¡Volviendo un poco antes!… Aplausos y críticas deben ser dados desde los tiempos idos de 1990, cuando la sociedad comienza a ensayar los programas de transferencia de renta. Surge en la academia y en el Senado de la República un implacable defensor, el economista Eduardo Suplicy, una voz tan insistente que terminó siendo llamado “senador del samba de una sola nota: programa de renta mínima”.
Es notable la contribución de un estudioso, brillante en la introducción de su Proyecto de Ley nº 80, de 1991, con el capítulo “La Construcción de una Política Económica Civilizada”. La preocupación del senador del PT (Partido de los Trabajadores) es con el desarrollo, con el trabajo y con la producción de riqueza.
No debemos atenernos a la condición de que el beneficiario deba tener entre 25, 21 o 18 años para el ingreso al programa, si es la Receta Federal, la Previsión Social, o las instituciones de crédito quienes administrarán la renta mínima. No necesitamos adentrarnos en las especificaciones que Suplicy adentra, según yo, exageradamente, huyendo tanto de la especificación de su conocimiento como del objeto de la materia legislativa.
Lo importante en la contribución de Suplicy es la esencia, es el principio siempre evocado por el senador: “…siempre será ventajoso para el ciudadano trabajar en relación a no trabajar”.
Suplicy tiene el cuidado y la sabiduría de anexar a la publicación de su proyecto algunas contribuciones que son verdaderos faroles que podrían estar iluminando las discusiones en torno del programa, tanto de los que critican como de los que lo defienden.
Es importante leer y reflexionar sobre las contribuciones del referido documento publicado en 1992. Una de ellas del diputado Pedro Tonelli dice: “el proyecto Suplicy… es la mudanza del enfoque en la concepción de un programa que responde al mismo tiempo al problema económico y al problema social…”. El profesor Lauro Campos, senador del PT) y después del PDT (Partido Democrático Trabalhista) del Distrito Federal dice: “El impuesto de renta negativo tiene la ventaja de ser directamente redistribuidor de la renta nacional, dispensando la mediación del gobierno” (subrayado mío).
También dijo el estimado Lauro Campos, citando “El capital” de Karl Marx: “La causa de las verdaderas crisis siempre será la pobreza y la limitación de la capacidad de consumo de la masa en frente a la capacidad de producción que se desarrolla (sobre-acumula)”, “como si la capacidad absoluta de consumo fuese su límite”.
Herbert de Souza, Betinho, en el documento “Distribución de Renta: Desarrollo y Democracia” agrega: “… Pensar en Desarrollo y Democracia en Brasil significa proponer concretamente formas de redistribución de la renta, sin la cual no habrá desarrollo ni democracia. Por eso, la iniciativa del Senador Suplicy proponiendo el impuesto de renta negativo solo puede merecer el apoyo de todos los que luchan por una sociedad nueva y apuestan efectivamente en el futuro”.
Otro documento, de Paulo Nogueira Batista Jr. y Carlos Eduardo Carvalho, publicado por el Instituto de Economía del Sector Público/Fundación del Desarrollo Administrativo IESP/FUNDAP con el título “Una Propuesta Innovadora para la Distribución de Renta en Brasil” agrega: “el impuesto de renta negativo busca reducir los efectos potencialmente desfavorables sobre la dedicación al trabajo y sobre la oferta de mano de obra, estableciendo los niveles de renta suplementaria de forma que estimule la búsqueda de mayor renta en el mercado laboral” (subrayado mío).
De la Universidad Estadual de Campinas, UNICAMP, vino la contribución de Sonia Miriam Draibe “De la Asistencia Social a los Programas de Renta Mínima Garantizada”: “… respondiendo a un derecho del ciudadano, la acción del Estado, independiente de cualquier condicionante que no sea la del propio estatuto de la ciudadanía del cual el beneficiario es portador, debe ser dispensada garantizadamente y, por definición, depurada de todas aquellas características negativas de concepción y forma de implementación…”
El senador Alfredo Campos del PMDB-MG (Partido do Movimiento Democrático Brasileiro en Minas Gerais) también participó del debate con el documento “Renta Mínima: Un Requisito para el Derecho al Trabajo”: “…si el País está dispuesto, por encima de todo, a encarar el problema de la miseria, es necesario una fuerte dosis de coraje al aceptar el doloroso hecho de que las personas en tal estado no están en condiciones de trabajar. Caer en la miseria significa también perder la condición de buscar empleo. Para empezar, no hay recursos para el transporte o para la presentación personal mínima que la búsqueda exige. Luego viene la inanición, con la consecuente pérdida de la capacidad de ir y venir, de trabajo y de la propia salud”.
Vale la pena reflexionar, leer y releer el debate que Suplicy provoca y sistematiza anexándolo a la publicación de su proyecto de ley. Queda claro, en el análisis de la esencia del proyecto, como en la contribución de todos los que lo comentan y en especial lo aplauden, que es íntima la relación entre renta mínima, incentivo al trabajo y combustión al crecimiento económico.
Con todo respeto: ¡los programas Bolsa Familia y Renta Mínima se convirtieron en hermanos siameses al revés!
El día 26 de octubre del año 2009, el Ministro Patrus Ananias en red nacional de comunicación afirmó que el programa Bolsa Familia tiene 12.400.000 (doce millones y cuatrocientos mil familias beneficiarias directas) y que 3.500.000 ya abandonaron el programa.
¿El gobierno dispone de una pesquisa “científica” sobre lo que aconteció con la vida de los que pasaron por el programa?
El gobierno está convocando a un nuevo registro hasta el fin del presente año. ¿Cuál es la relación costo-beneficio de este procedimiento?
Es inaceptable que hasta hoy la burocracia estatal no se haya dado cuenta de la inutilidad y del desperdicio de recursos que involucran el registro de servidores inactivos, pensionados o beneficiarios de programa sociales. Bastaría un sistema de cruzamiento con las notarías que emiten el certificado de óbito para que la principal razón de estos gastos irracionales se terminase.
Volviendo al programa de Renta Mínima del Senador Suplicy, no quiero ni puedo defender los niveles propuestos, ni las reglas o los mecanismos de administración del programa, incluso porque no fueron bien profundizados, no fueron testeados en la práctica y no están en el dominio del conocimiento específico de ese notable economista de la Fundación Getúlio Vargas de São Paulo.
Quiero, con vehemencia y conocimiento técnico-profesional en el campo del Servicio Social y de la administración pública municipal, estatal y federal, defender algunos principios en la búsqueda de la superación lógica del incentivo al consumo en la que su programa es comúnmente encuadrado revelando un análisis rápido y poco cuidadoso.
Es necesario observar el espíritu que mueve a Suplicy y a muchos de los que se enfilaron en la consideración y contribución al programa, tanto en el Congreso como en la sociedad. Si no tuviésemos tantos oídos sordos, Brasil ciertamente sería otro desde 1992.
La política social fundada en esos principios, en la concepción filosófica, en los marcos teóricos ahí expuestos y especialmente por la vinculación y tratamiento que no opone entre sí a lo social y a lo económico, habría palanqueado un crecimiento económico a partir de la liberación de las energías productivas y de los propios excluidos, de su medio familiar y comunitario. “Los fundamentos de la naturaleza humana son idénticos” (I Ching). Nadie quiere convivir con el fantasma del miedo a la pérdida y con el dolor de la humillación.
Hay un momento en que el espíritu nos empuja a buscar más allá de la apariencia, así nos enseñaba el eminente profesor de Teoría Sociológica Otavio Ianni que sacudió las Ciencias Sociales y el Servicio Social de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo en los años 70. Ianni dirigía la atención al gran filósofo Karel Kosik cuando afirma “la apariencia revela, pero al mismo tiempo esconde”.
¿Qué revela el programa Bolsa Familia? ¿Qué esconde el Bolsa Familia?
Dejemos esta respuesta para después o para el lector.
El programa de Renta Mínima de Eduardo Suplicy revela y esconde una verdadera revolución en la forma de concebir la política social y la coloca como inductora del crecimiento económico.
Veamos, al repasar algunos puntos relevantes en esta afirmación en que se verifica el primado del valor del trabajo confirmado por las propias palabras del senador autor del proyecto.
“… me gustaría que ustedes pensasen en el concepto de renta mínima garantizada, que sería pagada a cada persona que no tuviese rendimiento hasta cierto nivel, digamos 50 cruzeiros. La persona tendría derecho de recibir en la forma de tasación negativa, en una proporción de 50% sobre la diferencia entre su rendimiento y el nivel definido como mínimo, para que siempre haya incentivo al trabajo” (subrayado mío), ”Programa de Garantía de Renta Mínima”…, pág. 20.
La preocupación en cohibir el uso político electoral está presente, contagia y motiva el debate, tanto en las palabras del autor del proyecto como en sus muchos entusiastas.
El gran senador gaúcho José Paulo Bisol luchó para que la erradicación de la pobreza pasase a ser el objetivo fundamental de nuestro país, conforme a la propuesta del artículo 3º de la Constitución Federal. Él se empeñó junto a otros notables intelectuales y economistas con sensibilidad social como Walter Barelli y Paul Singer, haciendo coro a Antonio María da Silveira, de la Fundación Getúlio Vargas FGV, que desde 1975 defiende la introducción de la política de renta mínima en Brasil de “manera original, pues estaría combinada con la inyección de una nueva moneda en la economía, de aquella cantidad de moneda que normalmente sería agregada para acompañar el aumento de la producción (subrayado mío), pág. 29.