El Camino de los Brujos

Publicado por Editor 14 de agosto de 2012

 

Todos tenemos una cantidad determinada de energía básica. Esa cantidad es nuestro total acervo energético y lo usamos todo para percibir y tratar con nuestro absorbente mundo. No hay más energía disponible para nosotros en ningún sitio, y como la energía de la cual disponemos está ya siendo usada en su totalidad, no nos queda ni un ápice para percepciones extraordinarias, como el ensueño.

Nos queda la tarea de rebuscar energía por donde se pueda. Los brujos reorganizan ingeniosamente la distribución de su energía básica, descartando cualquier cosa que consideren superflua en sus vidas. Llaman a este método «el camino de los brujos» o «el camino del guerrero». El camino de los brujos es, esencialmente, una cadena de conducta alternativa que se puede usar para tratar con el mundo diario; una conducta mucho más directa y eficiente que la conducta usual, expresamente diseñada para renovar nuestra energía, alterando nuestras reacciones básicas al hecho de estar vivos.

Hay dos maneras de encarar el hecho de estar vivos. Una es rindiéndose a él, ya sea resignándose a sus demandas o peleando contra ellas. La otra es moldeando lo particular de nuestra situación vital, a fin de hacerla encajar en nuestras propias configuraciones.

Cada uno de nosotros puede moldearla a la medida de nuestras especificaciones. Eso hacen los ensoñadores. Cuando los brujos hablan de moldear lo particular de la situación vital de uno, quieren decir moldear la conciencia de estar vivo. Al moldear esta conciencia, podemos obtener suficiente energía para llegar al cuerpo energético y sostenerlo. Con el cuerpo energético, sin lugar a dudas, podemos moldear la dirección y consecuencias totales de nuestras vidas.

Las Barreras de la Mente

No pienses solamente  acerca de lo que te dije, sino transforma esos conceptos, por medio de un proceso de repetición, en una forma factible de vida. Todo lo nuevo en nuestras vidas, tal como los conceptos de la brujería en la mía, debe ser repetido hasta el agotamiento si se quiere incorporarlo a nuestra cognición. La manera en que nuestros progenitores nos socializaron para funcionar en el mundo cotidiano fue a través de la repetición.

La atención de ensueño es el punto esencial del arte de ensoñar. A la mente le parece imposible que uno pueda entrenarse a sí mismo a estar consciente, al nivel de los sueños. El elemento activo de tal entrenamiento es la persistencia y la mente, con todas sus defensas racionales, no puede defenderse de la persistencia. Tarde o temprano, las barreras de la mente caen bajo su impacto, y la atención de ensueño florece.

A medida que ganamos mayor control sobre nuestros sueños, también aumentamos el control sobre nuestra atención de ensueño. La atención de ensueño entra en juego cuando se le llama, cuando se le da un propósito. Pero este acto de entrar en juego no ocurre de la manera en que uno normalmente entiende un proceso: un sistema de operaciones en curso, o una serie de acciones o funciones que llevan a un resultado final; más bien es un despertar. Algo que estaba inactivo, se convierte de repente en algo funcional.

Entrar en la segunda atención es lo que te da ese sentido de seguridad en ti mismo. Llegar a este nivel requiere aún más cordura de tu parte. Muévete despacio, pero no te detengas; y sobre todo, cállate la boca y actúa.

La parte difícil es romper la barrera inicial que nos impide creer que los sueños son parte de nuestro ser consciente: una barrera psicológica creada por nuestra socialización, la cual demanda hacer caso omiso de los sueños. Esa barrera es más que socialización. Es la primera compuerta del ensueño.

La primera compuerta del ensueño tiene que ver con el flujo de energía en el universo. Es un obstáculo natural. No estamos solos en el mundo. Digamos que para los ensoñadores, hay otros mundos disponibles; mundos completos. Algunas veces, entidades energéticas de esos otros mundos completos vienen a nosotros. La próxima vez que oigas durante tus sueños esa molesta insistencia, ponte enojadísimo y grítale que pare.

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