«Puede no ser esa mujer lo que te falta
Puede no ser ese calor lo que hace mal
Puede no ser esa corbata lo que sofoca
O la falta de dinero que es fatal
Ve cómo un fuego blando funde un hierro duro
Ve cómo el asfalto es tu jardín si así lo crees
Que hay un sol naciente enrojeciendo el cielo oscuro
Llamando a los hombres para su tiempo de vivir”
Extracto de la canción de TAIGUARA: Que los niños canten libres.
En respuesta al lector Armando Quiñonez
Usted me pregunta si ser feliz es un deseo o una necesidad. Sin duda una necesidad, un factor de salud física y psíquica. El ser humano ambicioso, aquél que tiene deseos intensos y va en busca de lo que desea, carga dentro de sí un fuego, el fuego de la vida. Como todo fuego, quema, calienta, cocina, derrite, transforma. Es en el fuego de la inspiración por algo – material, artístico, intelectual, espiritual – que tenemos el combustible para mantenernos en movimiento. Si este fuego queda encendido en nosotros, hasta el último día de nuestras vidas, no nos estancaremos.
Para mantener este fuego encendido necesitamos una gran adaptabilidad. Todo ser humano tiene que lidiar con frustraciones. Tenemos varios tipos de frustraciones. La primera es no tener lo que deseamos. Para aquél que tiene voluntad fuerte, este es el motor de la propia vida. No se desanima, avanza, si es derrotado recomienza, establece un plan de etapas, intenta nuevas estrategias. Aquello que deseamos y no tenemos tiene el perfume del paraíso. Atrae. Este es el gran incentivo de los niños y jóvenes, llenos de deseos y sueños.
Con el tiempo podemos lograr mucho de lo que deseamos. Ahí tendremos que lidiar con otro tipo de frustración. Aquello que deseábamos, que tenía perfume de paraíso, no siempre nos trae la satisfacción que suponíamos. O puede dejarnos contentos por un tiempo, después se va decolorando, se hace monótono, familiar, puede incluso tornarse tedioso. O entonces la persona cuya compañía deseábamos, al convivir íntimamente, revela defectos que no habíamos percibido, difíciles de lidiar, tolerar o soportar. Hay personas que desisten, se separan de esta pareja e intentan nuevamente con otra persona. Pero siempre nos vamos a topar con algún grado de decepción o con la pérdida de la intensidad, con la familiaridad, la rutina, una cierta monotonía.
Un tercer tipo de frustración viene cuando tenemos deseos imposibles de satisfacer. Esa persona que un día fue nuestra pareja nos abandonó y por más que intentemos reconquistarla a lo largo de los años, es inútil. O entonces tenemos problemas graves de salud, incurables, que tenemos que aprender a convivir, tolerar, soportar y buscar alegría y felicidad a pesar de esto.
La médica RACHEL NAOMI REMEN en los libros “Historias para Crecer, Recetas para Amar” y “Las Bendiciones de mi abuelo”, narra historias de este tipo, inclusive la de ella misma. A los 16 años de edad tuvo una fuerte hemorragia intestinal y despierta seis meses después en un hospital. Queda durante todo este tiempo en coma. Portadora de la enfermedad de Crohn, decide, a pesar de las limitaciones, estudiar medicina. Los médicos decían que quedaría inválida y probablemente no viviría más allá de los cuarenta años de edad. Durante diez años sintió odio de las personas saludables, odio del propio cuerpo. No renuncia. Se torna pediatra y ejerce la pediatría por varios años, hasta los 35 años. Después, de a poco, pasa a trabajar con portadores de enfermedades graves y pacientes terminales. Se torna psicoterapeuta actuando como psico-oncolóloga por más de veinte años. Pasa a lo largo de su vida por siete grandes cirugías. A los 29 años, gran parte de su intestino es removida y queda con una ileostomía. En consecuencia de la enfermedad y de los efectos colaterales de la medicación pierde parte significativa de la visión debido a catarata y glaucoma. No se casó ni tuvo hijos.
A pesar de todo esto logra encontrar alegría de vivir, permanece activa profesionalmente e intenta inspirar en los otros la disposición optimista y corajuda que logró encontrar dentro de sí. Afirma: “La alegría parece ser una parte de un deseo incondicional de vivir, de no vacilar porque la vida puede no atender nuestras preferencias y expectativas”.
Hay personas que ingenuamente creen que ser feliz, tener alegría de vivir, es cuestión de suerte, de destino. Que es un regalo que recibimos de la vida a través de las circunstancias de nuestra vida. Si observamos con atención vamos a percibir personas que tienen “suerte” – dinero, salud, belleza, buenos hijos, personas que las aman – y que, a pesar de todo, se sienten hastiadas, o incluso infelices y amargadas. Pequeñas frustraciones y las imperfecciones inherentes a la vida de todos nosotros las dejan en un estado de frecuente mal humor.
Otros, en medio de las peores circunstancias, logran darle sentido a la propia vida, irradian alegría, entusiasmo, fe y bondad.
La capacidad de ser feliz, tener alegría de vivir, en cualquier situación de la vida, es la mayor capacidad que podemos desarrollar. Exige esfuerzo, madurez, inteligencia y una autonomía casi absoluta. Este es el mayor desafío que la vida nos coloca.
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