Cuando un hombre y una mujer se envuelven de modo duradero, a veces tienen que enfrentar muchos obstáculos. Puede ocurrir que la familia de uno o de otro sea contraria a la relación. Los horarios de trabajo de ambos son poco compatibles. Hijos de matrimonios anteriores frecuentemente colocan o dificultades o obstáculos que deben ser bien administrados.
Existen también las dificultades que se derivan de las diferencias de personalidad. Uno es extrovertido y le gusta la vida social, el otro es tímido y no le agrada estar en medio de mucha gente. A uno le gustan más los viajes y el otro es más quieto, más casero. Uno adora los niños y al otro no le importan. Uno adora el orden, el otro es desordenado.
Algunas veces, en el esfuerzo de salvar o mantener una relación, la persona hace muchos sacrificios. Renuncia a la relación con los amigos, o pasa a ver menos a su familia, o pide dimisión del empleo, o se cambia de ciudad y tiene que recomenzar su vida social y profesional en un ambiente totalmente nuevo.
La persona que se sacrifica, que hace muchas mudanzas en su vida para adaptarse al otro, no siempre encuentra que valió la pena. A veces siente que su pareja no valora lo suficiente lo que hizo. Se queda resentida, dolida, se siente menos amada de lo que le gustaría. “Yo hice tanto por nosotros, por amarte y tú no valoras, no retribuyes, no te esfuerzas por atender mis necesidades y deseos”.
Es importante percibir que cuando hacemos sacrificios para estar con alguien, para adaptarnos al modo de ser o a las circunstancias de vida del otro, en realidad hacemos todo eso por nosotros mismos. Nosotros queremos ser felices con esa persona. Tenemos la esperanza que estos sacrificios van a valer la pena. Que el lucro será mejor que el prejuicio. Esperamos que ella retribuya en la misma medida, o que entonces exprese por nosotros una profunda gratitud, reconocimiento y afecto.
Si la relación está desequilibrada, uno invierte mucho y el otro poco. Es necesario restablecer el equilibrio. Que aquél que hizo muchos sacrificios retome su vida, cuide de sus intereses fuera de la relación, descubra alegrías fuera de la relación: amistades, trabajo, arte, paseos, actividad física, estudio, etc. Cuando deseamos a alguien con mucha intensidad nos tornamos pesados. Podemos sofocar al otro con nuestras expectativas. Cuando somos más independientes, cuando tenemos otras alegrías fuera de la relación, nos ponemos livianos, menos carentes. Ahí, el dar y el recibir se vuelve más armonioso y equilibrado.