Desperté. Esta vez sabía bien adonde estaba… En esa clínica… Por más que intentasen, los remedios no me podían dominar, yo era el señor de mí, aunque los médicos me dijeran lo contrario. Disculpe la interrupción, volvamos a Juiz de Fora. Sí, allá recibí un cariño especial, y conviví con la diversidad, una diversidad agradable, diferencias en armonía. Y mi cabeza se abría… Me acordaba de Sandra, de Calabar, me acordaba de mi novia… La fecha era festiva, y no había nadie más animado que yo en esa ocasión. Todo era fiesta. Siempre habrá conservadores que dirán que esto es una señal más… Señal solo si es de alegría y felicidad… Ellos se empeñan en catalogar de euforia… Ciertos médicos no soportan el exceso de felicidad ajena… La ciencia y sus clasificaciones… Volvamos a la fiesta.
Marquinhos, el simpático compañero de mi padre cumplía en esa fecha cuarenta y pocos años. La fiesta estaba armada… Había muchos gays, lesbianas, simpatizantes, el “fervo” se agitaba, como decían ellos. Yo comencé a regar mi organismo de cerveza desde el atardecer. Me embalé en medio de sorbos y bocanadas de cigarros baratos, prosas y más prosas… Y he aquí una figura, tal vez una de las figuras-llave para entender cómo vine a parar aquí, me cautivó… No hay mucho que explicar, tal vez la locura sea siempre seducida por la aventura. Pero esa mujer, Tatiana, sin saber, me sacó del centro de gravedad. Una mezcla de características se pegó en mi mente, de un modo que demoraría bastante para salir. Así como la Sandra… Tatiana era psicóloga del Movimiento Gay Mineiro, el MGM, bonita, mujeraza, tenía contenido, actitud y conocimiento. Ingredientes apasionantes, ¿no? Una conversa cautivante, una belleza intrigante, un gusto por el estilo rock´n roll de la vida… Ella corporizaba mis deseos más insanos y más ocultos. ¿O era solo una persona extraordinaria? Tal vez las dos cosas… O ninguna de las dos… El hecho es que esta señorita me encantó. Y conversamos por horas, y horas y horas… Tal vez no haya sido tanto tiempo, pero las memorias porfían en escapar de mi mente… Es difícil recordar los detalles, sus trazos… Su figura se fijó como un espejismo en mi mente. Sin forma exacta, pero siempre encantándome. Tal vez sean los remedios. Malditos. Ella tenía una novia. Yo tenía una novia. ¡Agradable y sabrosa confusión! Y Sandra todavía estaba en mi mente, debía haber ido más allá de esa simple conversación. Pero algo me decía que no podía. Y el noble traidor Calabar… ¡Una cerveza más en Juiz de Fora! ¡No!
Se fueron las luces de mi cuarto. Esa es la falta de libertad de la que les hablaba. Hasta quieren imponer el horario en que debes dormir en una clínica… No tenemos derecho a controlar la propia luz. Esa es la moral de los “sanos”. Pero los remedios no me dominan. Ni la falta de luz. Necesito explicar, ustedes tienen que entender la tela de sentidos. Sin luz no hay cómo. Pero siempre hay una luz. Es tan grande el flujo de ideas en mi mente que no logro dormir. La enfermera llega para acompañarme en la madrugada que entra. ¡Qué simpática es ella! A veces parece hasta forzado… Pero no, tal vez no finja… Aún hay personas buenas en el mundo de los “sanos”… Eso espero… Con ella llegan los remedios, necesito aprovechar el tiempo que ellos me dejan para continuar contándoles… Estaba en Juiz de Fora…
La noche fue cayendo y la agitación era cada vez mayor… Mis hormonas, pensamientos y sentimientos estaban muy agitados, confusos, todo pasando demasiado rápido. La música estimulaba en un ritmo de poner estacas. Yo fluía. Regado cada vez por más cervezas que bajaban como agua y cigarros que inundaban mis pulmones y estimulaban mis neuronas. Quería experimentar. Tenía que permitirme experimentar aquello que quería. No podía haber culpa, el ambiente era de libertad, en un sentido pleno… La escena estaba perfecta para liberarme de amarras y ceder a todas las tentaciones y experiencias que se presentaban. Tatiana, bisexual, una posibilidad en abierto; el MGM en plena fiesta, yo allí, admirado por todos y al mismo tiempo encantado con el ambiente… No podía perder otra oportunidad, como lo hice con Sandra… Un sorbo más, otro cigarro más…
Mientras todo eso estaba pasando por mi mente, ese torbellino de emociones elevado a su máxima expresión por el alcohol, comenzó un show de drag-queen. Era un evento bastante común allí, gracioso y relajado. Permanecí sentado, próximo al bar, mirando sin prestar atención al show. Mis pensamientos me consumían más y más… Luego, después del show, la drag que se presentó se me aproximó y comenzó a jugar. Entré en el juego por un tiempo, pero no estaba interesado en el juego, sino en ella, que huía de mi campo visual. A esta altura ya no pensaba más en mi novia ni en Sandra, mis energías estaban todas direccionadas hacia esa conquista. Cómo me perturbó sin ella saberlo… Una simple conversa provocó ese descargo de emociones… Y sin ceremonias, la drag en medio de sus juegos jocosos decidió sentarse en mis piernas y me tocó bromeando.
No puedo acordarme bien de la reacción, pero sé que ese gesto despertó una explosión en mí… Una invasión. Invadido. Fue así que me sentí. No di toda esa libertad para el muchacho travestido de drag. Él transpuso una zona que no debía, y aún más, en un momento en que yo estaba a mil por hora. La combinación explosiva detonó. Yo estallé. Me puse agresivo. Rabioso, sería más adecuado. La sangre subió, se coaguló. Alejaron a la drag de mí, yo me aislé de la fiesta. Estaba quebrada la euforia del momento, una mezcla de indignación, rabia y revuelta se posó en mí. Me aislé con la música. Nadie comprendió, ni siquiera usted debe estar comprendiendo esa gran confusión con una broma liviana. Ni yo lo puedo entender, incluso porque la escena no viene de forma clara a mi mente, solamente flashes de explosión, amenazas de violencia, aislamiento. Mi padre no entendió, me dio un sermón de moralista libertario y me dijo que yo estaba siendo un idiota. Tal vez era verdad, pero no podía verlo. Tal vez ese acto aislado de la drag había quebrado una cadena de emociones, invadido mi universo fantasioso, en un momento de liberación de los deseos que yo reprimía, por toda esa avidez de experiencias sensoriales y sexuales. Y la liberación se transformó en represión… Tal vez ahí mi camino para la Clínica Pinel se haya acelerado. Pero no hay causas, solo procesos fragmentarios, así como las memorias que me vienen a la mente son constantemente suprimidas por los medicamentos.