En este artículo le llamo droga a todo producto químico o de origen vegetal que puede ser utilizado para producir cambios intensos en el estado interior de una persona. La droga calma, relaja, hace dormir; desinhibe; “da coraje”, “alegra”, energiza; produce alucinaciones visuales, auditivas, táctiles.
Encontramos drogas en tres lugares. Primero en las farmacias. Son los calmantes o antidepresivos que los médicos recetan. Después tenemos los bares. Son las bebidas alcohólicas. En último lugar tenemos las drogas ilegales vendidas por traficantes, como la marihuana, la cocaína y el LSD.
Vivimos en una sociedad que le gusta drogarse. Es mucho más fácil calmarse o alegrarse a través de una sustancia que yo bebo o fumo. Nuestra época valoriza aquello que produce efecto rápidamente y que no exige esfuerzo interior. El problema es que aquello que se consigue a través de la droga es pasajero, artificial, no crea raíces, no nos modifica interiormente. Después, la tristeza vuelve, me pongo nervioso y tenso de nuevo. La vida se pone tediosa, me siento sólo.
Combatir las drogas ilegales o el alcoholismo de grandes proporciones es no comprender la cuestión en su totalidad. Aquél que bebe alcohol moderadamente abre camino a través de su ejemplo para aquél que bebe descontroladamente. Ambos utilizan el mismo camino para producir cambios en su estado interior. No estoy aquí defendiendo la prohibición del uso del alcohol. Las prohibiciones generan resultados mediocres. Lo importante es preguntarse: si uso algún tipo de droga legal o ilegal, ¿qué autoridad tengo para condenar a aquellos que usan algún otro tipo?
Si yo no estoy siendo capaz de disfrutar la vida, de ser feliz sin usar drogas, no irradio la fuerza interior que muestra un camino alternativo a las drogas. Es inútil y enfermo condenar a otros o a sí mismo por usar algún tipo de droga. Los juicios son un látigo sin resultados interiores profundos. Lo que necesitamos es redescubrir la alegría de construir caminos para una felicidad que dependa menos de aquello que es exterior. Si descubrimos en nosotros este poder, usar drogas se torna algo sin interés.