Una vez que tengo clara consciencia de qué tipo de emociones están vivas en mí y sinceramente deseo actuar sobre ellas, transformarlas y disolverlas por ser nocivas a mi salud emocional, puedo entonces iniciar el proceso de intentar comprenderlas y actuar sobre ellas con la energía del pensamiento. Un primer enfoque en este camino es percibir qué raíces tiene en mi pasado esta emoción. Frecuentemente transferimos reacciones emocionales de una persona para otra, de una situación para otra. Puedo haber sido un niño duramente criticado por mis padres y acumulé dentro de mí una tristeza y rabia intensas. Luego, en la edad adulta, cuando alguien me critica reacciono con furia, sintiendo internamente: “¡No, de nuevo no! ¡Basta! Ustedes no van a herirme. Ahora puedo reaccionar, ¡no más injusticias!”.
La crítica que yo recibo puede ser justa y correcta, formulada con moderación, pero la reacción podrá ser de odio, porque esta persona le está respondiendo a sus padres y no al otro individuo. En este caso la persona está ciega para el presente y vive ensombrecida por los fantasmas de su pasado. Duerme de ojos abiertos y tiene pesadillas despierta, sin percibir lo que realmente está aconteciendo. Si ella fuera capaz de percibir lo que acontece, puede tornarse capaz de recibir críticas constructivas y al mismo tiempo adquirir serenidad en relación a los sufrimientos de un tiempo que ya pasó.
Las marcas que el pasado deja en nosotros pueden ser profundas y variadas, pudiendo ser largo el proceso de comprenderlas y disolverlas, pero el resultado es compensador. Nos sentimos más leves.
Hay personas que viven con miedo. Tienen deseos pero no se arriesgan a intentar realizarlos. A veces no logran el éxito y desisten. Se quedan tristes y frustrados porque la vida no les proporciona ciertas oportunidades.
En estos casos, además de comprender es necesario actuar. El miedo de no ser capaz sólo se disuelve cuando la capacidad es desarrollada. Hay tantas cosas que un día tememos y que hoy realizamos con facilidad. Otras tantas que un día sufrimos por no tenerlas o experimentarlas y que hoy forman parte de nuestra vida. El camino aquí es la osadía, persistencia y paciencia. Aprender a actuar con miedo. Comenzar por lo menos difícil e ir avanzando de a poco hasta lo más difícil. No dejar que el miedo nos paralice. Hacer, incluso con miedo. Incluso sudado frío y tembloroso. De a poco el miedo va a disminuir. Aquí la acción es el camino libertador.