Bernardo Riedel, el Giro Sintornillos brasileño
El profesor Bernardo Riedel es hijo de una familia judía, su padre Mauricio Riedel, natural de Lodz, Polonia y su madre, Paula Fuhrmann, natural de Kecskemét, Hungría. Ellos llegaron a Brasil en 1930 y después de intentar vivir en Rio de Janeiro, que encontraron que era muy caluroso, fueron a São Paulo, donde encontraron que era muy húmedo, terminaron escogiendo el suave clima de Belo Horizonte.
Los abuelos maternos y algunos de sus tíos murieron en los campos de concentración nazis, al igual que parte de su familia paterna. La madre acostumbraba a contar historias de penuria y desespero de sus padres durante la primera guerra mundial, cuando el imperio austro-húngaro fue derrotado por franceses e ingleses. La familia de la madre se mudó para Lodz, Polonia, donde ella conoció a quien sería su futuro esposo. Desde ese país, donde sentían el crecimiento de los sentimientos antisemitas, vinieron para Brasil, donde se casaron y tuvieron siete hijos.
El profesor Bernardo, que es el sexto de los siete hijos, tiene una media hermana y una sobrina que viven en Israel. En Belo Horizonte conoció adoña Elza, que vino de Itambacuri donde estudió en un colegio de monjas. Se casaron y tuvieron dos hijos, Rafael y Sarita. Doña Elza se convirtió al judaísmo y hoy, aparte de ser directora del coral, es una de las mayores animadoras de la principal sinagoga de Belo Horizonte.
Por influencia de su familia, Bernardo se graduó de la carrera de farmacia y bioquímica en la Universidad Federal de Minas Gerais, UFMG, donde ingresó como profesor en 1970. Pero su pasión siempre fue la Astronomía y de 1977 a 1998 trabajó como óptico del Observatorio Astronómico Frei Rosário, OAFR, en la Sierra da Piedade, municipio de Caeté, Región Metropolitana de Belo Horizonte, donde se jubiló como director.
Los inventos comenzaron tempranamente para Riedel. En 1953, a los trece años, en un campamento scout, él se enamoró por el cielo y construyó su primer telescopio, una estructura cuadrada hecha de una caja de madera.
Hoy, el profesor Riedel es considerado por la comunidad científica como uno de los principales especialistas brasileños en la construcción de telescopios. Su primer telescopio fue construido en 1954, período en que se asoció al Centro de Estudios Astronómicos de Minas Gerais (CEAMIG).
En 1978 fundó la B. Riedel Ciencia y Técnica, en Belo Horizonte, con el objetivo de fabricar instrumentos astronómicos de alta calidad, como telescopios, cúpulas, lentes, espejos, filtros y accesorios diversos relacionados con la astronomía.
Poseedor de tecnología de punta y desarrollador de diversas técnicas originales para la producción de telescopios amateurs y cúpulas, el profesor Bernardo Riedel, es apodado cariñosamente por la comunidad astronómica como el Giro Sintornillos brasileño.
La fábrica por dentro:
Participó de casi todos los movimientos para divulgar la astronomía en Belo Horizonte y Minas Gerais. Incluyendo lo que culminó con la creación del Observatorio Astronómico de la Serra da Piedade y los intentos de implantar el planetario de Belo Horizonte.
En 1995 inició un programa de implantación de Observatorios Astronómicos en Brasil, fabricando cinco cúpulas y en una de ellas el telescopio. Hay un observatorio astronómico en Piauí que lleva su nombre y en Baturité, Ceará, es el presidente de honor del Club de Astronomía local. Viene participando también de grupos que están trabajando en la restauración y manutención de observatorios ya existentes en todo Brasil, buscando mantenerlos en operación.
En su fábrica “B Riedel Ciencia y Técnica Ltda.”, localizada en el Barrio Horto en Belo Horizonte, nacen telescopios sofisticados por medio de máquinas construidas a partir de motores de heladeras, poleas de máquinas de costura, mecanismos hidráulicos de sillas de dentista, ejes “sin fin” de asadores de pollo, bomba de vacío de la Fuerza Aérea americana, correa de copiadoras y otras jerigonzas.
Su mayor orgullo es la cámara de vacío que fue de la fábrica de válvulas que la RCA Victor mantuvo en la Ciudad Industrial de Contagem hasta la década de los 60. Antes de entrar en la cámara de vacío para ser transformada en espejo de telescopio, el lente es calentado en un antiguo horno de pizza.
El escritor y poeta argentino Jorge Luis Borges decía que el cielo debía ser muy parecido con una librería, donde su imaginación hervía. El profesor Bernardo Riedel no concuerda. El cree que el cielo debe ser como un fierro viejo donde consigue las cosas preciosas que hace funcionar en su fábrica de la calle João Carlos.
El telescopio que el profesor fabrica es del tipo reflector y consiste en un tubo que tiene al fondo un espejo convexo o convergente, que, a través de un prisma envía la luz captada del cielo a un pequeño lente fijado al costado del tubo llamado ocular, que tiene un pequeño regulador de foco, conforme a la distancia del objeto observado. Sus tubos varían de 90 cm a 2 metros y medio de largo y el diámetro de 10 a 25cm, que es un poco mayor que el de los espejos.
El profesor afirma haber gastado todo el dinero de la venta de siete inmuebles con sus inventos. Hoy él tiene cinco funcionarios y se prepara para montar en la losa del galpón, un centro de observación celeste abierto al público. Ya obtuvo la cooperación de la Cemig, compañía de energía, que colocó un biombo para que la luminaria del poste en frente a la fábrica no ofusque su terraza de observación. Pero uno de los problemas de su observatorio es la proximidad del Estadio Independencia. Cuando hay partidos de fútbol en la noche, la iluminación inviabiliza las observaciones.
Los telescopios de B. Riedel cuestan entre 800 y 3000 Reales, dependiendo del tamaño, sofisticación y accesorios, y todos los años cuando pasa el período lluvioso, él monta un curso de alumnos que al final terminan encargándole algunos telescopios. Pero lo que más impresiona son las inmensas y sofisticadas cúpulas, como la que él está terminando de construir para un observatorio particular en Bragança Paulista, en el estado de São Paulo con cinco metros de diámetro.
La burocracia y la falta de recursos, reclama Riedel, empujan a los espíritus creadores para fuera del país. “En las universidades americanas, una idea comienza a ser ejecutada en un mes. Aquí, demora años para salir del papel, ¡cuando sale!”. Cuando tiene oportunidad, el profesor reclama por la falta de apoyo que los emprendedores tienen en Brasil, y por la evidente falta de sensatez de los órganos fiscalizadores, que le toman buena parte del tiempo y del capital de giro. Cita que ya fue invitado varias veces para ir a Israel a trabajar en la industria aeronáutica y dice que si estuviese en China tendría facilidades para salir del banco estatal con una maletín lleno de dinero para implementar sus inversiones.
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