El piloto y el Viento

Publicado por Antonio Carlos Santini 15 de febrero de 2013

 

Los desafíos sobrehumanos de la navegación ya nos rindieron notables epopeyas y novelas excelentes. Para citar sólo algunas, la “Odisea”, “El Viejo y el Mar”, “Moby Dick”. En la ficción y en la realidad, una constante: el éxito de la barca depende más del viento que de los pilotos. Este es el principio adecuado para contemplar el actual momento de la Iglesia de Roma, cuando el Papa Benedicto XVI firma humildemente su propia jubilación.

Claro, aunque sea de paso, es imposible huir de la comparación con otros personajes de la Historia que una vez conectados a una situación de poder, se apegaron a ella con uñas y dientes, aún a cuesta de revoluciones y derramando sangre. Algunos de esos podestà todavía se dieron el trabajo de fundar verdaderas dinastías, como vimos en Corea del Norte y en algunos estados árabes.

No es así en la Iglesia. El Obispo de Roma es un mero servidor de la comunidad católica. Cuando el Papa Pablo VI mandó a vender su cintillo de oro para transformarlo en obras de caridad – gesto repetido por Juan Pablo II en 1980 al donar su anillo de oro a los habitantes de la Favela del Vidigal -, quedaba en evidencia que aquellos pontífices no posaban de poderosos. Sabían muy bien que el poder ejercido no les pertenecía, aunque estaban al servicio de la Iglesia y de la humanidad.

Volviendo hit del momento, la inesperada renuncia del Papa le hizo cosquillas a la curiosidad (y a la malicia) de toda los medios de comunicación. Si la Iglesia Católica fuese más conocida como la Barca de Pedro, si ella no fuese habitualmente reducida a una corporación internacional, una sociedad de profesionales de la religión, el frisson  sería más contenido. Basta repasar la lista de papas más recientes (digamos, a partir de Pío XII), para verificar – sin espanto- la notable diversidad de temperamentos y de posturas de esos pontífices, diversidad que jamás impidió que la Barca navegase siempre en el rumbo que Cristo trazó en el mapa de la Historia. El rumbo de la Iglesia no depende de su piloto humano, sino de aquél que insufla sus velas.

Mientras temblaban y echaban por tierra a organizaciones humanas aparentemente sólidas como el Imperio Austro Húngaro, el III Reich y la Unión Soviética, la Iglesia Católica salió ilesa de las persecuciones, de las calumnias y de los gulags. Entonces, no sería la jubilación de un Papa lo que iría a afectar a la Iglesia.

Natural que surjan preguntas. ¿Qué esperar del nuevo Papa? ¿Cuál será su línea?. Aunque él sea un papa africano, latinoamericano, u oriundo del episcopado norteamericano, el nuevo Papa seguirá el mismo trayecto de siempre, abriendo ventanas para la cuestión ecuménica, cobrando de las grandes potencias el cuidado de los pobres y – sobre todo-  apuntando a Jesucristo como el único Camino para la humanidad.

Si la Iglesia fuese una empresa cualquiera, un nuevo presidente provocaría preocupaciones. Como la Barca de Pedro es inspirada por el Espíritu Santo, el Viento importa mucho más que el piloto…

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