Reunión en el infierno

Publicado por Antonio Carlos Santini 12 de junio de 2013

El gran jefe hizo sonar la campanita y se abrió la reunión anual en el Cuartel General del infierno.

– Señores – dijo el Ajenjo -, le pedí a mi secretario Adramalec que convocase a Vuestras Maleficencias a esta reunión tenebrosa para trazar nuestro próximo PDP – el Plan Decenal de Perdición. Reuniendo nuestra nociva malignidad y nuestra proverbial capacidad de trabajo, lograremos siempre difundir más los vicios y los males sobre esa raza de gusanos humanos que insiste en multiplicarse sobre la Tierra.

Hubo una pequeña pausa, pues un escuálido mayordomo vestido de negro comenzó a distribuir humeantes copas de ácido muriático para refrescar el calor, no muy lejos de los 120ºC.

Retomando la palabra, el gran Jefe prosiguió:

– Como todos saben, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando nuestros ejércitos sembraron la destrucción y el caos sobre el planeta, nuestros PDPs giraron siempre en torno de la psicología moderna, en especial con la colaboración inestimable de nuestro publicista moraviano, el Doctor Segismundo. Con sus tesis erráticas sobre la sexualidad humana, sobre el peligro de traumatizar niños y adolescentes con normas y prohibiciones, sobre la urgencia en matar la imagen paterna y la conveniencia de auto-afirmarse a cualquier precio, logramos cambiar en actitudes banales aquellos comportamientos que el cristianismo medieval consideraba corrupción y pecado. En todo el proceso, ustedes, señores, desempeñaron la más notable y maléfica colaboración. (Aplausos.)

-Sin embargo – observó Ajenjo-, entiendo que ese fundamento ya está cerca de agotarse, pues hasta el pecado se banaliza y pierde su efecto destructor, pasando a ser un mero hábito de carácter neutro, como matar y estuprar.

-Yo lo confirmo – dijo el Pie de Pato-, pues hasta la revista Playboy ya no atrae tantos lectores. Al contrario, las revistas de Mickey Mouse están en franca ascensión… No admira que Disney haya comprado a Marvel…

-Bueno, entonces…- continuó el Jefe. Para nuestro próximo Plan Decenal de Perdición, vamos a cambiar la psicología por la genética.

-¿Cómo? Preguntó el mandinga.

-Muy simple. Vamos a esparcir por todos los cuadrantes, utilizando intensamente todo tipo de medios – en especial actuando sobre los llamados formadores de opinión – que el comportamiento humano ya viene programado por los genes heredados de los antepasados.

-¿Y cuál es la ventaja que vamos a tener? Quiso saber el Cosa Mala.

-Miren, si los genes determinan todo, acabamos de una vez con el sentimiento de culpa y los humanos pierden todo sentido de responsabilidad sobre sus actos. Así, despedazar a un niñito indefenso, o abusar de él, será sólo una actualización de una virtualidad genética. Nada que merezca aplauso o condenación. Así la lujuria pasa a ser una simple práctica animal, mientras la virginidad será vista como una especie de castración.

-¡Eso es anomia total! – exclamó Asmodeu.

-¿Y no es así que nosotros vivimos siempre? – rebatió el demonio.

-Vean bien – retomó Ajenjo. Vamos a convencer a la humanidad de que sus inclinaciones no deben ser combatidas, pues al final no son más que manifestaciones naturales de sus genes, y además es una invención del propio Creador.

Pero los genes fueron creados para el bien. Sólo se degeneraron después de la Caída…

-¡Cierra la boca, Melcom! – Gritó Azael. ¡Pareces un teólogo! ¡Nadie más sabe de esas cosas, desde que pararon de dar catequesis a los niños! Ni los Institutos de Teología creen más en el pecado original… El bien y el mal simplemente desaparecen después que los actos y decisiones pasan a ser consecuencia de un pequeño gen puesto en acción.

¿Cierto?

-¡Cierto! – gritaron voces desiguales, incapaces de algún unísono.

-¡Muy bien! – retomó el Coordinador General. Vean que la cosa tiene consecuencias serias. En la obsoleta moral tridentina, que tanto mal nos hizo y casi vació el infierno, si alguien fumaba o bebía demasiado, eso era visto como una decisión mal hecha por los hombres y mujeres. Ahora con la posibilidad de responsabilizar a la herencia genética de nuestros… hum… clientes, el hecho de que alguien se emborrache, agarre el volante de un automóvil y atropelle a algunos peatones indefensos, o incluso el hecho de casarse con el perrito que tiene como mascota, será visto simplemente como un derecho cromosómico, ¿entienden?
¡Sí, jefe! – rugió el coro.

Y si alguien se enamora de la secretaria y abandona a su mujer y a sus cuatro hijos, ya no será un crimen, un pecado, algo marcado por una connotación moral, pues sólo estará siguiendo su orientación bioenergética. ¿Correcto?

-¡Correcto! – repitió el coro.

Fue cuando Melcom, el teólogo, volvió a la carga:

-Jefe, francamente, nunca imaginé que llegase a tal punto el poder de los genes. ¿Será por eso que nosotros, los demonios, continuamos desde hace siglos sembrando el mal sobre la Tierra?


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