Un buen vino necesita madurar. Demanda tiempo. Soles y lunas. Y el curso de las estaciones le dará, por fin, el color de la sangre y el sabor de la vida. Ni más ni menos…
Fue esto lo que sentí al leer los nuevos poemas firmados por Anderson Braga Horta en su libro “De Viva Voz” (ED. Thesaurus, Brasília, 2012). Estoy delante de una poesía madura, dorada como los trigales de Eugenio de Castro, con aquel soplo del viento en las espigas danzantes.
Es natural que la poesía de los jóvenes sea un tanto verde. Que sea agitada por la emoción sin frenos, como vino verde que revienta los odres. O se muestre hidro azucarada, sin las esencias y el buqué de un viejo jerez.
Como escribió Napoleão Valadares al presentar el libro, “cada poema de Anderson Braga Horta es decantado. No en el sentido de celebrado o exaltado en cantos, sino en el sentido de limpio, purificado. En sus poemas está la poesía. Son pura poesía”.
¡Ah! ¡Cómo es bueno envejecer! Dejar que la tempestad pode algunas ramas, que las auras del crepúsculo serenen la sabia agitada, hasta llegar al tiempo de la floración y la cosecha… si yo muriera mañana, como el joven romántico, diría adiós antes de la vendimia…
Bien sabe de eso el poeta al decir:
Soy árbol y soy pájaro.
Tengo ganas de alas
y acuesto raíces.
(ARIETAS)
Él sabe que la prisa es enemiga de la belleza:
Sea en el mar o en la nieve,
no se apure, corazón,
la rosa y el hipocampo en breve,
en breve se encontrarán.
(MEDITACIÓN)
Sólo el tiempo fugitivo nos permite aprehender en su esencia el verdadero sentido de la vida, sin excluir las noches oscuras:
Para cumplir la Ley de mi Señor,
de la oscuridad en que voy forjo una flama,
de los desastres que fui nazco una flor.
(CABALLERO)
Cuando el trigo madura, puede ser cosechado y hecho flor de harina, pan sabroso en la mesa del hombre y en el altar de Dios. Pero es necesario dar tiempo, dejar cristalizarse:
Cristal me hice:
Crisol de sangre y agua.
Un sol atravesó mi corazón.
(DE SÚBITO)
El tiempo cederá a lo eterno. Pasará. Pero dejara huellas en esta vida. Nada que traiga temores ni presagios:
Tu día ya termina,
pero advierte que la sombra
tiene sus propios encantos.
Así, si te apresas
y atento a tus deberes,
antes que venga el bote,
carpe noctem.
(CARPE VITAM)
En la carátula del libro, la imagen de Sísifo sobre un círculo de luz, la roca transfigurada. En los hombros, sólo la noche:
Rompe la mañana, senil, sembrada de escombros.
Se pierde el mediodía entre nimbus. Oscura
pende la tarde, sabiendo la ceniza y sepultura.
El poeta carga la noche en los hombros.
(SÍSIFO)
¡Bendito sea el tiempo, que nos dio un gran poeta!