Cuanto mayor es nuestro ideal moral, mayor puede ser el dolor de percibirnos dentro de nuestros sentimientos e impulsos opuestos a aquello que anhelamos. Aquél que aspira a ser honesto y verdadero puede quedar en shock en los momentos en que no logra dejar de mentir. Aquél que cree en la bondad, en la tolerancia y en la paciencia, puede sufrir al percibir cuánto dolor puede causarle a alguien en un momento de rabia. El que cree en la fidelidad conyugal y en el compromiso de amor con otro ser humano puede confundirse al percibir dentro de sí deseos que no debería estar sintiendo, o más choqueado aún al percibir que fue capaz de pasar del deseo al acto, no logró resistir.
A veces tenemos ideales demasiado rígidos que no toman en cuenta la complejidad de la vida humana. No tenemos la obligación de relatar todo lo que hacemos, pensamos o sentimos. Tenemos el derecho a un poco de intimidad y omitirla a los ojos de otros no siempre significa que estamos mintiendo. La mentira perjudicial es aquella que tiene la intención de dañar a alguien, o cuando mentimos porque queremos conservar para nosotros privilegios que no queremos que el otro disfrute también.
Podemos explotar rabiosamente a veces, porque sobrepasamos nuestro límite. Intentamos ser más tolerantes o pacientes de lo que somos capaces de ser o no logramos percibir que amar no siempre es ceder y agradar. Puede ser también privar, frustrar o rechazar. La rabia descontrolada puede ser entonces un movimiento de salud, que viene en ayuda de nuestra necesidad más íntima o en auxilio a alguien que necesita recibir límites para ser reorientado y crecer.
Aquél que no obstante su ideal percibe que no logra ser completamente fiel a la persona que eligió como pareja, puede a veces descubrir la verdad desconcertante de que es posible desear y amar sinceramente a dos personas al mismo tiempo. Estar con alguien es una decisión y un compromiso, pero eso no quiere decir que no podríamos amar o desear a otra persona.
La rabia, la mentira o la infidelidad, pueden ser vividas de modo mezquino, egoísta, destructivo e irresponsable. No es a este tipo de personas a las que me refiero aquí. Estoy hablando de conflicto, confusión y dolor moral que puede ser vivido por personas íntegras, honestas y que efectivamente se esfuerzan por vivir una vida moralmente límpida. No siempre el camino elegido por un individuo de estos será aprobado por las personas que lo rodean. Hay soluciones éticas que son completamente individuales e intransferibles, por más que esto pueda incomodar a aquellos que juzgan saber con total claridad lo que es correcto y lo que es equivocado en todas las situaciones de la vida humana.