Thomas Merton fue un monje y escritor católico que vivió en los Estados Unidos (1915-1968) que tuvo una relación muy próxima con don Helder Câmara y otros pensadores de la iglesia católica brasileña. En los años 60, en su libro “Poesía y Contemplación” escribió sobre el vacío del sentido del hombre moderno. “En una era de ciencia y tecnología en que el hombre se siente confuso y desorientado por la fabulosa versatilidad de las máquinas por él creadas, vivimos en cada momento precipitados fuera de nosotros mismos. Estamos interiormente vacíos, espiritualmente perdidos, buscando olvidarnos de nuestro propio vacío a cualquier precio y listos a alienarnos completamente en nombre de cualquier causa que surja. En una época como ésta, parece absurdo hablar de contemplación”.
Pasados 40 años de la edición inglesa de su libro, Merton permanece profético. Los mismos que afirmaban que “tiempo es dinero”, que “no hay tiempo que perder”, son aquellos que andan celebrando una civilización del entretenimiento donde el sedentario pasa largas horas atontado frente a la televisión y sus similares portátiles. Pero el mensaje de los programas no llenó el vacío de las almas. O… ¿No había mensaje?
En su estudio clásico sobre el lenguaje de los íconos, Paul Evdokimov, teólogo ecuménico cristiano ortodoxo, en el libro “El Arte del Ícono, Teología de la Belleza”, de 1972, asevera: “La crisis actual del arte sacra no es estética sino religiosa. Si existe aún en nuestros días un fundamentalismo teológico que hace de la Biblia un Corán y, en el otro extremo, un cientificismo exegético, detallista, que en nombre de la desmitificación la simplifica al extremo, se trata de una crisis de crecimiento del mundo contemporáneo, con la sensibilidad aún buscando su equilibrio”.
El autor continúa “En los dos casos la iconoclasia generalizada, o sea, el rechazo del ícono viene de la progresiva pérdida del simbolismo litúrgico y del abandono de la visión patrística”. Patrística es el nombre que se le da al estudio de la doctrina y del pensamiento de los Padres de la Iglesia, un grupo de autores cristianos de los cinco primeros siglos de la iglesia, como Irineo de Lyon, Justino de Roma, Agustín de Ipona, Cirilo de Jerusalén, etc. Su doctrina ofrece las fuentes para la catequesis y la lectura de la sagrada escritura. También se habla de Patrología, el estudio de la vida y obra de los mismos, con un enfoque más histórico y literario.
Evdokimov piensa en un “lenguaje” que no sea solo expresión de estesia, del sentimiento de lo bello, pero capaz de revelar el hombre “real” – lo que incluye su vida en el espíritu – y, mucho más, su transfiguración. El esteticismo es una especie de deformación de la estética, cuando se pretende hacer arte por el arte, sin ninguna preocupación por el contenido que será transmitido. Nuestros poetas parnasianos como Alberto de Oliveira se encuadran en esta enfermedad. La crítica modernista cayó con palos encima de ellos, pues lleva a la pérdida del vínculo orgánico entre contenido y forma. Tal como ocurre en el conocimiento, también el arte se separa de la contemplación mística y de ruptura en ruptura se hunde en el formalismo de la nada.
Creo que sirve de ejemplo de esta decadencia de expresión el crucificado de un templo católico en Venda Nova, Belo Horizonte. La imagen de Cristo fue producida a través de la aglomeración de piezas de chatarra metálica, teniendo como resultado un objeto horroroso que inspira miedo y repulsión al espectador. Olvidado el lado pedagógico de las imágenes sacras, nadie pensó en el efecto de aquél monstruo “sagrado” sobre las miradas y mentes infantiles… ¿O sería antes, una parábola sobre determinado proceso de ruptura y demolición, intencionalmente provocado en el interior de la iglesia a partir de los años 60?