Otro día, uno de mis ex alumnos – Luís Alberto Bassoli, hoy destacado educador en Teófilo Otoni, MG – Publicó un video en Facebook, en el cual Silvio Matos, en la calzada de Copacabana, al lado del bronce de Carlos Drummond de Andrade, interpreta con maestría el poema “¿Y ahora, José?” Bassoli comentaba: “Genial interpretación del genial Drummond… Cómo no recordar a Antonio Carlos Santini, admirador número uno del número uno de la poesía brasilera del siglo XX…”
Siguió el diálogo entre ex-alumnos del Colegio Macedo Soares, de Volta Redonda:
Márcio Luiz: “Me acordé de las guías que comprábamos en la cantina…”
Bassoli: “Hasta hoy, creo que es el único profesor que escribía su libro didáctico… en todos los cursos… jeje…”
Márcio Luiz: “¡En esa época no podíamos divisar cuánto aprenderíamos con un material tan rico! Imagino ahora cómo sería editarlo hoy con los recursos de diagramación, ilustración e impresión que tenemos casi cuarenta años después…”
Y agregó: “¿Ya pensaste en esa idea?”
Respondí: “No, no pensé. Tengo la impresión de que el mundo cambió demasiado. Veo los compendios actuales como una falta de respeto a la inteligencia de los alumnos. Contenidos rastreros, pobreza de desafíos”.
Márcio Luiz: “Nunca me voy a olvidar de la clase en que llegaste con una grabadora y pusiste la canción “Un hombre llamado Alfredo” para que compusiéramos una redacción sobre ella. Teníamos 12 o 13 años, cuando pudimos tener una verdadera clase de humanismo, incluyendo sociología, psicología, antropología y todas las logias, por la reflexión que fuimos invitados a hacer aquella remota mañana… Eso es enseñar, ¡es grabar en nuestras mentes y corazones las lecciones para el resto de la vida!”
Yo respondí: Eran nuestros disco-foros. ¡Muy inspiradores! El profesor necesita tener valores y considerar importante transmitirlos. Un contenido “neutro” no atrae al educando. Gracias por el buen recuerdo”.
Otro ex alumno del Colegio Macedo Soares, que participó del mismo trabajo escolar, entró en la conversa:
Adelso Ramos Vilela: “Profesor Santini, con toda esa inspiración escribí una redacción (que mi padre guardó hasta su muerte) en que, recomendado por usted, fui recibido por el Padre Gregorio, que me premió con una estatuilla de yeso de San José de Calasanz!”
Bassoli hizo un pedido: “Escribe, por favor, hasta el día 25, un pequeño artículo sobre “El profesor necesita tener valores y considerar importante transmitirlos. Un contenido neutro no atrae al educando”.
Yo respondí: “Vamos a intentarlo…”
Y Márcio Luiz reforzó: “¡Estaremos aguardando ansiosamente!”
* * *
¿Qué puedo decir sobre el tema? Fui un estudiante apasionado. Tuve buenos profesores. Crecí en una casa con libros y discos. Mi padre me daba el ejemplo de la lectura, del ejercicio intelectual, aun siendo un simple ferroviario. Visitando a mis abuelos en Lavras, yo deboraba el “Tesoro de la Juventud” como quien saborea la ambrosía del Olimpo. Conocimiento y belleza eran para mí dos caras de la misma realidad.
A los 16 años de edad, en Belo Horizonte, me fue confiada el primer curso de alumnos que se preparaban para el antiguo examen de admisión al gimnasio. Mi inclinación natural fue traspasar a los estudiantes todo aquello que pulsaba dentro de mí. Serían 25 años de trabajo en sala de clases – en ciertos períodos, ¡15 clases diarias! -, conviviendo con jóvenes y adultos, participando de sus angustias y de sus sueños, entrenando al equipo de baloncesto, acompañando al gremio estudiantil, aconsejando a adolescentes enamoradas…
Por otro lado, aprendí muchos con los alumnos. Por ejemplo, cuando preparé una serie de proyecciones sobre Historia de la Literatura (¡años 60!), conté con la fotografía de Nilo Toniolo para las diapositivas, el grabador Claudio Yabrudi y la lectura inteligente de Vania Lannes Rocha para el guión de audio.
Sé que fui muy exigente y varios alumnos deben tener quejas al respecto. Pero todos percibían que yo vibraba con mi trabajo. Recientemente, una ex alumna comentó que yo era muy “opinativo”. Y es verdad. El alumno quiere saber nuestra opinión sobre los hechos, sobre la vida. Si percibe distancia entra la persona del profesor y el mensaje que él transmite, el estudiante pierde el interés. Intuitivamente, él sabe que la principal lección del maestro es el modelo de persona que él ofrece. El alumno ve, compara y elige. Es agarrar o saltar…