En respuesta a la lectora Mariana Porto.
Conocí a una joven mujer, que en esa época tenía más de 80 años, que se había casado tardíamente, después de la edad en que podía tener hijos. Después de unos años de matrimonio descubrió que su marido tenía una amante y que a lo largo de los años tuvo algunos hijos con ella. El matrimonio sobrevivió sin tornarse nunca destructivo. Ella me dijo: “Esta mujer le dio los hijos que él quería tener y que yo no le podía dar”. Están casados hace más de treinta años y la relación entre ambos permanece constructiva. Se siente amada y respetada, disfruta lo que su esposo le puede ofrecer y no le exige lo que él no puede dar. Es una persona alegre, leve. Llena de gratitud por la vida, aunque su juventud no fue nada fácil. Yo la llamo mujer joven de más de 80 años porque consiguió lo que pocos consiguen: mantenerse joven a pesar del envejecimiento corporal.
Conozco a otra pareja que se separó después de haber tenido hijos y haber estado juntos muchos años. Vivieron muchos años distanciados, tuvieron relaciones erótico-afectivas de larga duración con otras personas y después volvieron a vivir juntos. Están nuevamente juntos hace muchos años y en armonía.
Un tercer ejemplo: una pareja vivió muchos años juntos. Viviendo en la misma casa, se rompió el lazo erótico entre ellos por varios años y se enamoraron de otras personas. Después de algunos años volvieron a vivir como marido y mujer.
Di tres ejemplos extremos y tal vez chocantes de matrimonios que fueron salvados y sobrevivieron constructivamente. ¿Es posible salvar un matrimonio en crisis? A veces sí, aunque el camino puede resultar bastante accidentado.
Usted me pregunta sobre almas gemelas. Yo prefiero usar otros términos. Existen encuentros entre hombre y mujer que despiertan emociones profundas, una intensa vivencia de reconocimiento, de reencuentro o una sólida certeza de un antiguo lazo de amor feliz que viene del misterio. Hay personas que jamás experimentan esto. Otras solo una vez en la vida y otras viven encuentros así con varias personas a lo largo de la vida. Es una bendición. Un regalo que la vida nos da.
Esto no quiere decir que nos debemos casar con esta persona o que estando casados con ella debemos permanecer para siempre con ella obligados por el karma. La alegría de amar puede ser vivida de varias maneras. Creo que esta vivencia, cuando es auténtica, revela un lazo de amor que dura para siempre. Significa entonces ser fiel a este amor a lo largo de la vida, manteniéndose abierto para acoger, proteger, convivir y apoyar a esta persona. Amor y responsabilidad van de la mano. Nada nos obliga. Yo amo y quiero el bien de esta persona. Quiero, si es posible que esté cerca de mí. Porque si ella está junto a mí, es porque la hago feliz y se siente bien.
Si yo siento este vínculo profundo con algunas personas, no hay como casarse con todas. Pueden ser amores sucesivos. El fin del lazo de amor erótico no necesita traducirse en rabia o indiferencia. Puede ser una amistad auténtica. Es raro encontrarse con esto pero no es imposible.
Queremos estabilidad, certeza y un futuro garantizado en el campo de los lazos amorosos entre hombre y mujer. Pero vivir es peligroso. La vida da y quita. Somos intensamente felices con alguien por un largo período de tiempo y después lo perdemos o nuestro deseo de mantener el vínculo se modifica. Por extraño que pueda parecer, es dentro de nosotros mismos que podemos encontrar seguridad, estabilidad, certeza y confianza. Es por una búsqueda interior incesante que podemos descubrir bases espirituales inquebrantables. La vida alrededor nuestro es siempre movimiento, flujo, ir y venir, ganar y perder. Pero puede ser vivida con gratitud y alegría, a pesar de todo el sufrimiento que a veces tenemos que soportar. Tal vez una de las mayores alegrías en la vida sea el ser capaz de mirar la propia historia y sentirse liviano. Sentir que el sufrimiento o fue irrelevante y superficial o entonces que germinó dando frutos positivos, sabiduría y dulzura interior.