Criterios para el arte

Publicado por Antonio Carlos Santini 25 de agosto de 2009

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Crítico del mundo occidental, el Cardenal de Viena, Cristoph Schönborn, en su libro Le Défi du Christianisme, o El Desafío del Cristianismo, afirma que la moda no es necesariamente una especie de constreñimiento. Pero necesitamos de criterios responsables que se presenten como alternativas a las tendencias de la moda. El primero de ellos consiste en potenciar todo lo que estimula nuestra facultad de percepción, de observación exacta o de contemplación. Exactamente lo contrario de lo que se experimenta con la vertiginosa sucesión de imágenes en un videoclip de televisión. Aquí, no hay tiempo para el “maravillamiento”. Ya el arte, como la religión, exige tiempo para la concentración del espíritu y de los sentidos.
Un segundo criterio se identifica con el savoir-faire, el saber-hacer del artista-artesano, igualmente fruto de un largo ejercicio en el tiempo, de habilidades adquiridas con la práctica y con el dominio de instrumentos y herramientas, al lado de la necesidad de profundizar en la tradición para la absorción de modelos de la herencia clásica. En tiempos de prisa – ¡el mercado no puede esperar! – algunas manchas pueden pasar por impresionismo o expresionismo… El tercer criterio propone que la calidad tenga más valor que la actualidad. Dejar de lado todo lo que es secundario y/o parasitario para concentrarse en aquello que expresa la experiencia esencial del humano. Lástima que en nuestras escuelas las obras clásicas de la literatura hayan sido sustituidas por “resúmenes para exámenes”.

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Otro criterio para la elaboración artística es la capacidad de provocar en el espectador un impacto profundo y purificador, una auténtica catarsis, sin confundir “emoción” con “shock” o “escándalo”. Como observa Schönborn, “la belleza no es del orden del simple placer estético”. Y cita la reacción del poeta Rainer Maria Rilke delante del Torso de Apolo: “Tú debes cambiar tu vida”. O el famoso precepto del cineasta ruso Tarkovski: “La finalidad del arte consiste en preparar al hombre para su muerte, en hacer que él se sienta tocado en lo más íntimo de sí mismo”.
El quinto criterio propone que la verdad no sea cambiada por la sinceridad. “El hecho de mostrar todo, revelar todo, poner todo al desnudo, no significa necesariamente veracidad”. Así, el miedo a la muerte expresado en la famosa tela de Goya, Tres de Mayo, en el Museo del Prado, Madrid, que muestra el fusilamiento de los revoltosos, es absolutamente verdadero, aunque no ceda nada al sensacionalismo ni hiera el pudor.

Schönborn incluso habla de un arte que estimule la virtud, reuniendo lo bello, lo verdadero y lo bueno, al mismo tiempo que se lamenta de la actual sospecha generalizada contra el “hombre bueno”, en nombre de la pretendida reacción contra el farisaísmo de ayer. Pero el punto central de sus propuestas gira en torno a la preferencia por la “contemplación, la concentración de la mirada, en lugar del temblor de la sociedad de los hombres apresurados a vivir todo”. Y vivir ya. Como no podía dejar de ser, los reflejos de esta realidad se irradian también en el ámbito religioso.

El Torso Arcaico de Apolo
Rainer Maria Rilke

No conocimos su inaudita cabeza
En la que maduraron sus pupilas. Pero
Su torso brilla aún como un candelabro
En el que su mirada, virada hacia atrás,

Se contiene y brilla. De otra manera no podría cegarte
Lo pronunciado del pecho, ni la leve curva
Del lomo ninguna sonrisa iría
A aquel centro, donde cuelga el sexo.

De otra manera esta piedra breve y mutilada estaría
Bajo la caída transparente de los hombros
Y no vibraría así, como  piel salvaje.

Ni explotaría más allá de sus límites
Como una estrella: pues ahí no hay ningún lugar
Que no te mire: debes cambiar tu vida.”

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