Es común oír: “Amor no se entiende”. Como si enamorarse fuese un acto misterioso e incomprensible. Como una enfermedad que se contrae y contra la cual no se puede hacer nada. Tal vez sea este motivo por el cual tantos matrimonios fracasan. Actuamos ciegamente y después lamentamos nuestras decisiones, el camino que le dimos a nuestras vidas. Culpamos al otro por no haber sido capaz de comprender nuestro amor. Mientras no desarrollamos la capacidad de comprender nuestro sentimiento nos volvemos juguetes dentro de nosotros, marionetas.
Todo sentimiento tiene motivo, es comprensible. Esto vale para el amor, la alegría, el miedo, la rabia, la tristeza. No significa que sea fácil de comprender. Conocerse uno mismo es una ardua tarea. Exige atención, disciplina, auto-observación y capacidad de raciocinio. Es necesario querer.
El niño vive dentro de la atmósfera que sus padres crearon alrededor. El padre y la madre son el centro de su mundo, ser amado y cuidado por ellos es su necesidad fundamental. El individuo adulto es aquél que conquistó su independencia, ya no tiene más a sus padres como el centro de sus deseos. Muchos jóvenes y adultos no se tornaron emocionalmente libres. Aún tienen a sus padres como centro. Hay hijas que buscan un marido que se parezca con su padre. Si fue amada por el padre, quiere una continuación. Si fue rechazada, se dice a sí misma: “Mi padre no me amó, pero a este hombre que es como él voy a conquistar y él me va a amar. Así curo la herida que mi padre dejó en mí”. Del mismo modo el hijo hombre muchas veces busca a alguien que se parezca con su madre.
Personas que fueron humilladas en la infancia pueden buscar venganza. Se enamoran de alguien bien sumiso, sobre el cual descargarán las frustraciones acumuladas.
El enamorarse maduro, de aquél que se liberó del mundo de su infancia, también tiene motivos. Busco alguien que en los puntos importantes sea semejante: valores morales, objetivos, autoconfianza, capacidad, inteligencia. Por otro lado, busco a aquél que me complementa, con quien pueda aprender y tenga cualidades que admiro. Sé que también tengo algo para ofrecer, algo para acrecentar al mundo del otro.
Saber que el amor tiene causa y es comprensible, no elimina su encanto, calor, alegría o fascinación misteriosa. El misterio de la atracción entre hombre y mujer no se vacía. En su punto más profundo, amar es el poder de incluir, de fundirse, de recibir el ser y la vida del otro dentro de sí, manteniendo al mismo tiempo la propia individualidad. Delante de la alegría de este encuentro la razón permanece muda. Solo disfruta.