¿Usted quiere ser feliz? ¿Qué sería necesario para su felicidad? Al final, ¿por qué motivo usted todavía no es feliz?
No son preguntas banales. Alguien abandona una carrera de éxito en el mundo financiero para ser pintor en los mares del sur… La mujer rica y bonita deja al marido rico y feo para huir con un muchacho irresponsable y con buena pinta… Una nación rica y sin problemas sociales como Suecia presenta uno de los más altos índices de suicidio del planeta… Parece que no eran felices…
¿Para ser feliz? Dinero en el bolsillo – responde mucha gente. ¡Como si un millonario no tuviera depresión! Una mujer bonita – dice otro. Como si Marilyn Monroe no hubiese pasado de mano en mano sin hacer feliz a ninguno de sus hombres. ¡Vivir en Estados Unidos!- cantan en coro los habitantes de Governador Valadares. Como si muchos de ellos no hubiesen sufrido demasiado en ese país…
Me acuerdo de un libro – “En busca del Pájaro Azul” – cuyo autor, un periodista, vivía una vida nómade en Estados Unidos, saltando de ciudad en ciudad con la familia, buscando la ciudad ideal donde serían felices. El verano fue agradable en el norte, pero el áspero invierno lo llevó al clima ameno de Florida. La vida pacata lo cansó y después se fue a New York, donde vivió sólo dos meses, porque el tumulto de la megalópolis se tornó insostenible. Aquí y allí, el autor habla de sus recuerdos: ¡cómo eran azules las flores en California! ¡Cómo era bueno patinar en el hielo del Central Park! ¡Cómo fue bueno criar gallinas en los suburbios de New Heaven!… Y nada de eso acontece aquí, donde estoy ahora…
¡Cosa rara! Para que alguien sea feliz las cosas deberían ser “diferentes”. Además, es por eso que existen huelgas, motines y revoluciones: para cambiar las cosas y traer – ¡ya! – el Paraíso Perdido que se encuentra – todavía – fuera de nuestro alcance. ¿No será posible encontrar la felicidad en la realidad que nos fue dada?
Mmm… Realidad… ¿Quién dijo que la felicidad y la realidad navegan en el mismo barco? Haga la experiencia y pregúntele a diez personas: “¿Es posible ser feliz en la realidad que usted está viviendo? Prepárese para oír muchos “no”…
Todavía más extraño es el comportamiento de las personas. Alguien protesta contra el clima de violencia que domina la sociedad de este siglo, pero pierde horas en la TV viendo programas policiales y series apocalípticas. Alguien observa que la juventud está corrompida, pero es cliente permanente de una programación que incluye mujeres semidesnudas, chistes con doble sentido y escenas de sexo explícito. O sea, reclaman de una realidad que ya está bien entrañada dentro de ellas mismas.
Se cuenta que el joven Zar de todas las Rusias se había zambullido en una profunda depresión. Tuvo ayuda de los médicos y de los magos, de los alquimistas y de los consejeros. ¡Todo era en vano! La depresión sólo se hacía más intensa. Hasta que un monje le dijo en voz baja: “Su majestad sólo tendrá la paz cuando vista la camisa del hombre feliz”…
Eso bastó para que el poderoso gobernante montara su caballo blanco y saliera por las heladas estepas en busca del hombre feliz. ¡Decepción! Todos los súbditos se declaraban infelices: el trabajo agotador, el clima inclemente, el dolor en la espalda, la suegra venenosa…cada uno tenía su motivo para ser infeliz.
Una tarde, casi al atardecer, desde lo alto de la montaña, el Zar vio en la planicie un hombre que labraba su tierra y cantaba canciones del folclor ruso para el buey que tiraba el arado. Él parecía bien feliz. Espoleando a su caballo, el rey de todas las Russias bajó prontamente, veloz, y sólo afirmó las riendas cuando llegó ante el labrador. Luego preguntó:
– ¿Usted es feliz?
– Sí, respondió el mujik. Soy feliz…
– Entonces, ¡deme su camisa! – suplicó el Zar.
Y el labrador le respondió:
– Perdón, Majestad, yo no tengo camisa…
* * *
Como dijo una escritora norteamericana, “la felicidad no es una estación adonde llegamos, sino una simple manera de viajar”…