Carlos Castaneda – frases de don Juan Matus – Relatos de Poder – parte III

Publicado por Editor 5 de abril de 2019

Un guerrero siempre está listo. Ser guerrero no es el simple asunto de nomás querer serlo. Es más bien una lucha interminable que seguirá hasta el último instante de nuestras vidas. Nadie nace guerrero, exactamente igual que nadie nace siendo un ser razonable. Nosotros nos hacemos lo uno o lo otro.

Cada uno de nosotros es distinto, y por eso los detalles de nuestras luchas son distintos. Pero los pasos que seguimos para llegar al doble son los mismos. Sobre todo los primeros pasos, que son confusos e inciertos.

Ya ves, todos pasamos por las mismas dudas. Nos da miedo volvernos locos.

Tú mismo sabes que algo en el guerrero se da cuenta siempre de cada cambio. La meta del camino del guerrero es precisamente cultivar y mantener ese sentido de darse cuenta. El guerrero lo limpia, lo pule y lo tiene siempre funcionando.

Tú te das cuenta de todo sólo cuando piensas que así debes hacerlo; pero la condición de un guerrero, es darse cuenta de todo en todo momento.

Tenía razón. Hube de admitir hallarme al tanto de ese algo que en mí registraba y conocía todas mis acciones. No tenía nada que ver con la habitual con-ciencia de mí mismo. Era otra cosa que yo no podía precisar. – Es la voz de adentro que te dice qué es lo que es.

¡Cuidado! Un guerrero jamás baja la guardia. Si sigues así de feliz, vas a agotar el poco poer que te queda. Ponte de nuevo como eres. Duda de todo. Desconfía. Un guerrero muere a la mala. Su muerte debe luchar para llevárselo. El guerrero no se entrega ni aún a la muerte.

Como sabes, la clave de la brujería es el diálogo interno; esa es la llave que abre todo. Cuando un guerrero aprende a pararlo, todo se hace posible; se logran los planes más descabellados.

El mundo es así o asá, y tal y cual, sólo porque nosotros decimos que es de esa manera. Si paramos de decirnos que el mundo es tal y cual, el mundo dejará de ser tal y cual. En este momento, no creo que estés preparado para ese golpe monumental y, por lo tanto, debes comenzar a deshacer el mundo lentamente.

Tu problema es que confundes al mundo con lo que hacen las personas. Pero no eres el único. Todos nosotros hacemos eso. Las cosas que hacen las personas son escudos contra fuerzas que nos cercan; lo que hacemos como personas nos da conforto y nos hace sentir seguros; lo que las personas hacen es muy importante, pero sólo como escudo. Nunca aprendemos que las cosas que hacemos como personas son sólo escudos y dejamos que ellas dominen nuestras vidas. En verdad, yo diría que para la humanidad, aquello que hacen las personas es mayor y más importante que el propio mundo.

Todo el mundo está encerrado aquí… la vida, la muerte, personas, aliados y todo lo demás que nos cerca. El mundo es incomprensible. Nunca lo comprenderemos; nunca desvendaremos sus secretos. Por eso tenemos que tratarlo como él es, ¡un simple misterio!

Pero el hombre común no hace eso. El mundo nunca es misterio para él y, cuando llega a la vejez, está convencido de que no tiene nada más por qué vivir. Un viejo no agotó el mundo. Sólo agotó lo que las personas hacen. Pero en su estúpida confusión, cree que el mundo no tiene más misterios para él. ¡Qué precio triste se paga por nuestros escudos!

Un guerrero sabe de esa confusión y aprende a tratar las cosas correctamente. Las cosas que hacen las personas no pueden, de ninguna manera, ser más importantes que el mundo. Y así, el guerrero trata al mundo como un misterio insondable y lo que hacen las personas como una tremenda locura.

Un guerrero no puede quejarse ni lamentar nada. Su vida es un desafío interminable, y no hay modo de que los desafíos sean buenos o malos. Los desafíos son simplemente desafíos. La diferencia básica entre un hombre común y un guerrero es que un guerrero toma todo como un desafío, mientras un hombre ordinario toma todo como bendición o maldición.

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