En este artículo no estará en foco el asesino, el estuprador, ni el torturador. Los noticiarios diarios hablan bastante sobre estos personajes y tienen una adecuada cobertura en el código penal brasileño. Existe un tipo de hombre que practica una violencia más sutil, más inteligente, que no deja marcas en el cuerpo, sino en el interior de las personas, invisibles, impalpables, pero frecuentemente muy dolorosas.
La mujer joven, buscando el gran amor de su vida, aquél con el que se casará y tendrá hijos, no raramente encuentra hombres que hablan el lenguaje que toca su corazón. Hombres que en pocas semanas o meses de relación ya hablan de matrimonio, tienen prisa para casarse y quieren tener hijos lo más rápido posible. Ante tantos hombres que huyen del compromiso, resbaladizos, que no quieren nada serio, los hombres así, tan deseosos de un compromiso estable, parecen ser un descubrimiento inaudito y precioso.
Ya durante el noviazgo aparecen las primeras señales. Estos hombres deseosos de compromiso rápido suelen ser celosos, a veces muy celosos, posesivos. Controlan todo lo que la amada hace, dónde va, con quién se encuentra. Llaman constantemente, quieren un informe, hablan extensamente sobre la importancia de la fidelidad, de vivir el uno para el otro, de alejarse de las malas compañías. Prefieren que su amada se aleje de las amigas y que conviva poco con la propia familia. Quieren ser el centro absoluto de la vida de la novia. No quieren que ella escuche malos consejos de sus amigas ni que obtenga de ellas malos ejemplos. Quieren que se aleje de su propia familia porque ahora ella tendrá su familia, sus propios hijos y necesita alejarse de su familia de origen porque debe desarrollar independencia, confiar en él, su novio y futuro marido, alejarse de todas las influencias perjudiciales.
No es raro que comience a sembrar en la mente de la novia la idea de que no es necesario que ella trabaje, que él es lo suficientemente hombre como para sustentarla a ella y a los hijos. Si ella aún es estudiante la vigila con rigor. No hay nada peor que el ambiente de una escuela, entre personas de ambos sexos, para desviar a una novia del buen camino.
Si él es lo suficientemente cauteloso, logra que la novia o joven esposa quede embarazada, porque ahí tendrá que abandonar el trabajo o los estudios, para ser una madre dedicada de tiempo completo. A partir del embarazo un nuevo hombre comienza a aparecer. Si antes era cuidadoso, cariñoso, paciente, dedicado, a veces hasta humilde y suplicante, queriendo el tiempo, atención y cariño de la novia o esposa, ahora comienza a relajarse. Llega más tarde a la casa, pasa más tiempo con los amigos, y se pone más impaciente con la esposa. Al nacer el hijo se relaja todavía más. Una mujer con un recién nacido es una mujer bien presa, no ofrece peligro importante, es poco codiciable y tiene poca movilidad. El dulce y delicado novio se va tornando arrogante, da órdenes, es áspero, discute, impone sus deseos, quiere ser servido, no ayuda a cuidar al hijo, inventa disculpas cada vez más frecuentes para llegar tarde a la casa, dice que tiene compromisos en el trabajo o simplemente que estaba con los amigos porque los hombres necesitan de eso.
Muchas veces ya oí a la esposa decir: “Él está casado pero quiere tener vida de soltero”. Cuidando de un bebé, sin profesión, alejada de las amistades y de la familia, la mujer es un rehén de la situación. Llora en silencio, se amarga e intenta dedicarse al hijo, o sea, extraer de la maternidad su principal alegría. Con el tiempo el hijo crece un poco, ella comienza a pensar en volver a los estudios o trabajar. Él la dificulta al máximo, se enoja y comienza a desear tener un hijo más. Su tuvo una niña, ahora quiere un niño y viceversa. Alega que el hijo único es mimado y problemático. Insiste e insiste hasta que la mujer cede porque en general le gusta ser madre y cree que dos hijos o una pareja son mejor que un hijo único. Con un nuevo bebé en el hogar el marido respira aliviado. “Ahora es más difícil que ella salga”. El matrimonio va deteriorándose cada vez más.
Después de que los dos hijos ya crecieron lo suficiente ella habla de separación. Pero con frecuencia no tiene para dónde ir. Muchas veces la familia de origen no la quiere de vuelta con dos o tres hijos y sin ingresos. Como no se profesionalizó, vuelve a trabajar y gana poco, no tiene con quién dejar a los hijos, o estos quedan mal cuidados. Muchas veces mantienen el matrimonio para no perjudicar a los hijos. Acepta “servir” al marido sexualmente, porque ya perdió completamente el interés en él después de tanto sufrimiento y decepción. Cuando lo rechaza sexualmente hay peleas violentas, verbales o corporales. Él la acusa de adulterio. “Si no me quieres es porque estás con otro”. Algunos hombres amenazan: “Si te separas de mí te mato y mato a tu familia”. Muchas se conforman, se callan y continúan en eso.
Otros hombres, no tan feroces, cuando la mujer se separa y vuelve a la casa de los padres la asedian intensamente. Lloran, se dicen arrepentidos, piden perdón de rodillas, dicen que van a cambiar, que quieren una oportunidad, que él no supo valorarla, que no logra vivir sin ella, que va a suicidarse. Por semanas o meses vigilan todo el tiempo, no dan tregua, la buscan permanentemente queriendo conversar. Muchas mujeres entonces, en la dulce ilusión de que tendrán un marido mejor, ya que él supo reconocer sus errores en público y con tanto sentimiento, vuelven a vivir con él creyendo que ahora va a valer la pena y va a ser feliz.
Por algunas semanas o meses él realmente está mejor, pero de a poco todo va volviendo a la normalidad, o entonces se hace peor que antes, porque el hombre quiere venganza por haberse humillado tanto para tenerla de vuelta. Si es lo suficientemente astuto, hace que ella se embarace de nuevo durante el período en que está “bondadoso”, intentando convencerla de que es un hombre nuevo y que un hijo los va a unir como pareja en esta nueva fase.
Las consecuencias de deshacer este tipo de matrimonio son variables. Cuando la mujer se queda, a veces se vuelve depresiva y dependiente de remedios psiquiátricos. Otras veces desarrolla enfermedades corporales graves. A veces logra separarse y rehacer su vida con otro hombre, o entonces después de separada vive solo para ser madre, temerosa de los hombres en general.
Casarse y tener hijos con un hombre así no es destino. Es elección. Es imprudencia. Es necesario convivir largamente con alguien antes de decidir casarse y tener hijos. La mujer que quiere ser dueña de la propia vida necesita estar alerta para no dejarse seducir por la prisa masculina por matrimonio o por hijos. Tener una profesión, estudiar lo máximo posible para tener una renta suficiente, jamás renunciar a la propia carrera en pro de marido e hijos. Mantener los lazos íntimos con amigos y familia. No aislarse. Tener una red de apoyo que pueda ayudarla a pensar y darle abrigo en caso de necesidad. Jamás renunciar al sueño de vivir un gran amor, ser exigente, no quedarse con un hombre lleno de defectos solo por miedo a la soledad. Si la soledad amorosa es mala, es solo un purgatorio. Casarse y tener hijos con un mal marido, esto sí que es el infierno en la Tierra. No necesitamos pasar por esto.