La vida es desobediente a nuestros deseos. Rara vez tenemos exactamente aquello que deseamos, y si lo tenemos, con frecuencia viene la constatación: “¿Es sólo esto? Pensé que sería mejor, que me iba a dar más alegría”. Puedo tener un empleo razonable, que alcanza para mantenerse mucho mejor que otros que tuve en el pasado. Pero puedo estar desmotivado, insatisfecho o irritado. “Esto no es lo que yo quería, merezco algo mejor. Ya que ellos fingen que me pagan, yo voy a fingir que trabajo”. Y pueden pasar años o décadas dentro de ese estado de ánimo. Muchos consideran que estar insatisfecho, irritado, vivir criticando y reclamando es una señal de inteligencia, independencia y lucidez.
Tiene derecho a criticar el que puede probar que sabe hacerlo mejor. Es fácil apuntar el defecto, lo difícil es ser competente. Aquél que quiere ser competente aprovecha lo que tiene a la mano para aprender, para mejorarse y adquirir nuevas habilidades. Mientras no logra las condiciones de trabajo que considera más adecuadas a su vocación, aprovecha el tiempo de un modo constructivo. Se construye a sí mismo sin quedarse estancado. Busca desafíos en las tareas de cada día, aunque esto le cueste o aunque la tarea sea antipática o monótona. Vivir insatisfecho, criticando a todos, puede ser una forma de pereza. Es el manto de una falsa inteligencia que oculta la propia inercia, la incompetencia y la envidia.
Vamos ahora para el lado opuesto. Existen personas, aunque son raras, a quienes les gusta ser útiles, ayudar y contribuir para el bienestar y felicidad de las personas. Hay personas que son así por carencia, o sea, porque quieren ser amadas. Pero también existen aquellos que son sinceros y que encuentran la alegría en el propio acto de ser útil. Sin embargo, aquí también la pereza está al asecho. Puedo ayudar a que otros crezcan enseñando lo que ya sé, aquello que es fácil para mí. Sin duda alguna, esto es útil, pero puede estar aconteciendo que la persona que le enseña a otra a crecer esté estancada. Estimulo a que el otro crezca, pero yo mismo paré de crecer, vivo de lo que ya sé. Puedo refugiarme en la idea consoladora de que estoy siendo útil, para huir de la percepción de que mi vida interior se detuvo en el tiempo. La pereza puede estar oculta dentro de una vida útil.
Quien quiera transmitir entusiasmo, coraje, alegría de vivir y capacidad de enfrentar obstáculos, necesita estar irradiando esto. Puedo enseñar lo que me es fácil, pero en otras áreas de mi vida enfrento lo que es difícil, busco el crecimiento. De este modo enseño y aprendo, estimulo el crecimiento y continúo creciendo. Enseño a través de lo que ya sé y también a través del ejemplo de mantenerme activo, intenso, viviendo la alegría de vencer desafíos cada día.