fue de Flamengo por un instante, por un día. Si Euclides da Cunha estuviese vivo habría preferido el Flamengo a Canudos para contar la historia del pueblo brasileño.
Muchas veces es la falta de carácter lo que decide un partido. No se hace literatura, política y fútbol con buenos sentimientos…
Se supone que todas las alegrías se parecen. Pero la verdad es que la alegría roja y negra no se parece con ninguna otra. No sé si es profunda o más dilacerada, o más santa. Sólo sé que es diferente.
Flamengo tiene más hinchada, ¡el Fluminense tiene más gente!
Grandes son los otros, Fluminense es enorme.
Yo os digo que el mejor equipo es el Fluminense. Y pueden decirme que los hechos prueban lo contrario, que os respondo: peor para los hechos.
Si Fluminense jugase en el cielo, me moriría para verlo jugar.
Puede identificarse un tricolor entre miles, entre millones. Él se distingue de los demás por una irradiación específica y deslumbrante.
Una hinchada no vale la pena por su expresión numérica. Ella vive e influye en el destino de las batallas por la fuerza del sentimiento. Y la torcida tricolor lleva un estandarte no perecible de pasión.
Ser tricolor no es una cuestión de gusto u opción, sino un acontecimiento de fondo metafísico, un arreglo cósmico al cual no se puede – y no se desea – huir.
Si queréis saber el futuro de Fluminense, mirad para su pasado. La historia tricolor traduce la predestinación para la gloria.
La Gran Guerra sería sólo el paisaje, sólo el fondo de nuestras botinadas. Mientras moría un mundo comenzaba otro, yo sólo veía Fluminense.
Fluminense nació con la vocación de eternidad… todo puede pasar… sólo el tricolor no pasará jamás.
Soy tricolor, siempre fui tricolor. Yo diría que ya era Fluminense en vidas pasadas, mucho antes de la presente encarnación.
En las situaciones de rutina, un hincha de fina estampa del Fluminense puede quedarse en casa abandonándose con la Revista de la Radio. Pero cuando el Fluminense necesita de número, acontece el suave milagro: los tricolores vivos, enfermos y muertos aparecen. Los vivos salen de sus casas, los enfermos de sus camas y los muertos de sus tumbas.