Uno de los aspectos más inflexibles de nuestro inventario es nuestra idea de Dios. Ese aspecto es como un pegamento poderoso que prende el punto de encaje a su posición original. Para aglutinar otro mundo verdadero con otra gran faja de emanaciones, es necesario dar un paso obligatorio con el fin de aflojar todos los lazos del punto de encaje.
Ese paso es ver el molde del hombre. El molde del hombre es un inmenso haz de emanaciones en la gran porción de la vida orgánica. Es llamado molde del hombre porque ese haz aparece sólo en el interior del capullo del hombre. El molde del hombre es la porción de las emanaciones del Águila que los videntes pueden ver directamente sin ningún tipo de peligros para sí mismos.
El molde del hombre es un patrón de energía que sirve para estampar las cualidades de humanidad en una burbuja amorfa de materia biológica. Por una analogía mecánica se describe el molde como una matriz gigantesca que imprime a los seres humanos continuamente como si llegasen a ella por la correa transportadora de una línea de producción en masa. Cada especie tiene un molde propio, y cada individuo de cada especie, moldeado por el proceso, muestra características particulares de su propio tipo.
Los antiguos videntes, así como los místicos de nuestro mundo, tienen una cosa en común – fueron capaces de ver el molde del hombre, pero no de comprender de qué se trata. Los místicos, a través de los siglos, nos proporcionan relatos conmovedores de sus experiencias. Pero esos relatos, aunque bellos, son perjudicados por el grosero y desesperante engaño de creer que el molde del hombre sea un creador omnipotente y omnisciente; y así era la interpretación de los antiguos videntes, que llamaban al molde de los seres humanos espíritu amigable, protector y salvador del hombre.
Los nuevos videntes son los únicos que tienen la sobriedad de ver el molde del hombre y comprender lo que es. Lo que llegaron a percibir es que él no es un creador, sino el patrón de cada atributo humano sobre el cual podemos pensar y de algunos que no podemos ni siquiera concebir. El molde es nuestro Dios porque somos aquello con que nos estampa, y no porque nos creó de la nada y nos hizo a su imagen y semejanza. Caer de rodillas en la presencia del molde del hombre llega a la arrogancia y al egocentrismo humano.
La creencia de que Dios existe es basada en la fe, y como tal, una convicción de segunda mano que no suma nada; la creencia en la existencia de Dios es, como la de todas las personas, basada en oír y decir y no en el acto de ver. Aunque seas capaz de ver, estás destinado a cometer el mismo error que los místicos cometieron. Todos lo que ven el molde del hombre automáticamente presumen que se trata de Dios.
La experiencia mística es una visión casual, un acontecimiento fortuito que no tiene significado, porque es el resultado de un movimiento por casualidad del punto de encaje. Los nuevos videntes son, de hecho, los únicos que pueden emitir un juicio honesto sobre este asunto, porque eliminaron las visiones casuales y son capaces de ver el molde del hombre con la frecuencia que les apetezca.
Vieron, por lo tanto, que aquello que llamamos Dios es un prototipo estático de humanidad destituido de todo poder. Pues el molde del hombre no puede, bajo ninguna circunstancia, ayudarnos interviniendo a nuestro favor, o castigar nuestros errores, o recompensar de alguna manera. Somos simplemente el producto de su estampa; somos su impresión. El molde es exactamente lo que su nombre nos dice, un patrón, una forma, una matriz que da forma a un cierto puñado de elementos semejantes a fibras, que llamamos hombre.
La Barrera de la Percepción
Ahora, la única cosa que todavía te falta hacer para completar la explicación del dominio de la consciencia es quebrar solo la barrera de la percepción. Debes dislocar tu punto de encaje sin la ayuda de nadie. Y alinear otra gran faja de emanaciones. No hacerlo es transformar todo lo que aprendiste e hiciste conmigo en mera conversa, simples palabras. Y las palabras no valen casi nada.
Cuando el punto de encaje se está moviendo hacia fuera de su posición habitual y alcanza cierta profundidad, rompe una barrera que momentáneamente destruye tu capacidad de alinear emanaciones. Experimentamos eso como una laguna perceptiva. Los antiguos videntes llamaban a ese momento muro de neblina, porque una barrera de neblina aparece siempre que el alineamiento de las emanaciones falla.
Existen tres maneras de lidiar con eso. Podemos considerarlo de manera abstracta como una barrera de la percepción; puede ser sentido como el acto de atravesar con todo el cuerpo un panel de papel estirado; o puede ser visto como una pared de neblina.
Los ejercicios de aglutinar otros mundos permiten al punto de encaje ganar experiencia en moverse. La intención, o intento, es lo que hace al punto de encaje moverse.
El dominio de la consciencia es lo que da impulso al punto de encaje. Al final, nosotros, los seres humanos, somos en realidad bien poco; somos esencialmente un punto de encaje fijo en cierta posición. Nuestro enemigo y al mismo tiempo nuestro amigo es nuestro diálogo interno, nuestro inventario. Sé un guerrero; para tu diálogo interno; haz tu inventario y después descártalo. Los nuevos videntes hacen detallados inventarios y después se ríen de ellos. Sin el inventario el punto de encaje se torna libre.