El matrimonio
El matrimonio no es culpable de nada. Nosotros somos los culpables de todo.
El marido no debe ser el último en saber. El marido no debe saber nunca.
En un matrimonio lo importante no es la esposa, es la suegra. Una esposa se limita a repetir las virtudes o defectos de la propia madre.
Desconfíe de la esposa amable, de la esposa cordial y gentil. La virtud es triste, ácida y neurasténica.
… El hombre desea sin amar, la mujer desea sin amor.
El amor entre marido y mujer es una gruesa bajeza. Es abyecto que un hombre desee a la madre de sus propios hijos.
Los hombres mentirían menos si las mujeres hicieran menos preguntas.
Las grandes convivencias están a un milímetro del tedio.
Sólo el cinismo redime un matrimonio. Es necesario mucho cinismo para que una pareja llegue a las bodas de plata.
El dinero compra hasta el amor verdadero.
La mujer
Toda mujer bonita lleva en sí, como una lesión del alma, el resentimiento. Es una resentida contra sí misma.
Un hijo, en una mujer, es una transformación. Hasta una cretina, cuando tiene un hijo, mejora.
En la mujer, ciertas edades constituyen, digamos, un afrodisíaco muy eficaz. Por ejemplo: ¡14 años!
La verdadera mujer rica tiene la aridez de tres desiertos.
Toda mujer bonita es una enamorada lesbiana de sí misma.
En la “mujer interesante”, la belleza es secundaria, irrelevante e incluso indeseable. La belleza interesa en los primeros quince días y muere en seguida en un insoportable tedio visual. Era necesario que alguien fuese de mujer en mujer anunciando: – “Ser bonita no interesa. ¡Sea interesante!”
No existe familia sin adúltera.
La adúltera es la más pura porque está salvada del deseo que se podría en ella.
Todo pasa, menos la adúltera. En los bares y en los velorios, en la esquina y en las farmacias, siempre hay alguien hablando de las señoras que traicionan. El amor exitoso no le interesa a nadie.
No a todas las mujeres les gusta ser golpeadas, ¡las neuróticas reaccionan!
O la mujer es fría o muerde. Sin dientes no hay amor posible.
La mujer ideal debe ser dama en la mesa y puta en la cama.
La prostituta sólo enloquece en casos excepcionales. La mujer honesta, sí, devorada por los propios escrúpulos, está siempre en el límite, en la implacable frontera.
El bikini es una desnudez peor que la desnudez.
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