¿Cómo ganar la guerra con un soldado de esos?

Publicado por Antonio Carlos Santini 16 de noviembre de 2009

Como ganhar a guerra com um soldado desses?

Al leer las noticias sobre las guerras que los Estados Unidos mantienen en Irak y Afganistán, me acuerdo de la guerra de Vietnam y veo que nada cambió: los generales piden más y más soldados, y el presidente de los EEUU, Barack Obama, no puede negar: “¡Jamás voy a traicionar a los soldados!”

¿Antes solo?

La moda viene de los Estados Unidos. Una sociedad anclada en el extremo individualismo y en busca del máximo conforto y placer – ¡el hedonismo de la modernidad! – genera individuos incapaces de viejas nociones de sacrificio, altruismo y dedicación a la familia. Así, aumenta el número de personas que opta por vivir solos en una apartamento. En Estocolmo, Suecia, en los años 80,  ¾ de la población vivía en solitarios apartamentos de la capital.

Como telón de fondo, la percepción de que el “otro” incomoda y molesta, pide concesiones y exige el ejercicio de virtudes locas como paciencia, comprensión y, claro, el perdón. Otros valores se sobreponen a la generación y a la educación de los hijos: tener una carrera, manejar negocios, acumular patrimonios a corto plazo o, simplemente, “gozar” de la vida.

Paralelamente, viejos moldes se repiten: “los niños dan mucho trabajo”; “¿para qué traer un hijo a un mundo como este?” ¿Consecuencia? En Brasil, las parejas sin hijos subieron de 997 mil en 1997 a 1,94 millón en  2007.

Reina la pedofobia – la aversión por los niños. Y los dinks, sigla del inglés double income and no kids – doble renta y ningún niño, son las nuevas “parejas” que se juntan, pero huyen de los hijos como el diablo de la cruz. ¿Señal de los tiempos?

Se busca un padre…

En el diario “O Globo” de fecha 25/09/08, la socióloga de la Unicamp (Universidad Estatal de Campinas) Elisabete Dória Bilac apuntaba hacia un nuevo aspecto de Brasil: ya no es un patrón obligatorio el matrimonio con hijos. El periódico “Folha de São Paulo” del día 10/08/08 mostraba mujeres que se quejaban de la dificultad de encontrar un compañero que, aparte de intimidades, quisiese asumir la paternidad y construir una familia-patrón. Un anuncio en un periódico de Porto Alegre proclamaba: “Mujer soltera busca hombre interesado en ser padre”. Firmaba la súplica una ingeniera de 33 años con postgrado e independencia financiera. Hasta donde se sabe, el candidato no apareció. ¿Cuáles son las razones de esa fobia?

¡Estoy fuera!

Un publicista citado por la “Folha” se encoge entero: “Yo me siento un reproductor. Una mujer te ve dos o tres veces y ya está pensando en casarse y tener hijos. ¡Estoy fuera!” Una promotora de ventas suspira: “Hoy es difícil encontrar a alguien dispuesto a tener una relación seria, ser un  padre de verdad para el hijo que deseo tener”. Un abogado es corto y grosero: “Parece que después de los 30 años las mujeres andan medio neuróticas con esa idea de tener hijos. Es un fastidio y enfría la relación. No tengo ganas de tener hijos”.

Para justificar la opción no-reproductiva, las finanzas aparecen en primer lugar. Es muy caro criar un hijo, pagar una escuela de buena calidad. Con la mala calidad de los servicios de salud y de educación del Estado, los hijos sobrecargan y desmotivan a la pareja.

El padre ausente

Curiosamente, la afirmación del propio “yo” siempre anduvo abrazado con la negación de los hijos. Jean-Jaques Rousseau, profeta del egoísmo, jamás reconoció legalmente a sus propios hijos. Sin una dosis consistente de altruismo, otro nombre del amor, la paternidad es un peso y la maternidad una cruz.

El psiquiatra social Tony Anatrella escribe: “Rupturas,  miedo de casarse, miedo de tener hijos: son tres problemas íntimamente relacionados entre sí,  a los cuales se enfrenta una familia contemporánea. Pero el problema omnipresente, deplorado sin cesar hace años, y que puede ser considerado al mismo tiempo origen y consecuencia de todos los que ya mencionamos, es el de la ‘ausencia del padre”. Este problema vuelve sin cesar, como una queja, mientras la mayoría de los hombres-padres, genitores, que está en su lugar y se preocupa con el bienestar y la educación de los hijos, no desertó. Como no se da importancia alguna al lugar y al papel simbólico del padre, los individuos ya no son invitados a envolverse en la búsqueda de vínculos sociales o amorosos”.

Otro fantasma se infiltra en el escenario: una sociedad hecha de individuos encerrados en su microcosmos particular, huérfanos de sí mismos, sin responsabilidad social, sin amor a la patria. Y yo, muriendo de dolor por el aparentemente bienintencionado Obama, me quedo pensando en la ingenuidad de los generales: ¿cómo ganar la guerra con un soldado de esos?

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