Padres e Hijos

Publicado por Carlos Bitencourt Almeida 13 de octubre de 2011

Entre padres e hijos se forman lazos afectivos. El modo en que un niño necesita de sus padres es diferente al de un adolescente. En la vida adulta otro tipo de vínculo se hace posible. Tanto padres como hijos a veces tienen dificultades para hacer la transición de una etapa para otra. En un cierto sentido nosotros tenemos que aprender a dejar de ser hijos. Si esto no acontece estamos emocionalmente enfermos. Si la relación entre padres e hijos, después de una cierta edad, no se torna la relación entre dos personas independientes y adultas, algo va mal. Encontramos hijos adultos que se comportan con sus padres como parásitos perpetuos. Siempre chupando, siempre pidiendo, exigiendo, reclamando, queriendo recibir más y más. Lo que fue normal y correcto en la infancia cuando se prolonga en la vida adulta se vuelve enfermizo, mezquino.

El hijo, cuando niño, adolescente, necesita emocionalmente de sus padres. Acostumbramos a decir que él ama a sus padres. En realidad, sólo podemos tener claridad de que alguien nos ama verdaderamente cuando esta persona no depende de nosotros, no nos necesita. Ahí sí podemos ver si ella aprecia nuestra compañía, o si ella es capaz de ser generosa y preocuparse de una forma genuina con nuestro bienestar. Y es una dura realidad constatar a veces que el hijo adulto no ama a sus padres, sólo los usa y les saca provecho.

Por otro lado hay padres que no quieren que sus hijos sean adultos. Quieren ser obedecidos como si sus hijos fueran todavía niños. Quieren imponer sus valores morales, su religión, etc. Quieren elegir la persona con que el hijo o la hija va a relacionarse, o quieren que el hijo ejerza determinada profesión. Los padres también a partir de una cierta edad de sus hijos necesitan aprender a dejar de ser padres. Si la relación no se transforma gradualmente en una amistad, o los hijos van a evitar la compañía de los padres o entonces los hijos va a enfermarse emocionalmente. Eternos niños dependientes. Adultos en el tamaño, pero seres humanos atrofiados.

Para que los padres consigan dar este paso, o sea, aprender a dejar de ser padres, es fundamental que cultiven una vida propia, que tengan otros intereses en la vida aparte de ser padres o madres. Así, cuando lleguen a la edad de “jubilar” de la función de padres, su vida no estará vacía, pues tendrán otros intereses nutritivos, otras alegrías.

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