Iglesia: la herida abierta

Publicado por Antonio Carlos Santini 21 de diciembre de 2011

La iglesia es un cuerpo. Tiene vida y pulso. Pero puede ser herido y sangrar…

El libro de Giovanni Cucci y Hans Zöllner, Pedofilia, una herida abierta en la Iglesia, presenta de forma sucinta y objetiva una perspectiva del tema bajos los ángulos de la psicología y de la pastoral. Su intención es ofrecer una visión más realista de la situación que, por lo general, aparece en los medios envuelta en una nube de escándalo y confusión, sin ir al cerne de la cuestión.

Las preguntas del ciudadano común parecen ser siempre las mismas: ¿cómo es posible que una persona que se consagró a Dios y al servicio de la Iglesia llegue a cometer crímenes tan graves? ¿Existe una dinámica psíquica atrás de ese comportamiento? ¿Hasta dónde llega la responsabilidad de las autoridades de la Iglesia?

Los autores no hablan de modo teórico. Su formación y experiencia en psicoterapia dan a su trabajo un peso considerable. Con el objetivo de ir más allá del alboroto mediático, comienzan por preguntar si el DSM, Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, tuvo razones para eliminar el término “perversión” de la lista de desvíos de comportamiento humano, alegando evitar la connotación “moral”  a un trabajo científico.

Un punto importante del estudio habla sobre la veracidad de las estadísticas. Algunos ejemplos. En la Archidiócesis de Boston, EEUU, en los últimos cincuenta años, trabajaron cerca de 3.000 sacerdotes. De estos, 60 padres fueron acusados de abuso sexual, lo que da un porcentaje de 2%. En la Archidiócesis de Filadelfia, desde 1950, prestaron servicio 2.154 sacerdotes. Fueron presentadas “pruebas confiables” contra 35 de ellos, o sea, el 1,4%. En la Archidiócesis  de Chicago, fueron presentadas quejas contra 40 padres en un total de 2.200 en servicio pastoral: solo el 1,8% de ellos, página 26.

Otro desvío del noticiario ha sido asociar de modo causal la pedofilia en el clero al estilo de vida célibe. La tesis es esta: si los padres fuesen casados, los desvíos no acontecerían. Pero los datos de la realidad desmienten la tesis. Citando a G. Merchesi, el libro informa que “la recurrencia del fenómeno de la pedofilia entre los “ministros del culto” en las comunidades protestantes de Estados Unidos, mormones, bautistas, metodistas y episcopales, así como entre ortodoxos, judíos y musulmanes, estaría entre 3% y 5%, un dato alarmante,  pero aún inferior al porcentaje de la población adulta como un todo, donde la pedofilia giraría en torno al 8%, página 39.

Así va apareciendo la evidencia de que la propia sociedad está pervertida, y tales desvíos de conducta no son marca registrada de padres católicos en celibato. Estamos viviendo en una cultura pedófila. En Alemania, por ejemplo, Jan Carl Raspe, en su Kursbuch, elogió a Comune II, “donde los adultos incentivaban a los niños, a pesar de su resistencia, a tentativas de relaciones sexuales. Entre los Grüne, o Verdes, en 1985, existió la solicitud de descriminalizar el sexo con niños y en 1989 la celebre editora Deutscher Ärtzverlag publicó un libro que pedía abiertamente que fuesen permitidos los contactos sexuales pedófilos”, página 48.

La tercera parte del libro se trata el tema de la formación integral de los candidatos al sacerdocio católico, con la búsqueda de Dios, la necesaria madurez afectiva, el amor oblativo y la renuncia. Y sale a la luz el hecho de que hoy los candidatos al sacerdocio ya no son privilegiados por un ambiente familiar donde son vivenciadas la religiosidad y la vida sacramental.

En la cuarta parte los autores realzan la importancia del formador en la selección y discernimiento,  screening, de los jóvenes que se presentan como candidatos. De hecho, la mala calidad de muchos seminarios y errores cometidos por los formadores están en la raíz de gran parte de los desvíos posteriormente verificados en el clero.

En el apéndice de la obra el lector encuentra la Carta pastoral de Benedicto XVI a los católicos de Irlanda, donde se verificaron graves episodios en el seno de la comunidad católica. El texto habla de errores cometidos y lecciones aprendidas, de graves heridas y desafíos a la fe, de sufrimiento humano y confianza traicionada, de dolor y culpa, pero también de coraje y esperanza, de propuestas concretas y de oración.

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