Secretos

Publicado por Carlos Bitencourt Almeida 1 de marzo de 2010

Segredos

Existe una ética del secreto. El sacerdote, el médico o el psicólogo, están obligados al sigilo profesional. A no ser en casos excepcionales y de extrema gravedad, no se transmitirá aquello que se sabe sobre la intimidad de aquél que confía en él. En las relaciones sociales, la necesidad del secreto también se impone. Si un amigo confía en nosotros, él espera que no vayamos a salir comentando por ahí lo que oímos. Si un niño nos pregunta sobre algo que no necesita saber, o no debe, o no es el momento, es necesario que sepamos callar. También existen nuestros secretos personales. No tenemos la obligación de revelar nuestra intimidad a personas curiosas, indiscretas o intrigantes. Aún en las relaciones íntimas no siempre es posible o deseable decir todo, ya sea sobre terceros o sobre nosotros mismos. Amar a alguien no quiere decir que tenemos la obligación de revelar todo sobre lo que pensamos, sentimos o deseamos. Confiar en alguien es inseparable de sentirse libre para callar.

Tal vez sea desagradable de oír pero es necesario usar palabras claras. Cuando hablamos de sigilo, secreto, omitir, desviar el asunto, estamos hablando del arte de mentir. Existe una mentira que es ética. La vida sería mucho más simple si reglas como “no mentir” se pudieran aplicar libremente, sin discriminación. A veces para ser honesto y ético, es necesario callar, omitir, desviar el asunto o mentir. Es necesario desarrollar un sentido de valores más sutil. Es en la calidad de nuestra motivación y de nuestras intenciones que revelamos nuestro nivel ético. Y de la misma forma que existe la mentira ética, existe la sinceridad cruel. Decir la verdad, en ciertas situaciones, es una forma de agredir, destruir o vengarse.

Por otro lado, se necesita saber que en las relaciones íntimas nada queda completamente oculto. No existe el actor perfecto ni la mentira perfecta. Cuando omitimos o mentimos, aquél que nos oye, si es atento y sensible, percibe algo diferente en el aire. Nuestra expresión facial, nuestro tono de voz, nuestra temperatura corporal y nuestra mirada, se modifican cuando omitimos o mentimos. Si un niño es adoptado y sus padres adoptivos no le revelan esto, el secreto va a estar en el aire. Él pesará sobre el niño. Cuanto mayor sea el número de personas que sepan, mayor será el peso que él tendrá que soportar. Este secreto podrá afectar emocionalmente al niño de modo mucho más nocivo que la verdad. Si uno de los padres tiene una enfermedad grave, o está profundamente perturbado emocionalmente por algún motivo, y los hijos no saben nada, aún así el niño va a reaccionar. Tendrá pesadillas, estará medroso, inseguro o quizás agresivo. Su desempeño escolar puede empeorar, puede tener enfermedades corporales. Omitir o mentir puede ser necesario, pero tiene un precio.

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