Peligros en la Adolescencia – parte 2

Publicado por Carlos Bitencourt Almeida 23 de febrero de 2011

He visto muchas veces que el hijo de padres separados que va a vivir con el padre ausente hasta entonces, frecuentemente volverá a vivir con la madre. Va, se queda unos pocos o muchos meses, y después quiere volver. O entonces se queda alternando, uno o dos años con uno, después con el otro. Si la madre logra no quedar muy sentida, o si logra perdonarlo por ser “infiel e ingrato” las cosas se facilitan. Si logra comprender que el joven saludable necesita y debe conocer el mundo por experiencia propia, tal vez pueda lidiar con la situación con más liviandad y cariño. A veces el padre ausente se apega sentimentalmente más fácil al hijo o hija adolescente. Al final, ya son mucho más autónomos, dan mucho menos trabajo que un niño pequeño. La madre hizo el trabajo pesado y ahora el padre es el héroe… La dura verdad es que todos nosotros queremos, cuando niños o jóvenes, tener padre y madre, establecer una relación más o menos íntima con los dos, porque lo que se irradia para el hijo a partir del padre o de la madre es totalmente diferente. Nadie logrará ser padre y madre de un hijo o hija. Si el padre o la madre son pésimos o ya fallecidos, habrá una carencia, un vacío cuyo relleno será buscado en otras relaciones.

Los padres que tienen hijas frecuentemente se aterrorizan delante de la posibilidad de que su hija tenga una vida sexual precoz y quede embarazada. Intentan vigilarla al máximo, postergar el momento de su primer noviazgo, evitar que salga a solas con el novio o que duerma en la casa de amigas. Preocupación valorable, ya que es un hecho que el embarazo precoz marcará a su hija para siempre, impondrá un estilo de vida adulto para quien aún no lo es, cerrará o postergará por un largo tiempo posibilidades de vida profesional o incluso cortará en su inicio un gran número de vivencias juveniles de viajes y amistades, de las cuales una madre precoz quedará excluida.

Los padres tienen que encarar una dura realidad. Pueden elegir el futuro de sus hijos sólo en una medida muy limitada. Por más que aconsejen, prohíban o vigilen, el joven terminará haciendo lo que quiere, o incluso justo lo que los padres no quieren que haga sólo por provocar, para probar que es libre y que nadie lo manda.

En frente de este hecho irrefutable es necesario adoptar una estrategia de guerra: ya que no es posible derrotar al enemigo, es mejor aliarse a él. La posición de autoridad severa o benevolente necesaria en la infancia necesita de a poco ser substituida por una actitud amistosa, de compañerismo, aliados en una causa común. El joven se beneficiará si siente que sus decisiones serán respetadas, aun cuando los padres no concuerden con el camino que él quiere seguir. No estoy hablando de apoyo financiero para proyectos absurdos. En este aspecto, muchas veces es necesario que el joven perciba concretamente que un adulto independiente es quien tiene la capacidad de sustentarse. Independiente es quien gana su propio dinero.

Pero en su vida erótica, en las amistades, en los viajes que no impliquen grandes gastos, será mejor para ambos si el joven pude dar la palabra final y tener el apoyo necesario de los padres para no meterse en problemas, o que una vez que esté en apuros, tenga la confianza suficiente en sus padres para recurrir a ellos para suavizar los problemas en que se metió. No esa actitud moralista que castiga y humilla, sino la actitud de amigo fraterno que percibe el error pero se queda firme al lado de la persona, intentando atenuar el sufrimiento o minimizar el desenlace negativo.

Cuanto más los hijos crecen en edad, durante y después de la adolescencia, la relación autoritaria tendrá que transformarse en algo amistoso, en una amistad más o menos íntima, dependiendo del grado de afinidad entre padres e hijos. Si esto no fuese hecho, sólo restarán con el tiempo relaciones formales, frías, distantes y ceremoniosas. O entonces cobranzas y recriminaciones de un o de ambos lados.

Si de hecho existe amor entre padres e hijos es necesario que este amor crezca junto con el crecimiento en edad. Si en el inicio los hijos dependen por completo de los padres, con el tiempo se tornan adultos, iguales entre sí. A veces acontece que el hijo, aunque sea mucho más joven, sea fuente de aprendizaje e inspiración para los padres. Si existe esta flexibilidad por parte de los padres, si son capaces de ver en el hijo joven o adulto a alguien que puede ser tan lúcido, sabio y amoroso como ellos, entonces esta relación puede mantenerse íntima y crecer por el resto de sus vidas.

banner

Fundação Metro

¡Haga clic aquí!