Consciente o inconscientemente buscamos el placer, la alegría, la felicidad y la plenitud. Para quien tiene coraje y se lanza a la vida con atención e interés, la vida lo alimenta. Pero el contrapunto de sufrimiento, dolor, tristeza, miedo, frustración, vacío, tedio, amargura, también existe. ¿Dónde está el puerto seguro, el gran amor que nos hará para siempre felices, la realización profesional que justificará todos nuestros esfuerzos? ¿Serán solo quimeras, espejismos, dulces ilusiones que la vida se encarga de destruir?
Aquél que busca lo permanente, la base estable, percibe que la vida fluctúa sobre el agua. Dentro del barco un movimiento en falso te lanzará dentro del agua. La vida no nos da descansos largos. Es incansable. Siempre exige de nosotros nuevos esfuerzos. La dulzura de la novedad, el encanto de un descubrimiento es seguido por un mar intenso de repeticiones. La novedad pasa y se torna familiar, normal, agradable, pero ya sin la intensidad explosiva de lo nuevo.
Cuánta creatividad en una búsqueda incesante necesitamos tener para reencontrar lo nuevo, el descubrimiento, el frescor intenso de la belleza que se revela ante nosotros a medida que ganamos edad, en que décadas de vida van acumulándose en nuestra memoria y en nuestro cuerpo. Quien no hace esto, quien fracasa en este esfuerzo, envejece, logra la triste estabilidad de los derrotados, de los amargos, de los depresivos, de aquél que cree que la vida es una gran ilusión, que todo es vanidad, que la felicidad, el amor, no pasa de un deseo inalcanzable. La estabilidad negativa es fácil. Es muy frecuente que encontremos personas, principalmente a partir de la media edad, de los cuarenta años, que están firmes, estables, seguros dentro de la tristeza, del tedio, del desánimo y de la aridez. Se sienten vacíos, desanimados, creen que su tiempo de ser feliz ya pasó y ya no esperan nada de las décadas que vendrán.
La vida exige de nosotros mucha ambición, la actitud de un minero artesanal. Con avidez revolver una tonelada de tierra para encontrar una pequeña pepita de oro. Si somos capaces de tener esta actitud no vamos a envejecer. El cuerpo gana años, pero la alegría del niño descubriendo el mundo puede ser nuestra.
Existen personas que se amargan de modo permanente porque no encuentran en el amor erótico aquello que soñaron. Un día estaban enamorados y después de años de convivencia, la persona que un día fue un príncipe encantado, hoy es fuente de decepciones constantes. Incluso dos personas que se amaron profundamente, que fueron intensamente felices juntas por meses o algunos años, pueden descubrir que amar no basta, que la convivencia íntima, cotidiana, trae cuestiones, imposibilidades de convivencia, que sofocan y vuelven impotente el dulce e intenso amor de los primeros años de la relación.
¿Será que esto significa que no existió el amor de verdad? ¿Será que todo fue un sueño que no resistió al test de la realidad? El hecho de existir amor verdadero entre un hombre y una mujer no significa que este amor es suficiente para resolver todas las dificultades, roces e incompatibilidades que la convivencia cotidiana impone. El amor puede ser verdadero pero no tiene potencia ilimitada. Tal vez convivir menos, tal vez vivir en casas separadas, tal vez romper la relación sea inevitable. ¿Es esto un fracaso del amor? Sí y no. Si yo fui feliz con alguien, intensa y profundamente, o de modo dulce, suave y calmo, durante un año, cinco años, diez años, es un amor que generó frutos, piedras preciosas de alegría que vivirán para siempre dentro de mí.
El amor puede durar no solo en la permanencia de la convivencia cotidiana, sino también en la gratitud por alguien con quien fui feliz por meses o años. Puede no durar más como amor apasionado y erótico, pero puede sobrevivir como amistad íntima o entonces simplemente como un bienquerer que sobrevive dentro de nosotros en la distancia, mezclado con gratitud, alegría y tristeza por no haber durado tanto tiempo como nos gustaría.
Para ser “felices para siempre” es necesario conservar la disposición de recomenzar. ¿Surgirá un nuevo amor? Tal vez… Pero solo para quien tenga la disposición de disfrutar con alegría las cosas buenas que tiene la vida, lo que cada persona nos puede traer de alegría, consuelo – horas, días o meses de convivencia feliz. Durando días o años, cada nuevo amor puede hacernos “felices para siempre”. Permanece vivo dentro de nosotros si sabemos extraer el veneno del deseo frustrado, de las decepciones, del dolor de la pérdida y del abandono.
Si no hay un nuevo amor, pero conservamos nuestra actitud de minero, podemos descubrir personas nuevas, libros, música, actividades, paseos, películas, que por horas, días o meses puedan darnos pepitas de alegría y encantamiento. La vida es flujo. Inestable, variada, llena de sacudidas, siempre en movimiento. Nuestra alegría estable vendrá de nuestra capacidad de siempre recomenzar con una mirada encantada y apasionada.