Nacemos en el desamparo. El bebé depende de la madre para atender a la mayoría de sus necesidades. A medida que crecemos vamos ganando autonomía y lentamente nos vamos desprendiendo de la dependencia material y afectiva de nuestros padres. En mayor grado, a partir de la adolescencia, transferimos nuestras demandas de atención y afecto para personas de nuestra edad o de nuestras decisiones. Una parte de estas necesidades será realizada por amistades y la demanda de intimidad corporal y afectiva será canalizada para una persona del sexo opuesto. Esta persona será nuestro foco, el alimento principal, aquella que nos dará amor, cariño, placer, abrigo y exclusividad.
A partir de esta época un tipo especial de celos comienza a florecer. Algunos lo viven de un modo más intenso, generalizado. No les agrada que su par tenga amigos, ni siquiera de su mismo sexo. Tienen celos de la convivencia de su par con su familia: padre, hermanos, hermanas, o esposas que tienen celos del marido con las hijas. Otras personas no sufren de modo intenso estos tipos de celos. Su foco es más específico. Sus celos son de la relación de su par con personas del sexo opuesto, principalmente si ocurren en su ausencia. De estos celos nace la frase, muchas veces expresión de la verdad: “No existe solo amistad entre hombre y mujer. Lo erótico luego aflorará”.
El dolor de los celos alcanza su auge en la presencia de la infidelidad sexual. Puede doler de dos formas. Una es íntima: “Yo no soy la única alegría de él. Yo no soy la única mujer que él ama. Él no me ama más, ya que se buscó otra. No soy tan especial como creía que era. No quiero perderlo”. El otro dolor es público, social: “Mi mujer me traicionó. Aquél hombre debe estar orgulloso de su conquista. Quedo humillado al saber que ella prefirió a otro. ¿Será que él tiene algo que yo no tengo? ¿Será que ella se sintió más feliz con él? Qué vergüenza será para mí cuando los otros sepan. Yo ahora soy el payaso, el que fue dejado atrás”. Por un lado existe el dolor de la pérdida de la persona o de la exclusividad, por otro la pérdida de la reputación.
En menor o mayor grado queremos ser el centro, especiales, únicos e insustituibles. En mayor grado quiere decir: “No quiero que te guste nadie más aparte de mí. Quiero ser todo para ti. Tú solo debes ser feliz conmigo”. En menor grado quiere decir: “Quiero ser el único hombre/mujer que te hace feliz, de quien recibes placer, cariño y abrigo”. Los celos son la expresión de nuestra carencia, fragilidad, desamparo y vanidad.