Egoísmo y Generosidad – 1ª Parte

Publicado por Carlos Bitencourt Almeida 3 de mayo de 2010

Egoísmo e Generosidade - 1a Parte
Hay muchos tipos y grados de egoísmo. Hay un egoísmo predador y sin escrúpulos. Es el que está en la persona que sólo busca lograr sus propios objetivos y perjudica a quien sea para conseguir lo que quiere. Es un egoísmo lúcido. La persona es consciente de lo que hace. Sabe que está perjudicando y no le importa. Es el tipo de egoísmo que inspira los actos de venganza y de sadismo. Una persona en la que predomina este comportamiento puede ser extremadamente gentil y agradable si esto fuera útil para ella, pero puede ser fría y cruel si sus intereses estuvieran amenazados.
Un segundo tipo es un egoísmo medio somnoliento, poco lúcido, infantil. Es la permanencia en el adulto de aquel egoísmo que frecuentemente está presente en los niños. “Yo quiero lo que es bueno para mí. No veo las necesidades de los otros. Quiero recibir, tener placer, y voy en busca de eso. No estoy interesado en perjudicar a otros, pero podría perjudicar sin darme cuenta”.
Existe también un egoísmo ético. “Quiero lo bueno para mí. No estoy preocupado en atender las necesidades de otras personas. Percibo que el otro existe y lo que quiere. No quiero perjudicar a nadie”. Mientras el primer tipo es lúcido y destructor, éste es lúcido y cuidadoso. Es alguien que sabe y busca lo que quiere, pero intenta no atropellar a nadie. Dentro del egoísmo ético se puede situar la necesidad de autoabastecimiento. Hay momentos en la vida cotidiana o en épocas de la vida en que necesitamos reabastecernos y recibir. Vamos en busca de quien nos ayude o quien nos nutra, o tal vez necesitemos de aislamiento y, a través de él, nos podemos curar, renovarnos y descansar.
Uno de los tipos de generosidad nace del sentido del deber, de responsabilidad. Hay una división interior. Una parte de mí quiere ser útil y la otra está cansada o no simpatiza con el que necesita ser ayudado. Si predomina la antipatía, hacemos algo sólo por obligación, sin alegría, entusiasmo ni vivacidad. En este caso, ayudamos un poco y estorbamos mucho. La energía de la antipatía, de la irritabilidad, del desprecio, por más disimulada que esté, actúa como un veneno y causa dolor. También puede pasar lo contrario. Comenzamos a ayudar a alguien estando divididos y de apoco la buena voluntad va creciendo y el afecto termina por predominar. Ahí podemos ser verdaderamente útiles.

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