Tenemos el poder de crear dentro de nosotros un mundo interior. Con los ojos cerrados y en silencio, podemos zambullirnos con intensidad en hechos de nuestra vida que pasaron hace muchos años y reverlos con bastante claridad y, a veces, con fuerte emoción. Tenemos todo un mundo interior que puede ser así despertado y que contiene, con mayor o menor claridad y nitidez, dependiendo de la persona, toda nuestra historia de vida.
Cuando leemos un romance, acompañamos con la imaginación toda la descripción que el autor hace de los objetos, paisajes, personas y de los diálogos. Tenemos que crear dentro nuestro una película, un escenario vivo con personajes, si lo que queremos es disfrutar plenamente aquello que leemos.
Cuando sentimos deseos por aquello que nunca vivimos, construimos escenas de nosotros mismos dentro de aquella situación, o junto a aquella persona. Usamos el poder de imaginación y de raciocinio, y fantaseamos con el placer y la alegría que suponemos que iremos a experimentar.
Cuando tenemos miedo del futuro usamos nuevamente esta misma capacidad de crear un mundo interior a través de la imaginación y del raciocinio, sólo que esta vez creamos una pesadilla, un escenario de horror, con mayor o menor intensidad.
Durante la infancia y la juventud tenemos deseos intensos y abundantes. El mundo es un desconocido para ser desbravado y el espíritu de aventura está vivo en nosotros, en mayor o menor medida. A medida que los años pasan, el número de deseos realizados aumenta, experimentamos fracasos y decepciones. Existe la decepción porque no obtuvimos lo que deseábamos y existe la decepción porque aquello que deseábamos y que ahora tenemos, no es tan bueno como imaginábamos.
Es mucho más frecuente encontrar personas jóvenes optimistas y entusiasmadas que entre aquellos de mediana edad o ya mayores. En estos no es raro encontrar pesimismo, la apatía o miedo del futuro.
A veces tememos tanto una situación que no logramos percibirla con claridad. Lo que temíamos llegó. Estamos aterrorizados. Puede ser una enfermedad, desempleo o un período de soledad en la vida afectiva. Existen situaciones que son temporales, otras vienen para quedarse. Otras, no sabemos si será temporal, duradera o permanente.
Tomemos como ejemplo un período indeseado de soledad en la vida amorosa. Sea porque terminamos una relación larga que no deseábamos más y que ya había agotado su poder nutritivo en nosotros, sea porque alguien que amábamos mucho nos abandonó. ¿Será que la soledad afectiva es insoportable o es la fantasía de que va a durar para siempre que la torna insoportable? Si yo estoy casado, o dentro de un noviazgo estable, puede acontecer que mi pareja por motivos inevitables tenga que pasar uno o dos meses en otra ciudad o en otro país. Si es una persona con la cual me siento seguro, el período de soledad puede ser relativamente fácil de soportar, porque “sé” que será temporal. Puedo hacer una cuenta regresiva hasta que se produzca el reencuentro. Puedo usar este período para reencontrar amigos con los que generalmente no tengo mucho tiempo para compartir o hacer pequeños programas que si mi pareja estuviese presente, no le gustaría que yo hiciese, se sentiría con celos o quizás abandonado.
Dentro de toda esta situación, nos quedamos tranquilos porque fantaseamos un futuro favorable. Es sólo una fantasía, un futuro probable, pero nunca garantizado. Pero como no estamos con miedo, podemos disfrutar cada día. Puede ser que nuestro amor nunca vuelva, puede ser que muramos antes de que vuelva. Pero como no tenemos buenos motivos para desconfiar o estar con miedo, podemos ser felices mientras esperamos su retorno.
Volvamos entonces a la persona que se encuentra sola en la vida afectiva. Puede ser que se quede sola durante un mes, durante un año o por muchos años hasta que surja una nueva pareja. Va a depender del tipo de fantasía sobre el futuro y de la capacidad que se tenga de disfrutar el presente el grado de sufrimiento o de alegría que se experimentará en la situación. Comúnmente somos dramáticos: “Es imposible ser feliz solo”. “Nunca más voy a encontrar un nuevo amor de verdad”. “Mi vida va a ser un infierno, vacía y amarga si no encuentro a alguien luego”.
¿Será que existe algún ser humano adulto que nunca se sintió realmente feliz estando solo por algunas horas, leyendo un libro, viendo una película, escribiendo una carta, conversando con algún amigo o pariente, estudiando, pintando, o envuelto en alguna actividad recreativa como coser, bordar, caminar, ver fotos, arreglar algo o recordar momentos felices de su historia?
Cuando estamos con miedo, llenos de fantasías catastróficas sobre el futuro, con frecuencia nos comportamos como un niño con pataleta: “Quiero porque quiero, tiene que ser luego o si no, no voy a aguantar”.
Si estamos con miedo del futuro a largo plazo, tenemos que cambiar el foco. Ir día por día. ¿Qué puedo hacer hoy para distraerme, alegrarme y entretenerme? ¿Cómo puedo hoy buscar algo que alimente mi alma y me ayude en mi crecimiento personal? Tal vez mañana pueda ser un día óptimo. Pueden acontecer eventos inesperados o puedo volver a encontrar actividades o personas que sean agradables. Día por día. Mire alrededor, piense, recuerde: ¿Qué era lo que me gustaba hacer que me hacía feliz y hace tiempo que no disfruto?
Frecuentemente acontece cuando tenemos una relación amorosa estable y de larga duración que nos cansamos un poco de la persona, deseamos un tiempo para hacer cosas a solas o con otras personas. Vivir con alguien es agotador si estamos obligados a estar pegados a la persona todo el tiempo. Aquí vemos cómo tenemos la capacidad de disfrutar la vida con alegría fuera de la relación amorosa.
Paciencia, buena voluntad, una apuesta optimista en el futuro, focalizar el presente, valorar las amistades y crear pasatiempos interesantes o creativos, son recursos simples al alcance de casi todos nosotros que pueden hacer una gran diferencia cuando estamos solos. Es sorprendente, pero es verdad: a veces podemos ser muy feliz estando solo…