El valor de lo bello

Publicado por Carlos Bitencourt Almeida 28 de octubre de 2009

Este artículo es una repuesta a la lectora Julia. Voy a responder tu pregunta en tres etapas. En las próximas ediciones responderé los otros temas.

O valor do belo

Si miramos el mundo a nuestro alrededor con ternura podemos percibir la belleza que nos rodea. Todo el reino vegetal, el cielo, el sol, los efectos de luz y sombra, los animales, etc. La vida se torna más suave, nos tornamos más alegres si somos capaces de percibir la belleza física del mundo que nos envuelve. La belleza física de las personas forma parte del encanto de la vida. Ser sensible a ella enriquece la vida. Cuando la vida nos endurece, cuando nos sentimos frustrados por largos períodos de tiempo, para algunas personas puede tener el efecto de debilitar la sensibilidad. Podemos dejar de percibir y valorar la alegría y la dulzura que la apariencia del mundo nos trae. Sus padres decían “Belleza no pone la mesa”. Es una media verdad. La belleza estética también es alimento. Vivir en un lugar bonito nos nutre.

Es evidente que el mundo no es solo apariencia y que una persona bella no tiene por esto la felicidad garantizada. Su madre parece que enfatizó esta verdad, pero tal vez pecó por el exceso. No conozco una mujer que no se alegre por ser bella o que no desee la belleza. Conozco relatos de mujeres bellas que reclaman por estar cansadas de ser deseadas solo físicamente. Pero tengo mis dudas si de hecho ellas preferirían no ser bellas. Al envejecer, la belleza física va desapareciendo. Si la persona no tiene otros valores internos, la pérdida será catastrófica. Pero esto no es motivo para no alegrarse con ella mientras dura. También el vigor corporal, la fuerza muscular disminuye al envejecer. Pero aquél que ha sido fuerte y saludable podrá haber disfrutado de todo lo que el vigor físico puede proporcionar. Nada es peor que lo no vivido. Aquello que fue deseado y no fue experimentado puede ser un dolor, un peso que se carga.

Una persona bella, excesivamente consciente de la propia belleza, puede convertirse en una persona desagradable, antipática y vacía. Apariencia sin contenido hiere. La belleza moral, la belleza de las capacidades irradia y fascina, aunque el cuerpo no sea bello, o ya no sea bello. Pero no se puede negar que la belleza interna junto con la belleza externa tiene un encanto mayor.

Forma parte de la educación del niño despertarlo a la belleza del mundo. La armonía en el hablar, en los gestos, en las actitudes junto con la belleza de la forma en la ropa, en los objetos, en la naturaleza, en el arte, en la música – todo esto tiene un poder formativo para un niño. Lo estético, tanto lo interno como lo externo, es una fuerza que nos construye, nos transforma y nos inspira.

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